No había banquete que no llegara a su fin y, al igual, el final del campamento.
El último mes habían pasado juntos todo el tiempo posible para aprender todo sobre la vida del contrario, fue algo extraño el aprender sobre personas desconocidas o gustos del contrario, pero al parecer el plan iba en perfecta marcha. En ese momento ya eran como dos mini copias tanto por fuera como por dentro.
A-Yu, en pocos días, aprendió lo básico del italiano porque se reía con facilidad al intentar pronunciar apropiadamente alguna palabra, algo que también hacia reír a su hermano. Por otra parte, la dinámica en casa también se le fue explicada. Su día empezaba a las seis de la mañana, se duchaba a las seis con cinco, a las seis con treinta su habitación debía estar aseada y para las siete debía bajar a tomar el desayuno con todos, para las ocho comenzaba su jornada escolar hasta las dos de la tarde, después de eso tenía sesiones de piano y luego de idiomas. Para las cinco de la tarde tomaba el almuerzo, al terminar tenía toda la tarde libre para hacer lo que desease hasta la cena, para las diez de la noche debía estar durmiendo.
A-Yu pegó el gritó en el cielo al saber aquello, pero no pudo hacer nada porque esas eran las reglas que su mamá Zhan había impuesto.
Eso le dio una pequeña idea de que tal vez fuese algo estricto.
Al mismo tiempo, le informó más sobre sí mismo. A-Yi practicaba motociclismo y en ocasiones participaba en competencias de skates, por lo que todos en casa sospecharían si no las tocaba al menos una vez al día. A-Yu solo suspiró, no eran su fuerte, lo supieron luego de que al menos A-Yi le intentase enseñar a andar en bicicleta por el muelle del campamento, en consecuencia, tenía algunos raspones en las rodillas que ya estaba cicatrizando por la ayuda de su hermano, era bueno en ello porque Zhan le enseñó a curarse en caso de que no estuviese para curarlo.
Algo bueno de si Zhan lo curaba era que le daba mimos, permitiéndole comer golosinas mientras veía su película favorita, además de obtener por cena su comida favorita; pollo agridulce. El mejor platillo del mundo, el cual resultó ser el favorito de ambos.
También le enseñó fotografías del abuelo, su difunta abuela y del servicio en casa, mayormente de Bowen porque era el más cercano a la familia. Sin olvidar a Zhan, le mostró tantas fotografías de él que no tuvo duda alguna sobre lo hermoso que era.
Luego le tocó a A-Yu el instruir a su hermano.
Obviamente había reglas en casa, pero no eran tan estrictas como las de A-Yi. Su padre se conformaba con verlo despierto a las ocho, que tomara el desayuno y que su habitación estuviese bien aseada para antes de irse al instituto. Algo bastante simple de seguir. En ocasiones se la pasaba en su estudio de dibujo y si no estaba allí era porque salía a cabalgar a los viñedos juntos su papá Yibo o su tío Yang le estaría enseñando a cocinar para en algún fututo poder cocinarle algo a su papá, lo último que se le vería haciendo era ver televisión o viendo a su mejor amigo practicar baloncesto en la cancha trasera en casa, esa misma que Yibo mandó a construir para su hijo porque alguna vez deseó heredarle su amor por los deportes, algo que no funcionó.
De último le mostró fotografías de todos. Su mejor amigo era un chico de su misma edad con los ojos azules y cabello negro, habían estado juntos desde preescolar. Su tío JiYang vivía con ellos porque desde una temprana edad decidió cuidar de Yibo, su hermano menor, por lo que no tenía esposo e hijos. Por último, estuvo su papá Yibo, lo describió como un hombre muy atento, cariñoso y consentidor, pero solo con él.
A-Yi no podía esperar para poder comprobarlo.
Todo eso los llevó a ese momento; eran el reflejo del otro.
Ambos con aquellas pulseras que hicieron juntos en el taller de manualidades, eligiendo las mariposas por dijes porque a ambos les gustaban, y aquellos collares iguales con la Y como inicial. Tan pronto como se los habían visto descubrieron que fueron un obsequio de sus padres al nacer.
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Juego de gemelos
FanfictionLos gemelos eran, por designio, un misterio para todos, es decir, ¿No daba miedo ver a alguien más con tu mismo rostro? Eso mismo sintieron Wang Yi y Wang Yu, dos niños de diez años que no se conocían en lo más mínimo. ¿Acaso la Diosa de la Luna que...