capítulo 36

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Baje las escaleras corriendo. Llegaba tarde, otra vez.

Que novedad.

Lo sé, lo sé. Debería cambiar ese mal hábito, pero amo dormir y se me hace imposible llegar temprano. Y eso me pone muy nerviosa.

—¡Come algo antes de irte!

—Lo siento, llego tarde. 

Lo vi negar con la cabeza antes de salir por la puerta y echar a correr. Inhale profundamente buscando aire para mis pulmones al doblar la esquina, me amarre el cabello en una coleta alta mal hecha. Ni siquiera me dio tiempo a peinarme, esto es el colmo. Mi corazón dio un vuelco al ver a Ryan con su chaqueta de cuero fumando en la entrada. 

¿Tú también tienes un deja vú?

Sí, pero ahora no quiero pensar en eso. Me acerque a él con una sonrisa boba en la cara, y él dibujó una al verme.

—Estas preciosa —dijo poniendo sus manos en mis mejillas.

Negué sintiendo mariposas en el estómago. Se inclinó hacia delante y colocó su boca sobre la mía, apenas rozando nuestros labios.

—Te lo digo enserio. —Enarco una ceja, divertido.

—No me ha dado tiempo ni de peinarme.

Él sonrió negando con la cabeza antes de atrapar mi labio inferior entre los suyos. Mis manos ascendieron hasta su nuca y lo atraje más a mi, profundizando el beso. Muy a mi pesar, me separe.

—Ya vamos tarde, tenemos que entrar —murmuré, viendo sus labios.

—¿Segura? Podríamos...

Entrecerré los ojos.

—Esta bien —arrastró las palabras. —. Entremos a la dichosa clase.

Me reí mientras tiraba de su mano para entrar juntos.

Me sentía bien. Plena. Verdaderamente feliz. Las cosas están yendo bien. Demasiado bien como para ser real, soy consciente. Pero, que Ryan me confesara esas cosas hizo que nuestra relación se fortaleciera en cierta manera.

Pero por otro lado, me siento egoísta por no tener la suficiente confianza como para contarle todo lo que pasó... No es su culpa. Confió en él más que en mi misma, pero se me hace tan difícil hablar de lo que siento. Me asusta pensar que... que me dejara si se entera de todo. El tema con mi madre es algo de lo que me avergüenzo muchísimo. Ni siquiera con papá soy capaz de hablar de eso.

Su mano presiona la mía cuando estamos enfrente del aula de química. Levantó la cabeza para verlo. Tiene el ceño fruncido, la mandíbula tensa y en sus ojos se asoma un destello amarillo, casi imperceptible. Algo va mal. Dejó de respirar al sentir el olor metálico flotar a nuestro alrededor.

—Necesito que entres en clase, y que no te separes de Jonny —sus ojos se clavaron en los míos.

—¿Y qué harás tú?

—Hazme caso, T/n.

—Pero...

Sin decir más soltó mi mano. Cuando volví en mí ya no estaba. Maldita super velocidad de hombre lobo. Maldito olor a sangre. Maldito Ryan.

Bufé antes de tocar la puerta y abrirla. Parpadeó un par de veces mirando la habitación en la que me encontraba. Me di la vuelta con la boca seca intentando encontrar la puerta, pero ya no estaba en el instituto. Me volví otra vez para aquel lugar. Notaba el pecho hundido cuando empeze a caminar hacia la cama. Pase la yema de los dedos por el borde de las sabanas, las estanterías repletas de libros, los cuadros de bocetos que colgaban de las paredes rosa chillón y el escritorio donde solía pasar las tardes con el ordenador del novio de mamá. Era esa. La habitación donde todos mis sueños e ilusiones fueron destrozados por la misma mujer que los creó. 

MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora