capítulo 48

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Después de que los vampiros se fueron, yo y Noah nos dedicamos a limpiar los vidrios rotos que estaban esparcidos por toda la sala mientras los demás terminaban de organizar el sofá y la mesita pequeña, que era donde íbamos a comer. Pero a la hora de hacerlo, el ambiente en la mesa era tenso. Yo tenía los ojos pegados a mi plato y no los levantaba ni cuando mencionaba mi nombre en la conversación que intentaban entablar Laura, Riley y Noah. Supongo que los otros estábamos muy nerviosos y tensos para querer hablar de nada.

Cuando estábamos recogiendo la mesa y todos se empezaron a organizar para saber que haríamos luego, le pedí a Laura que me fuera a dejar a casa.

No quería seguir.

Quería ir a casa, con papá.

Quería dejar de ocultarle las cosas y quería decirle que unos malditos vampiros estaban obsesionados conmigo y mi sangre.

Suspire frustrada desde la parte de atrás del coche de Jonny.

-Por cualquier cosa cierra todas las puertas de tu casa. -me aconsejó él.

-Unas simples puertas no los detiene a entrar. -le conteste, con la cabeza apoyada en la ventana.

-Tú hazlo. Nunca se sabe. -lo ayudó su novia.

Me pasé el cabello por detrás de la oreja antes de girarme en su dirección para dejar de ver la ventana.

-¿Él les dijo que me dijeran eso?

Ante el silencio de ellos pude comprobar que sí.

-Solo trata de protegerte, T/n. Te quiere mucho.

-Ya lo sé. Pero si me sigue ocultando cosas no podrá protegerme.

Por suerte en lo que nos quedaba de trayecto dejamos de hablar de mi novio y su obsesión por mantenerme a salvo.

Y no lo culpo por querer eso, si mi novia fuera una tipa que se mete en líos y no sabe ni siquiera utilizar sus nuevos poderes haría lo mismo que él.

Cuando los chicos me dejaron en casa el coche de sheriff de papá estaba aparcado en el porche, por lo que entre con los nervios punzándome el estómago dado a lo que tenía que decirle a mi padre.

Pase a su oficina con una sonrisa temblorosa en los labios.

Él estaba parado, con sus gafas puestas mientras leía unos documentos que no llegué a ver.

No se había dado cuenta de mi presencia hasta que carraspeé. Entonces me dedico una sonrisa y dejo de hacer lo que hacía.

-¿Cómo te ha ido con Laura? -preguntó, con su habitual alegría.

Mi labio inferior empezó a temblar y cuando papá llegó a mi encuentro y me estrechó entre sus brazos no pude controlar el llanto.

-Tranquila, princesa. No pasa nada. -acarició mi cabello. -. Cuéntame qué es lo que te pasa. -me separo un poco de su pecho. -. ¿Ha pasado algo con Ryan?

La garganta me oprimía y las lágrimas no se dejaban de resbalar por mis mejillas.

-Sí, pero no es por eso...

Papá me acariciaba los brazos, y con la mirada me incitaba a seguir hablando.

--Papá tú... ¿Recuerdas lo que te dijo Ryan la última vez? -me pase la mano por debajo de los ojos con la intención de limpiarme las lágrimas.

Él asintió, sin verme a los ojos y con las orejas teñidas de un color rojo que apenas se veía.

-Pues yo...

-Ya lo sé.

La boca se me seco.

Me quedé callada, esperando a que mi cuerpo reaccionara.

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