Reunión reveladora

174 14 1
                                    



Autora.


Tal y como habían acordado, al día siguiente del primer encuentro con Katsuki, Midoriya iba rumbo a reunirse nuevamente con él, pero esta vez el Todoroki menor no pudo acompañarlo por asuntos en su propio hogar que debía solucionar de inmediato. Izuku entendió, pero no pudo evitar sentirse espantado por la idea de ir solo a la oficina del agotado rubio cenizo.

Tenía miedo de lo que pudiera hacerle. Lo conocía de años, y sabía mejor que nadie que cuando no podía dormir por mucho tiempo se volvía más irritable y, por ende, más violento.

Inhaló hondo antes de ingresar, sus manos temblaban visiblemente y el frío no parecía disminuir. Intentaba convencerse a sí mismo arduamente que si las cosas llegaran a ponerse feas fácilmente podría inmovilizarlo, pero siempre ha sido conciente de la descomunal fuerza con la que cuenta Katsuki. Y eso es, precisamente, lo que lo espanta.

La puerta fue abierta de repente, asustándolo, provocando que diera un pequeño salto que pareció causarle gracia al alto pelinegro que salía de aquella oficina.

Se impresionó por la altura del chico y sus profundos ojos negros, tanto que se quedó sin habla y el temblor en su cuerpo cesó. Es unos 4... no, 5 centímetros más alto que Bakugo..., pensó ido.

— Este... ¿Puedes dejarme pasar?— preguntó un oficial generalmente parlanchín con inusual timidez, cosa que el exhausto Katsuki Bakugo no dejó pasar por alto.

El peliverde reaccionó abriendo sus ojos de par en par, asintió con sus mejillas tornándose e un tono rosa, resaltando sus pecas y haciéndose a un lado.

— Oye, Sero— le habló Bakugo, por lo que se detuvo y giró brevemente para ver a los ojos a su jefe, quien se le veía un poco más gruñón que mientras estuvo hablando con él hace rato—. Llévate a la ojos de mapache, resuelvan eso hoy— ordenó con esa voz de mando que tanta nostalgia le transmitía a Izuku.

Hanta hizo un saludo militar como respuesta y después siguió su camino, con unos ojos color esmeralda siguiendo sus pasos, cuando iba a voltear la esquina del pasillo se volteó a ver si el peliverde seguía allí, y los dos se sorprendieron ante esa acción. Siguieron con su camino, Sero desapareció por el pasillo y Midoriya por el portal, derecho a ese lugar que le causaba un temor inigualable.

Pero no permitió que aquel miedo se reflejara en sus acciones o expresiones.

— Buenas tardes, Bakugo— saludó tomando asiento antes que el cenizo le dijera. El nombrado rió sin gracia, estremeciendo a Izuku.

— Hola— contestó con indiferencia, no estaba en condiciones para matar su cabeza estresada otra vez con el mismo asunto del repentino cambio de mote por parte de Deku.

Los dos suspiraron internamente y se dispusieron a alejar sus emociones de su trabajo.

Conversaron con intimidante seriedad por alrededor de dos horas, hasta que Mina ingresó sin tocar para darle a su amigo y su invitado un poco de té de manzanilla. 

Izuku no pudo evitar sorprenderse, ¿acaso no le temía interrumpir a Bakugo?

— ¿Tú no estabas con Sero?— preguntó con voz áspera y agotada.

Mina lo miró en silencio por un par de segundos más de lo habitual antes de contestar con un breve encogimiento de hombros—. Ya hicimos lo que pediste. Los ladrones están siendo interrogados y sus cómplices también están abajo, en una de las celdas temporales— explicó a detalle.

Amado, DeseadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora