Kim Seokjin
El día casi había terminado para los dos, yo con mis deberes en el hospital, y Nina asistiendo a Jungkook.
Ambos caminábamos de las manos por el estacionamiento del hospital en busca de mi coche para dirigirnos a casa y tomar un largo baño de agua caliente.
Aquello se había vuelto algo habitual para los dos después de llegar a casa, y a decir verdad, eran de los momentos que más disfrutaba en el día, y en cualquiera que involucrara directamente a Nina.
—Deja que yo maneje.—Nina sugirió efusiva.
Era casi imposible que yo me negara a cualquier cosa que me pidiera, porque esa mujer sabía el hechizo que tenía sobre mi.
Accedí, y ahora yo tomé el asiento de copiloto, por lo que imité lo que Nina hacía todos los días después de recogerla en la oficina. Me recargué sobre el asiento y cerré los ojos esperando a que Nina se pusiera en marcha.
Sin embargo, ese momento nunca llegó. Abrí los ojos para averiguar que pasaba, y me encontré con algo no muy grato.
Nina estaba totalmente perdida observando el volante del mercedez benz. Y por su rostro se veía muy aterrada, como si encender el coche fuese una horrible ecuación matemática que debía resolver.
Esta no era la primera vez que ocurría algo así, durante los últimos días dudaba de sus acciones; como el abrir las puertas, y colocar cada cosa en el lugar que correspondía, por ejemplo, el sábado encontré un par de libros en el horno de microondas.
Yo trataba de mantenerme positivo, sin embargo, sabía lo que estaba ocurriendo con mi esposa, y el hecho de verla aturdida por pequeñas cosas de la cotidianidad que se le dificultaban, me afectaban de la misma forma. Odiaba el hecho de que Nina se sintiera perdida, pero yo me encargaría de ser la luz de su propia niebla.
—Seokjin, tengo miedo.
El corazón se me quebró en pequeños fragmentos al verla así de indefensa. En ese momento, Nina buscó mis brazos, pero no por mucho tiempo, porque yo mismo la acurruqué en mi pecho mientras mi camisa comenzaba a empaparse de sus lágrimas.
Para nada del mundo me agradaba ver llorar a la mujer que más amaba, quería ser el remedio de su tormento, y hacerle saber que me tenía a su lado para siempre.
—Mi angel, todo estará bien te lo prometo.
—Seokjin, tengo miedo de olvidarte, no quiero hacerlo.
Un nudo en la garganta amenazó con desatar una tormenta de llantos en mi, pero qué más daba si no me contenía, el dolor de Nina también era el mío. Y el pensar que nuestra felicidad probablemente tenía una fecha de caducidad sólo me llenaba de ansiedades e impotencia, porque también me negaba a quedar ofuscado por esa oscura niebla en la vida de Nina.
Nuestros llantos cesaron cuando Nina poco a poco se quedaba dormida, así que me las arreglé para cambiar de puestos y ella tomara el asiento de copiloto, para así yo conducir a casa.
El camino fue amargo, aquellas sonrisas que nos dedicamos saliendo del hospital fueron reemplazadas por nuestras lágrimas.
¿Tan celoso estaba el destino de nosotros?
Lo odiaba. Sólo quería que mi chica nunca dejara de sonreír para mi, que la felicidad nunca faltara en sus días y que su vida fuese de lo más tranquila porque lo merecía.
Durante el resto de camino lloré en silencio mientras apretaba el volante con la frustración carcomiendo la poca paciencia que tenía, pero por pequeños segundos miraba en dirección de mi angel que dormía profundamente. Así de tranquila, así de hermosa.
Suspiré decidido, ocuparía todo lo que estuviera a mi alcance para ayudar a mi precioso angel.
[••••]
Llegué a casa con Nina en mis brazos y tan pronto como entramos me dirigí a nuestra habitación donde la coloqué en la cama sin darle muchas molestias.
Corrí a los armarios que compartíamos buscando la pijama más cómoda que tuviera disponible, era un pequeño batón de tirantes que le encantaba usar casi a diario por su textura aterciopelada.
Con cautela comencé a retirar sus prendas de ropa quedando completamente expuesta su piel nivea. Nina amaba dormir sin nada abajo, así que fue muy fácil colocarle aquel batón y agradecí que la mujer tuviese el sueño muy pesado.
Nuestro baño de agua caliente esperaría, así que hice lo mismo y busqué mi pijama para correr rápidamente hacía la cama y acomodar entre mis brazos a Nina, quien al sentir la cercanía de nuestros cuerpos buscó mi pecho, se acurrucó aún más y me abrazó por la cintura, para finalmente dejar escapar un suspiro en sinónimo de haber encontrado el lugar seguro para sus sueños.
Quería conservar estos momentos por una eternidad si tuviera la oportunidad.
Y como cada noche antes de dormir, deposité un beso en la coronilla de su frente.
—Dulces sueños, mi angel.
ESTÁS LEYENDO
Inmarcesible • Libro Uno
FanfictionPor esos días en los que fuimos más que una pareja ordinaria, por esos días que puedes recordar como marcas de ayer; Espero que esos recuerdos nunca desaparezcan de tu mente, y que sean tan inmarcesibles como las flores de primavera.-Kim Seokjin.