Capitulo Ocho

715 98 5
                                    

Porsche llegó tarde. 

Kinn se había estado preguntando si habría cambiado de parecer cuando de pronto lo vio. 

Llevaba una maleta detrás de el. Alto y esbelto, había dejado atrás la imagen de la inocencia que había representado para su abuelo, y volvía a su papel de seductor de ropa ajustada y cabello suelto. Llevaba un par de gafas de sol en la cabeza. 

No parecía contento sino más bien triste y sombrío. 

—Llegas tarde —dijo Kinn —. Pensé que no vendrías. 

—Bueno, aquí estoy, ya ves. 

Le dio la maleta, se puso las gafas de sol, y se sentó en el coche. 

Kinn acomodó la maleta y se sentó frente al volante. Notó que Porsche  no miraba la casa de su abuelo. 

—¿Le pareció bien que te vinieras conmigo? —se animó a decir. 

—Sí. 

Kinn notó que estaba tenso. 

—Me sorprende. Después de haber volado desde Grecia exclusivamente para pasar el cumpleaños contigo, pensé que se enfadaría. 

—No vino de Grecia. Vino de Nassau, adonde volverá mañana, porque su amante lo espera allí. 

Kinn se sorprendió. 

—No sabía que tenía una amante. 

—Tiene varias —dijo Porsche. 

Kinn sonrió. 

—Entonces, ¿por qué no lo trae aquí y se ahorra los viajes de avión? 

—Un griego no le presenta su amante a su familia. 

—Ah... ¿Y un nieto griego tampoco presenta su amante a su familia? —No eres mi amante. 

—Él piensa que lo soy. 

—También piensa que solo te casas conmigo por mi dinero —respondió Porsche —. Dice mucho acerca del poder que ejerzo en los hombres, ¿no crees? 

También decía mucho acerca de su personalidad, pensó Kinn. 

—Le has dicho muchas mentiras para ahorrarle disgustos y él te paga no valorando el gesto. 

Porsche no contestó, pero tenía las manos apretadas en un puño. 

Aquello le hizo pensar a Kinn si no se habría arrepentido de su decisión de marcharse con él, pero era demasiado cabezota para admitirlo. 

—Si prefieres quedarte... Comprendo que... 

—No, no comprendes —de pronto lo miró con ojos de fuego—. ¡Y te guste o no, iré contigo! 

—Entonces, ¿por qué estás tan enfadado? 

—No estoy enfadado. 

Kinn extendió la mano y le quitó las gafas de sol. 

—De acuerdo, estoy enfadado. Mi abuelo está enfadado conmigo. Mintió cuando nos dio a entender que aceptaba nuestra relación. Ahora dice que no dejará que te cases conmigo. 

—Bien por él. Quiere decir que defiende tus intereses. Lo admiro por ello.

—¿También lo admirarías por inventarse lo del asunto de España con el propósito de sacarte de la isla para alejarte de mí? 

—¿Estás seguro de ello? —Kinn no lo admiraba por ello, no. 

—Me lo dijo él mismo. 

—¡Oh, qué lío hemos armado! Vuelve y dile la verdad, Porsche. Esto ha ido muy lejos.

Deseo Culpable - KinnPorscheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora