Porsche se sintió cierta timidez cuando se sentó en el coche.
—Gracias por esto —dijo—. Habría lamentado despedirme de él enfadado.
Kinn no respondió.
Porsche lo miró de lado. Parecía relajado, pero había algo en el gesto de su boca que le decía que estaba enfadado.
¿Con él? ¿Con su abuelo? ¿Consigo mismo por meterse en semejante lío?
El aire acondicionado empezó a funcionar, removiendo la fragancia masculina de Kinn. Cuando él tocaba la palanca de cambios, rozaba su pierna. Porsche sintió calor.
—¡Di algo, por Dios! —dijo Porsche.
¿Qué iba a decir?, pensó Kinn. ¿Que no sabía qué estaba haciendo allí con él? ¿Que no sabía por qué se lo llevaba a España con él?
—¿Qué hay en el paquete? —preguntó él.
—El regalo de cumpleaños de mi abuelo —contestó con voz suave.
—No lo has abierto.
—No le gusta que abra los regalos delante de él, por si no me gusta lo que me ha regalado y ve la decepción en mi cara —balbuceó Porsche.
Estaba balbuceando, pensó Kinn. ¿Estaba llorando? Kinn no podía saberlo porque el cabello le tapaba los ojos.
—¿Te decepciona a menudo?
—Nunca. Me encanta todo lo que me regala. Estarás pensando que ya lo debe saber a estas alturas... —Porsche se rió suavemente.
—Ábrelo —sugirió Kinn.
—Más tarde.
Ya tenía demasiadas cosas por las que llorar como para agregar el llanto emocionado por el regalo de su abuelo.
Llegaron al final del camino y tomaron la única carretera verdadera de la isla.
—Porsche... Si has cambiado de opinión, puedo darme la vuelta y...
—¡Voy a ir contigo! —gritó.
Kinn se calló.
Porsche siguió en silencio.
Llegaron en diez minutos. Se encaminaron al aparcamiento que había al lado de la agencia de alquiler de coches.
Un cessna de nueve asientos los estaba esperando en la estrecha pista. Un trabajador corrió a recoger su equipaje para llevarlo al avión. Kinn salió de la agencia de alquiler de coches guardando su tarjeta de crédito. Llevaba unos pantalones grises y una camisa azul, y una chaqueta a juego colgada del brazo.
Porsche sujetó su maleta de mano; deseó que no pareciera tan atractivo...
Llegar a Nassau fue un alivio.
Tenían que esperar dos horas allí, lo que les facilitó una excusa para estar un rato separados. Porsche decidió hacer unas compras. Kinn buscó algún sitio con acceso a Internet para descargar unos documentos y leerlos en el vuelo.
Cuando decidió regresar a buscar a Porsche, Kinn vio un tigre de peluche, con su arrogante cola en el aire. Porsche no entendería la broma, pero no podía resistirse a comprárselo.
Cuando salió de la tienda, vio a Porsche sentado en las inmediaciones, bebiendo una lata de bebida, rodeado de un montón de bolsas de regalo.
—Son regalos para mis amigos de Londres. Les gusta que les lleve algo.
Kinn sonrió y se sentó a su lado. Luego le dio lo que había comprado para él.
—Feliz cumpleaños —le dijo.
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Deseo Culpable - KinnPorsche
RomanceEl empresario millonario Kinn Anakinn no dejaba de repetirse que el tentador Porsche Pitchaya no era más que un joven rico y malcriado, acostumbrado a que cualquiera cayera rendido a sus pies. Sin embargo, cuando se encontró en peligro, Kinn lo ayu...