Capitulo Doce

714 84 3
                                    

Porsche suspiró suavemente encima de su hombro. Pareció destilar aún el placer que permeaba su sangre. 

Kinn conocía el sentimiento. Él lo experimentaba también. 

¿Qué había hecho?, se preguntó Kinn. 

No se merecía lo que él le había dado. Ni un solo segundo de lo que Porsche le había entregado. Se sintió desesperado. Quería moverse, separarse de él para reflexionar acerca de lo que aquello significaría para ambos. 

Lo sintió estirarse debajo de él. Aquel movimiento fue como una evocación del cuerpo que comenzaba en sus hombros, arqueaba la espalda y flexionaba las caderas, donde sintió el golpe del movimiento, porque aún estaban unidos. 

Al menos, con ese movimiento, le daba permiso para moverse. Se elevó con los antebrazos y se apartó. Porsche gimió suavemente al sentir que él se retiraba. Él se estremeció. El gemido no le sorprendió. Él hubiera deseado estar a miles de kilómetros en aquel preciso momento, pero su cuerpo no parecía estar de acuerdo. 

Su cuerpo quería más. Deseaba iniciar el excitante proceso nuevamente. 

—Di algo —dijo Porsche. 

El sonido de su voz le hizo girar la cabeza. Él estaba echada a su lado, con la mejilla apoyada en su brazo, mirándolo con timidez y vulnerabilidad. El corazón de Kinn se estremeció. Estaba tan hermoso, adorable, con su cabello despeinado extendido en la almohada y su expresión de satisfacción.

—He sido tu primer amante —fue lo único que se le ocurrió decir. 

Porsche pestañeó como para ocultar aquella verdad. Volvió a abrir los ojos y lo miró con picardía. 

—Gracias por hacer de este momento una experiencia tan memorable —dijo Porsche sonriendo. 

Aquella sonrisa... Parecía llegar hasta dentro de él y atraparlo. Sintió la tentación de volver a ponerse encima de él y repetir la mágica experiencia. 

—Deberías habérmelo dicho —replicó. 

Hubo un momento de tenso silencio, un momento en que el tiempo pareció detenerse. Kinn sintió toda la tensión en sus músculos. Acababa de estropear la magia de aquel momento con una afirmación brusca y lacónica. Porsche, en cambio, seguía en aquel universo que los había unido. Podía ver su pie desnudo, la flexión de los dedos de su pies y sus doradas piernas. 

—¿Hay alguna regla por la que haya que advertir que es la primera vez? 

—Tenía derecho a saberlo. 

—¿Crees que tienes algún derecho sobre mi cuerpo? ¡Tonterías! ¿Con qué fin? —preguntó Porsche—. ¿Para que puedas decidir si tomarlo o no? 

—No —Kinn se dio cuenta de que no iba a ser fácil. 

—Entonces, ¿para qué? 

Las hermosas piernas desaparecieron de su vista. Los sensuales pies se movieron y Porsche se arrodilló detrás de él. Kinn olió su fragancia, sintió el suspiro de Porsche rozando su nuca. Luego sintió sus brazos en sus hombros y por último, los dedos de uñas en su pecho. 

Porsche mordisqueó el lóbulo de su oreja. Kinn se estremeció al sentir aquel contacto. Luego sintió la tibieza de su pecho apretándose contra su espalda. 

—Este momento tiene un significado especial para mí, no para ti —le dijo—. Si sigues así de brusco, no habrá una segunda vez... Ni una tercera... —volvió a morderle el lóbulo de la oreja—. Hasta el infinito... 

Kinn se rió. Porsche, el seductor. Porsche, el tentador. Porsche, la serpiente del paraíso. 

Aunque hubiera disfrutado de su primera experiencia al hacer el amor, él sentía que no podía enseñarle nada. Era algo natural en él, había nacido con ello. 

Deseo Culpable - KinnPorscheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora