Capitulo Dieciocho

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Ambos hombres se irguieron y se dieron la vuelta para mirar hacia la ventana donde estaba Porsche. 

Se pusieron pálidos. 

—Porsche, eso no lo he dicho para... 

Porsche hizo un gesto para silenciarlo. Lo había herido, pero Theron y él también estaban dolidos. 

Porsche miró a ambos hombres como preguntándoles por qué lo herían de aquel modo. 

Los dos se quedaron mudos. 

Porsche, frágil como una azucena, dio un paso y entró en el despacho de su abuelo. 

—Si han terminado de jugar a la ruleta rusa con mi futuro, me gustaría señalar que yo también tengo derecho a elegir desde hace siglos. 

—Me rompes el corazón, criatura —dijo su abuelo con pena—. No estaría cumpliendo con mi deber si no hiciera que este hombre declarase sus intenciones formalmente. 

—¡No tiene ninguna intención! —gritó Porsche. 

—¡Sí que la tengo! —dijo Kinn. 

Porsche lo miró con ojos de fuego. El pecho de Kinn se expandió, y su corazón comenzó a latir aceleradamente. Otras partes de su cuerpo comenzaron a excitarse. 

Porsche estaba esperando oír más. Y él iba a decir más si podía olvidarse de la imagen de Porsche en brazos de Alex Galloway. 

—¿Quieres casarte conmigo, Porsche? 

¡Lo había dicho!, pensó Kinn. 

—¡Oh! —exclamó Porsche, con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Cómo dejas que mi abuelo te presione para que digas eso? 

—No me ha presionado —respondió Kinn. 

—Jamás te perdonaré por esto... Nunca... —sollozó , se dio la vuelta y salió corriendo, dejando a Kinn con la boca abierta. 

—Yo iría tras él, en su lugar —le aconsejó Theron mientras leía tranquilamente el contrato que Kinn acababa de firmar. 

En un acto de rabia, Kinn le arrancó el documento. 

—¡Estoy harto de que la gente se meta en mi vida! —se dio la vuelta y salió del estudio por la puerta hacia el corredor. 

Se sentía herido en su dignidad por su abuelo. Y ofendido por el rechazo de Porsche. Ya estaba harto. Porsche era imposible. Se alegraba de cedérselo a Alex Galloway. Salió al corredor con la intención de marcharse de esa casa y no volver jamás. 

Cuando bajó las escaleras, oyó cerrarse una puerta en lo alto. 

¡En aquel momento supo que no se iría a ninguna parte antes de subir y abrir la puerta de la habitación de Porsche! 

Juró y cambió de dirección. 

Era como si Porsche tirase de él y lo llevase hasta allí. 

Porsche estaba en medio de su dormitorio, temblando de los pies a la cabeza. No podía creer que Kinn hubiera dicho aquello. ¿Cómo podía haber hecho un trato acerca de su vida? Era igual que su abuelo. Lo guiaba el dinero, ¡lo guiaba el poder! ¡Si hubiera tenido algún sentido común, se habría marchado de allí! ¡Deseaba desaparecer de la faz de la tierra!, sintió Porsche. 

Todos los hombres ricos eran iguales. ¡Los odiaba! 

La puerta del dormitorio se abrió de repente. Porsche se sobresaltó y se dio la vuelta. Encontró a Kinn, de pie, allí. 

—¡Si has venido a ofrecerme otra propuesta de matrimonio, no te molestes! —gritó. 

—¡Vas a tener que ponerte de rodillas para que lo haga! —contestó él, furioso. 

Deseo Culpable - KinnPorscheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora