Capitulo Dos

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Kinn nadó hasta la zona de playa que estaba frente a su casa.

Era la casa de Vegas, un socio suyo que había comprendido su necesidad de alejarse de los negocios durante una o dos semanas antes de hacer algo tan estúpido como arruinar el sólido lazo comercial de diez años de negocios con Victor Frayne.

«Victor...», pensó.

Los pies de Kinn se detuvieron ante el recuerdo de la discusión que habían mantenido.

Victor lo había usado, o había permitido que lo usaran, como señuelo, en la pelea entre el hijo de Victor, Porchay, y su esposo, el jeque Kim Al-Qadim. El jeque luchaba afanosamente por recuperar a su esposo, Porchay, y en el transcurso de aquellas maniobras por lograrlo, Kinn y Porchay habían caído en una emboscada, y habían sido secuestrados en medio de la noche.

Cuando Kinn había vuelto en sí de un golpe en la mandíbula, había descubierto que el jeque Kim lo había hecho prisionero en su lujoso yate. Lo habían derribado de un golpe, y se había encontrado tirado en el suelo, con su orgullo tan pisoteado como él.

El tipo era un arrogante bastardo, pensó Kinn. No sabía qué veía Porchay en él. ¡Un hombre que encima había estado a punto de tomar un segundo esposo! Porchay se había alejado de él, pero ahora había vuelto a su lado con renovado entusiasmo.

Kinn se agachó y recogió una caracola. Luego la arrojó al mar. Lamentó haber hablado con Jack. Hubiera preferido mantener guardado su resentimiento.

Ahora volvía a estar enfadado consigo mismo, enfadado con Victor, con el jeque Kim Al-Qadim y con todo el mundo.

Se dio la vuelta hacia la casa. Vegas lo había salvado ofreciéndole su casa. Aunque las razones del griego no habían sido altruistas en absoluto, pensó Kinn. Vegas  era uno de los inversores más importantes del proyecto en España y había cubierto sus espaldas, además de otros negocios que su empresa tenía con Theerapanyakul -Frayne. Una riña entre Victor y Kinn le habría acarreado problemas. Y después de presenciar la violenta pelea entre Kinn y Victor, y de haber visto la herida en la mejilla de Kinn, Vegas había sugerido inmediatamente que Kinn se tomase un descanso para que se enfriase un poco.

Así que allí estaba, en la playa de una exclusiva isla del Caribe, rodeado de mansiones de ensueño. El complejo turístico del hotel de Visconte ocupaba el centro de la isla, y a su alrededor, se organizaban todas las actividades del lugar. A ambos lados del hotel había mansiones privadas pertenecientes a los poderosos que podían permitirse tener tierras en aquel lugar. Andréas Visconte era uno de ellos. La poderosa familia Galloway poseía muchas propiedades en la siguiente bahía. Pero ninguna de ellas era nada comparada con la mansión de Theron Pitchaya.

La rodeaba un bosque que cubría la colina en la que se asentaba. La propiedad llegaba hasta el nivel del mar, formando terrazas dedicadas a distintas actividades: solarium, billar, jardines, pistas de tenis y hasta un campo de croquet, aunque Kinn no creía que Theron lo hubiera usado alguna vez. Había casas para invitados salpicando el terreno. Y al final estaba la casa de playa en la que Porsche se alojaba.

Era una pena que los Pitchaya y los Satur fueran vecinos, porque eso lo obligaba a estar al lado de la casa de playa de Porsche. Era lo único que lamentaba de su alojamiento. Las casas de playa eran modestas, pero eran cálidas y poseían todo lo que necesitaba. Tenían un cierto encanto que motivaba al artista que había en él.

A la entrada había una ducha. Kinn se quitó la camiseta y se metió en ella. Abrió el grifo y dejó caer una cascada de agua fría en su cabeza.

Se quitó la sal y la arena del cuerpo. A pocos metros de allí, en el sendero que rodeaba la bahía, Porsche lo miraba fascinado.

Deseo Culpable - KinnPorscheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora