~VII~

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No puede ser que no sienta frío...

Daemon miraba como Freyga renegaba con sus damas de acompañamiento por no querer ponerse un abrigo.

—Es asombrosa ¿Verdad?—

Donah llamó la atención del príncipe, aún con las manos ocupadas en un accesorio para el cabello que obviamente era para la reina.

—Aún no me acostumbro a que no sienta frío... Yo me congelo hasta el alma con este clima.—la anciana rió dulcemente.

—No me extraña, el norte no es un buen lugar para un dragón. Mucho frío.—

—Puedo soportarlo.—

—Eso no lo dudo, pero eso no quita que sea tu lugar menos preferido en el mundo... ¿O me equivoco?—Daemon sonrió.

—Cierto, Winterfell no es mi destino vacacional favorito.—

—Pues es una lástima, porque parece que el de ella sí lo es.—señaló con un leve gesto de cabeza hacia Freyga, quien trepaba unas rocas a unos metros. Descalza—. Deberías cuidar que no se lastime antes de llegar a la ciudad... Me sorprende lo inquieta que es.—

—... Tiene su encanto.—

Se habían detenido a acampar hace apenas unos minutos, pero Freyga ya se había encargado de curiosear cada cosa que se le cruzaba en el camino.

Hacía frío como en casa, sí... Pero fuera de eso, todo era muy diferente.

—Vas a resbalar y lastimarte... ¿Y tus zapatos?—

Daemon miraba desde abajo a la mujer, quien parecía estar hurgando en las grietas de aquellas rocas.

—Si tuviese mis zapatos puestos ya estaría en el suelo con los huesos atravesando mis rodillas.—

—Eso fue muy gráfico... no sabes qué hay en ese agujero, no deberías meter la mano ahí.—

—Oh... ¿Por qué siento que es algo que a tí te dicen seguido?—

El príncipe ni siquiera llegó a reír por la broma, cuando la mujer resbaló.
Su corazón se detuvo al verla caer, y solo pudo volver a respirar cuando la atrapó.

—Buena atrapada... Ahora bájame.—

Daemon la dejó en el suelo, y casi de inmediato las damas se acercaron con un par de zapatos cómodos para la mujer.

—¿Qué tanto buscabas en las piedras?—

Freyga sonrió antes de mostrarle unas flores. Eran las mismas de su broche, pero en rojo.

—Saxífragas de fuego.—la mujer dejó el pequeño ramito en la palma de Daemon—. ¿Sabías que papá me llamó Freyga por ellas?—

—... Pero éstas son rojas.—

—Cambian según el clima. En mi isla son blancas por el frío, aquí son rojas por ser más cálido.—el hombre enarcó una ceja.

—¿Cálido? Los caballos tienes congelados los testículos ¿Te parece cálido?—Freyga rió por primera vez desde que discutieron. Daemon ya lo extrañaba.

—Para las flores y para mí, esto no es nada...—

La mujer le quitó las flores a Daemon, dejándole solo una.

—Existen unas amarillas según mi padre, pero son muy extrañas de encontrar... ojalá vea una también.—

Freyga se encaminó hacia Dorah, a quien le mostró las flores. Al parecer era un detalle que agregarían a la vestimenta de la chica.
Mientras Dorah le probaba una diadema a la joven zorro, Daemon observaba bastante distraído la escena. Le resultaba sumamente encantador como la chica se emocionaba con algo tan simple como una coronilla de flores de cobre.

~°Danza de Fuego y Hielo (Daemon Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora