3. Papa Ours.

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Hogar de los Roux
Lunes 15:25 pm.


-¡Krest, nos vamos!

Ese aviso bastó para que un azabache saliera de su habitación más rápido que un alma llevada por el caballero de Cáncer al Yomotsu.

Con una sonrisa tremenda iluminando sus zafiros y coloreando sus mejillas pecosas, el pequeño Krest aceleró el paso. El nervioso ritmo de su respiración bailaba al compás de los frenéticos golpes de sus piecitos contra el suelo y la gran alegría desbordaba por sus poros.

¿Y cuál era el motivo de tanta algarabía?

Sencillo:

¡Se iba a su primer clase de natación!

Eso le ilusionaba mucho más que cualquier otra cosa en el mundo, como por ejemplo, ver Saint Seiya, comer chocolate o jugar en la nieve.

No, momento, momento.

¡Momento!

¿Qué tontería es esa? ¿Cuándo Krest dijo eso?

De forma obligada, habrá que hacer una corrección imprescindible aquí: el chocolate conservará el primer puesto y la nieve el segundo hasta el final de los tiempos o de este fic, como quieras verlo.

Lo sentimos querido público, pero el nadar quedará en tercero.

Y la única razón de ocupar ese sitio de honor, radica en el hecho de que Krest adoraba el agua.

Volviendo a nuestra historia, el pequeño prefería el mar porque las olas le causaban una impresión tremenda y le fascinaba jugar a escapar de ellas. Sin embargo, el vivir en París le impedía ir a la playa del diario y a pesar de sus quejas, papá decía que no se podía tener todo en el mundo.

Sin embargo, en las noches y sólo después de bañarse, papá le preparaba la tina donde Krest jugaba con sus patitos de hule o hacía bucitos hasta «ponerse viejito». Aún así, nada se comparaba con una enooorme piscina donde podía hundirse y desplazarse aunque debiera usar sus flotadores.

Por lo que, cuando Camus le preguntó qué actividad le gustaría hacer por las tardes además de las clases de canto, Krest suplicó con cada parte de su cosmoenergía en desarrollo, que lo metiera a natación.

¡Y papá le cumplió el deseo!

Ahora, lo único que debía hacer era llegar a tiempo y por eso, ¡debía correr como si Athena tuviera una flecha en el pecho y debiera llegar a la cámara del Patriarca para salvarla!

-¡Ya voy, ya voy! -avisó a todo volumen-. ¡No te vayas sin mí, papi! - rogó y si bien detuvo la loca carrera, fue exclusivamente para meterse otro pedazo de chocolate en la boca y guardar el resto en su mochila.

Las aventuras del Paballedo del Patito | YaoiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora