2. El Paballedo y los arbolitos.

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Jardín Pre-escolar de los Elíseos - Oficina del DirectorLunes 1:09 pm

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Jardín Pre-escolar de los Elíseos - Oficina del Director
Lunes 1:09 pm.


Después de perder la más grande batalla de su vida y ser obligado a convertirse en el «Paballedo» del Patito, nuestro pequeño Krest atravesó el marco de la puerta del despacho del Director en brazos de su papá y se enfrentó a su primera experiencia en un ambiente ríspido y reglamentado.

Las caras de los adultos eran largas, adustas y la tensión fue percibida con mayor intensidad por las pequeñas esponjas infantiles que notaban los minúsculos cambios en el ambiente. Sin dudar, Krest abrazó el cuello de su padre escondiendo su cara en el grueso hombro.

—Tengo miedo —susurró en el oído del mayor.

—No deberías —aleccionó besando su frente—, estoy contigo y no voy a dejarte solo.

—Bueno —murmuró quietecito en su lugar de privilegio: los confiables brazos de su padre.

Los adultos se acomodaron en las sillas dispuestas alrededor de una mesa de reuniones presidida por el Director. Los pequeños mantuvieron su sitio en el regazo de sus padres con la finalidad de mantenerlos bajo control.

Krest conoció al señor «Ayietis», el padre de Kiki. Un hombre igual de alto que su papá y sus tíos Kardia y Dégel, con una presencia que le imponía respeto, algo extraño para él, pues el azabache era reconocido por su irreverencia.

El chiquito le analizó con interés, arrobado por sus facciones: esos cabellos verdes y los increíbles ojos amatista que brillaban con inteligencia. El señor «Ayietis» era muy guapo y vestía muy elegante. Krest ladeó su cabecita a la derecha y jaló la manga de su padre con ritmo.

—Papi, papi —le llamó con lo que para el niño era un susurro, pero atrajo más de una mirada sobre él—. ¿Sabías que los puntitos que tiene el señor «Ayietis» y Kiki en la frente, se llaman tikas? —comentó señalando a los implicados—. Y dice Kiki que todos en su familia las tienen como los «Doux» tenemos pecas —le confió muy asombrado.

—No, no lo sabía —confesó tras escucharlo atento a pesar de que el niño había hablado sobre otra persona. Camus primaba su curiosidad por encima de las reglas sociales. Además, no estaba insultando a nadie, sino dando nombre a aquello que le era llamativo en los dos muvianos—. ¡Qué interesante! Me alegra que hayas aprendido algo nuevo, hijo —le sonrió y besó su frente—, pero ¿qué te dije de señalar a la gente?

—Yo no estoy seña... —volteó y notó su dedo. Su entrecejo se frunció con incordio y puso boca de pato, esa donde sus labios se alargaban y sobresalían de su faz—. Lo siento, mi dedo se movió solo —se excusó y guardó su índice en su regazo—. Ya tá, papá.

—No se dice «ya tá», se dice «ya está».

—Ash —refunfuñó frunciendo los labios—, me pides mucho, papá.

Las aventuras del Paballedo del Patito | YaoiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora