Miércoles
Las horas que siguieron al estallido del estómago de Krest en el jardín de niños, se convirtieron en un suplicio para nuestro Paballedo del Patito.
Se sentía fatal: la pancita le dolía, la garganta le escocía, los ojos le pesaban, la cabeza le punzaba, el cuerpo le hormigueaba, la piel perdía temperatura y... ni siquiera la presencia de papá le otorgó el consuelo necesario.
El colmo de todo fue la horrenda traición cometida por su adorado papá: el mayor de los Roux llevó al azabache al pediatra y el hombre de bata blanca pronunció la más horrible de las palabras: «inyección».
El susto de Krest era del tamaño de un titán y faltó casi nada para «decorarle» la bata al medicucho ese, imitando la tendencia de la moda instaurada esa mañana en las prendas de su maestra.
Por fortuna, papá hizo cambiar de parecer al profesional de la salud y la prescripción final consistió en tomar pastillas y un jarabe, cuyo gusto inicial era la rica cereza y al tragarlo...
Sabía «hodible».
El pequeño Patito se supo injuriado. Ni siquiera tenía el consuelo de comerse un chocolate para quitarse el mal sabor de la boca, pues la pancita le dolía.
Y le dolía... y le dolía...
A pesar de las adversidades, Krest se afanó en demostrar por qué era el Paballedo del Patito: fue valiente y se tomó la medicina sin hacer mucho escándalo.
Hasta La doña Athena estaría orgullosa de él, tal y como lo estaba papá.
Sin embargo, querido lector y con riesgo de arruinar tu opinión sobre Krest, te contaré un secreto: la amenaza de una inyección era un escenario aberrante para nuestro pequeño Paballedo del Patito, a comparación de un desagradable jarabe.
Por supuesto, Krest tenía claras sus preferencias.
Se comería una espantosa galleta de anís o incluso, bebería el amargo café de papá o el «hodible» jarabe, pero que le pinchen la colita de pato...
¡Jamás!
Volviendo a la historia: ese miércoles y a pesar del medicamento, la boca seguía terca en abrirse y sacar los poquísimos alimentos que el niño consumía a cuenta gotas. El estómago hacía sonidos raros y la incomodidad gobernaba cada partecita de su ser. Se sentía fatal...
—Me «muedo»... —le lloriqueó a papá una de tantas veces, abrazado a él como garrapata.
No quería que se le fuera y se le perdiera en algún lado. Es más, ni siquiera hizo caso de la voz de Cristal, quien le rogaba cuidarlo.
Nanay, Krest no iría a ningún lado que no fueran los brazos de papá y mucho menos con ese platinado desabrido con quien un par de veces tuvo un encuentro glacial, motivado por el afán del otro de querer agarrar de más a papá.
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Las aventuras del Paballedo del Patito | Yaoi
FanficKrest es un niño de tres años de naturaleza vivaz, inquieto y con una imaginación nutrida, que se considera a sí mismo un Caballero de Athena que lucha por el amor y la justicia. Su única preocupación es jugar con sus hermanos, comer chocolates, do...