Sangre.
Había sangre por todas partes. Izuku sentía que el aire no le llegaba a los pulmones. Katsuki yacía junto a él con dos profundas heridas por las que se le drenaba la vida a medida que se desangraba.
Todo había ocurrido muy rápido. Había alcanzado a Katsuki en el momento en el que se dejaba caer al vacío, pero no tenía de dónde agarrarlo. Sin pensarlo un momento, se había lanzado hacia su cuerpo y lo había abrazado con fuerza.
Ambos cayeron.
Sus cuerpos rodaron por la empinada pendiente del desfiladero golpeándose una y otra vez contra rocas, matorrales y ramas secas. Izuku soportó el dolor aferrándose a Katsuki con fuerza e intentando protegerle con su propio cuerpo, pero todo fue en vano: durante la caída, dos filosas rocas habían atravesado el cuerpo del rubio como si fuera mantequilla, una cerca del hombro y otra junto a la pelvis. Él, sin embargo, había salido ileso a excepción de algunas heridas superficiales y las magulladuras provocadas por los golpes.
¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser así? Si habían caído desde el mismo sitio, ¿por qué Katsuki había resultado gravemente herido y él no?
Intentó cubrir las heridas con sus manos, pero la sangre no cesaba de manar. No tenía nada con qué detener las hemorragias. Toda su ropa se había quedado junto a sus mochilas a excepción de su ropa interior. Desesperado, palmeó el rostro de Katsuki repetidas veces.
—Despierta —rogó entre lágrimas—. ¡Por favor, despierta!
El rubio entreabrió los ojos y los fijó en él, pero volvió a cerrarlos de inmediato.
—No, no cierres los ojos. No te vayas —le pidió—. Quédate conmigo. Quédate conmigo.
Katsuki apoyó su cabeza contra el regazo de Izuku. Su respiración era cada vez más débil. Izuku acarició sus mejillas ensangrentadas y lloró contra su rostro al darse cuenta de que no había nada que hacer. Allí no había nadie que pudiera ayudarlos y se encontraban demasiado lejos del pueblo como para llevarle hasta allí.
—No me dejes —sollozó—. Por favor. Te necesito. Por favor. Por favor.
Había llegado el momento que tanto había estado temiendo durante meses. Al final, nada de lo que había hecho había valido para nada. No había importado lo pendiente que había estado a él o las noches que había pasado en vela por las continuas pesadillas. De nada había servido dejar atrás su mundo y abandonar a su familia. Nada de lo que había hecho había tenido sentido.
—Lo siento. No he podido protegerte. Lo siento muchísimo, Kacchan.
Su corazón estaba dejando de latir. Las palabras que había pronunciado hacía apenas unas horas retumbaron en su cabeza y se clavaron en su pecho como puñales.
"Juro que te amaré y que cuidaré de ti hasta que nuestros corazones dejen de latir."
Sintió rabia, impotencia. Aquello no era justo. No era justo que una persona noble y leal como Katsuki muriera de esa forma. Se preguntó si ese accidente se podría haber evitado si él no le hubiera dicho cuándo era su cumpleaños, o quizás si se hubiera negado a ir a aquel lugar idílico donde había pasado los mejores momentos de su vida junto a su amor. Se preguntó... si todo eso hubiera podido evitarse si él no hubiera entrado en la vida de Katsuki. ¿Acaso había sido él el verdadero culpable de todo? ¿Hubiera sido distinto el destino de aquel chico si él no hubiera ido al mundo de los humanos?
Abrazó con fuerza el cuerpo inerte de Katsuki y lloró con toda su alma mientras le pedía perdón una y otra vez y le decía que lo amaba. Hubiera hecho cualquier cosa por que el rubio le respondiera por última vez, por que le mirara con sus ojos de color rubí y le sonriera como solía hacerlo, pero él ya no estaba allí con él. Se había ido. Tal y como había dicho la profecía de Nighteye.
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Parte de tu mundo (Bakudeku)
FanfictionIzuku tiene apenas seis años cuando conoce al amor de su vida, Katsuki Bakugo, pero todo un mundo lo separa de él. Al fin y al cabo, Izuku es un dios y Katsuki, un humano. (BAKUDEKU)