Katsuki se despertó aquel fin de semana con el ruido que procedía de la cocina. Escuchó las voces de Mitsuki e Izuku charlando animadamente y la curiosidad hizo que se levantara de la cama. Los sábados solía dormir hasta más tarde aprovechando sus días libres. La panadería era un trabajo que les exigía madrugar mucho todos los días, pero una vez que el pan y los dulces se habían vendido, disponían de bastante tiempo libre durante el resto del día.
Los viernes solían trabajar el triple: dejaban preparado mucho más pan para el fin de semana. De esta manera, solo tenían que acudir a la panadería a vender el producto y podían descansar un poco. Masaru acudía los sábados y Mitsuki los domingos. Como Katsuki apenas estaba empezando en el negocio, todavía le dejaban descansar el fin de semana completo, siempre y cuando trabajara de lunes a viernes con su máximo esfuerzo. Ese había sido el trato que habían hecho cuando Katsuki se había negado a realizar estudios superiores en la universidad.
—Quiero continuar con el negocio —les había dicho.
Le gustaba el trabajo de sus padres. Se había criado entre manchas de harina y olor a pan recién horneado. Desde pequeño había observado a sus padres mientras trabajaban la masa, había ayudado a su madre en incontables ocasiones a preparar dulces en casa, y siempre que podía, iba a la tienda a echar una mano. No necesitaba mucho más. Entre los hornos era feliz. Y ahora mucho más.
Apenas hacía unos días que Izuku había aparecido en su vida y todavía le costaba creerse que sus sueños se hubiesen convertido en realidad. El chico de los ojos verdes siempre tenía una sonrisa preparada para él. Por las mañanas, se levantaba temprano para limpiar la casa de los Bakugo —a pesar de que nadie se lo había pedido—, y después lo visitaba en la panadería y le hacía compañía hasta que terminaba de trabajar. Al regresar a la casa, ayudaba a Katsuki a preparar la comida y le pedía una y otra vez que le enseñara a hacer pan para poder ayudarlos también en la panadería.
Convivir con Izuku era fácil y agradable. Pero lo mejor eran las tardes, cuando tenían tiempo para pasear por el bosque, tumbarse en la hierba a leer y hablar junto a la orilla del río. Era como si Deku se hubiera materializado en la vida real. Izuku y él eran completamente idénticos, tanto en el físico como en la personalidad. Y aun así, todavía había ocasiones en las que se sentía culpable por sentirse atraído por ese chico sin estar cien por cien seguro de que se tratara de su amor.
Estaba terminando de vestirse cuando unos golpes resonaron en su puerta.
—Kacchan, ¿estás despierto? —Abrió la puerta y allí estaba él, con sus bellos ojos y su radiante sonrisa—. Buenos días, Kacchan.
—Buenos días, nerd —le dijo cariñosamente.
Izuku hizo un mohín.
—Que me sepa muchas historias no me convierte en un nerd.
La noche anterior, aprovechando que Katsuki libraba al día siguiente, se habían quedado hasta tarde charlando y contándose historias. A Izuku le encantaban los cuentos, las fábulas y las leyendas. Entre los libros de la estantería de su habitación, había encontrado un libro que había pertenecido a la abuela paterna de Katsuki que relataba cientos de mitos de distintas partes del mundo, y había aprovechado esa noche para contarle las más hermosas y apasionantes.
—Lo que tú digas, nerd —dijo Katsuki.
Izuku se cruzó de brazos.
—Venía a darte una sorpresa, pero ahora no sé si te la mereces.
—Ooooh, ¿el pequeño Izuku se ha enfadado?
—¡No soy pequeño, Kacchan!
Katsuki se acercó un poco más a él y se puso totalmente recto. En comparación, Izuku era una cabeza más bajo.
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Parte de tu mundo (Bakudeku)
FanfictionIzuku tiene apenas seis años cuando conoce al amor de su vida, Katsuki Bakugo, pero todo un mundo lo separa de él. Al fin y al cabo, Izuku es un dios y Katsuki, un humano. (BAKUDEKU)