30.

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Capitulo treinta.



Ellen



Sostengo la taza humeante en mis manos sin poder dar otro sorbo mas, aunque la fría mañana es perfecta para acompañarla con una bebida como esta. Sin embargo, ni siquiera los humeantes pequeños bollos que hacía minutos había sacado del horno eran suficiente para abrir mi estómago.



Podría señalar capaz que estaba por pescar algún virus estomacal o algo así, pero solo me estaría engañando, sabia perfectamente que la causa principal era la mujer que había tomado asiento frente a mí. Normalmente mis mañanas eran buenas, solía desayunar a solas y sin molestias en la cocina, mientras los demás daban vueltas en el comedor o directamente salían a desayunar fuera. Así que la presencia que estaba sentada frente a mi me estaba revolviendo el estómago y de mala manera.



—Deberías probarlos, no los hiciste tan temprano solo para dejarlos—dice Elena tomando su segundo bollo caliente.



—No me llaman, los dejare para los niños—murmuro incomoda sobre la banqueta de la cocina.



La mujer asiente mientras continúa degustando su bollo y el te caliente que tuve que prepararle cuando se sentó frente a mi dispuesta a compartir "el momento". Descarto la tasa de te humeante a los minutos dejándola a un lado, los ojos de Elena siguen mi movimiento antes de volver a recaer sobre mí, sigo sus manos cuando dejan la tasa y su bollo casi terminado.



—Evidentemente no pasaremos un buen rato como esperaba—admite y no se ve nada sorprendida por como se dio la situación—. Así que podríamos solo saltar a la parte donde hablamos.



Respiro profundo mientras cruzo mis brazos sobre la fría mesada, era demasiado temprano como para hacer esto, los trillizos tardarían al menos una hora mas en despertar.



—Tu dirás.



Sostengo mi mirada sobre ella viéndola pensar, Elena había sido alguien que podría haber llegado a aceptar como familia, era básicamente la madre de Dante y quien muy a mi pesar, solo quería lo mejor para él. Valoraba mucho esos, incluso cuando nunca pude ser "lo mejor" para ella.



—No sé por dónde empezar—admite viéndome—. Pero quería tener esta conversación contigo. Así que empezare por la pequeña espina que he tenido desde tu conversación con las mujeres de aquí—me recuerda—. Me se tu papel Ellen, me lo aprendí y ya lo puedo hasta replicar, si quieres ser la "pobrecita" de la historia esta bien. Si quieres que yo sea la mala del cuento. También está bien—asiente seria—. Porque todos somos los malos de la historia que no es nuestra. Así que, quieres seguir cargando con ese resentimiento, adelante. Es tu derecho, pero no mezcles las cosas.

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