52.

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Ellen



El silencio que se sostiene en nuestra habitación es tranquilo, indiferente y hasta frío. Un silencio que nunca antes me había molestado y siquiera importado como para fijarme en él, pero hoy, hoy era un silencio que preparaba el ambiente para todo el desastre que se avecinaba.



Otra guerra.



El reflejo que me devuelve el espejo del tocador femenino me hace revolver el estómago. Viejos recuerdos me invaden y me corroen desde adentro, así había empezado el final de mi historia con los LaCroix, con una guerra. Intento desaparecer esos pensamientos de mi mente, pero parecen repetirse una y otra vez sin descanso.



No podía solo decir que mi pasado y mi ruptura con Dante se había debido solo a la guerra que nos había rodeado, no, solo había sido un peso sobre nuestros hombros que nos hizo daño y nos separó aún más. Eso no tenía comparación alguna conmigo y Haniel. Pero era algo que repercutida profundo en mí.



Apenas nos habíamos unidos, apenas estábamos empezando con toda nuestra nueva vida y esto se tenía que presentar, justamente ahora.



Los pasos que se acercan al cuarto son mi aviso previo antes de que la puerta de la habitación se abra y Haniel me devuelva la mirada a través de mi reflejo. El silencio nos acompaña mientras lo veo caminar hacia mi sin voltear. Mi cuerpo se estremece de anticipación y creo que me siento temblar apenas sus manos bajan a mis hombros, respiro hondo cuando dejan ese lugar para bajar y abrazarme desde atrás. Veo su rostro mirar fijo el mío por el espejo, serio, paciente y tranquilo.



—Te espere, cuando Leaniel se fue.



—Necesitaba algo de espacio—Murmuró luego de pensar mis respuestas.



Haniel me da una sonrisa triste mientras asiente apenas, intento devolverle el gesto cuando deja un suave beso en mi cabello. Veo quieta como se aparta de mí y se dirige hacia el baño. No tarda mucho en escucharse el agua de la ducha. No teníamos mucho que decir, Haniel me había sentido y seguramente escuchado, al momento en que estuve a metros de su presencia, nuestra unión lo testiguaba. No tenía nada que decirme, porque ya había escuchado lo suficiente.



Ariok Allen nos había declarado la guerra. Así de rápido y sencillo como sonaba.



La familia Allen había sido usurpadora desde el inicio de sus tiempos, la manada Allen nunca había existido de nacimiento, sino que había tomado y puesto bajo el yugo de los Allen territorios ajenos. Exactamente hace unos meses Brian Allen había dejado este mundo por causas que hasta el día de hoy todos desconocían y en su lugar había asumido su hijo mayor, Ariok.

My Wolf BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora