Pete miró a su mejor amigo desde hace 14 años caminar hacia él, al igual que la mayoría de los demás estudiantes que se encontraban en el salón de clases. Sonrió tristemente y cabizbajo. Vegas tendía a causar esa atracción sobre la gente, pero parecía que nunca se acostumbraría a ello.
Medía más de 1.80, con un cuerpo firmemente musculoso, hombros amplios y espalda ancha. Su cabello negro era ligeramente más largo y rebelde que el de Pete, tenía una mandíbula afilada, pómulos muy definidos y un par de ojos cafés e indecentes.
La imagen de aquel niño debilucho y llorón se había esfumado por completo, y los recuerdos de Vegas siguiéndolo como un perrito faldero parecían ser una broma de mal gusto.
Ahora era toda una obra de arte. Ladrón de suspiros soñadores y autor de varios deseos pecaminosos. Y cuando se situaba junto a su mejor amigo, el verlos lado a lado era suficiente para dejar a varios sin aliento.
Si Pete provocaba que las chicas quisieran hacer el amor sobre una cama con pétalos de rosas, Vegas las hacía pensar en sexo sucio en un motel de mala muerte o baño de un club: pero, para su mala suerte, a ninguno le atraían las chicas en lo más mínimo.
—Llegué justo a tiempo, ¿cierto? —Dijo Vegas con aliento agitado, dejándose caer pesadamente en el asiento próximo-. El maldito de Chan no me perdonaría otro retraso esta semana.
Riendo, Pete le acercó la bebida que había comprado en una de las cafeterías cercanas a la universidad.
—¿Qué esperabas? La clase es de tres días a la semana y tú con suerte vienes solo uno, y para variar, siempre llegas tarde.
Pete no necesitaba preguntar la razón de sus retardos.
Conocía la respuesta a la perfección.
—Supongo que no me conviene tomar clases matutinas cuando Porsche se quede en mi departamento -dedujo Vegas antes de darle un sorbo a su café—. Es muy fácil distraerme con él durante las mañanas.
Pete no necesitó mirarlo para saber que estaba sonriendo.
Él también bebió de su café.
Supo más amargo de lo normal.
—No quiero saber los detalles de tu vida sexual, Vegas. Ahórrame las ganas de vomitar tan temprano.
Vegas se echó a reír mientras cogía el envase de Pete para beber de ese también. Por alguna razón, siempre lo hacía.
—Si sigues haciendo eso dejaré de comprarte el tuyo —le advirtió—. ¿Qué caso tiene que compre dos si terminarás tomando del mío?
—Pero el tuyo siempre sabe mejor.
Pete soltó un largo suspiro.
—Son exactamente lo mismo: dos americanos calientes sin azúcar o crema.
—Mmm, pero me he dado cuenta de que la comida y las bebidas siempre me saben mejor cuando tú das el primer bocado o sorbo. Quizás sean tus labios, Pete. ¿Serán igual de dulces que el sabor que dejan en el café? —Confesó con una sonrisa que enloquecería a cualquiera.
Resoplando, Pete le quitó su café y bebió un trago largo. Su garganta se sentía repentinamente seca.
El disimular indiferencia hacia los gestos de su mejor amigo no era fácil. Las mentiras no se le daban bien, incluso menos cuando se trataban de Vegas. Lo bueno que tenía años de práctica; pero, fingir se había vuelto mucho más difícil.
—¿Entonces, vas en serio con Porsche? —Preguntó casualmente, dejando el vaso de plástico casi vacío sobre la paleta de su mesabanco.
Desde que Vegas conoció a su novio hace un par de meses, su atención se centró por completo en él.
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We Don't Talk Anymore [VegasPete] [COMPLETA]
General FictionVegas y Pete han sido mejores amigos desde la infancia; ese tipo de mejores amigos que terminan enamorándose uno del otro sin el valor de confesarlo. La mayoría de las historias como esas nunca tienen un final feliz; los dos lo sabían muy bien. Pe...