Los minutos transcurrían y ninguno se daba cuenta de ello.
Por ende, tampoco notaron como un rayo crujió y un destello rasgó el cielo estrellado a las afueras de la florería. Una llovizna no pronosticada se terminó convirtiendo en un aguacero con mucha rapidez. Gotas de agua caían con fuerza y estruendos de la repentina tormenta azotaban las ventanas. Las luces dejaron de funcionar y el tumulto del mal clima, además de sus respiraciones irregulares, era lo único que se escuchaba en dicha oscuridad.
Pete no supo qué hacer.
¿Había escuchado bien?
¿Acaso...?
—Pete —Vegas se acercó poco a poco, despacio. Un jadeo escapó de su pecho mientras le rodeaba la nuca con su mano.
Otro destello.
Otro estruendo.
Otro cosquilleo.
Otro nudo de emociones quemándose bajo la piel.
Otro de todo.
Otro de mucho.
—Pete...
El sureño no lo dejó terminar. Su boca reclamó la de Vegas en ese instante, haciéndolo caer de espaldas sobre el suelo conforme el anhelo crecía con cada beso, con cada enredo de lenguas y con cada caricia de todo tipo; desesperada, tierna, impetuosa, hambrienta, y dulce.
Pete se deshizo del mandil que llevaba puesto y terminó quitándose su camiseta por encima de la cabeza mientras se colocaba sobre el contrario. Ambas rodillas apoyadas a los costados de las piernas de Vegas. Tiró de su saco de vestir, un par de dedos temblorosos intentando desabrochar cada uno los botones que parecían ser interminables. Se topó con una camisa de tela sedosa color blanco que Vegas no dudó en romper. No podía haber nada que se interpusiera entre ellos, ni siquiera pedazos de tela o el mismo aire. Las manos del sureño se deslizaron por el firme pecho y abdomen marcado del otro, provocando escalofríos en el camino. Lo besó de nuevo con ansiedad. Con lividez.
Vegas se irguió de repente, correspondiendo el beso con la misma impaciencia por más; por sentirlo más. Inspiró con fuerza mientras acogía el rostro de Pete, sus dedos buscando enredarse con su cabello y jalar de él. El sureño no pudo evitar gemir con cada roce entre sus lenguas, con cada gusto de su sabor. Besos húmedos y calientes recorrieron su hombro, la curva de su cuello y la línea de su mandíbula.
Pete no supo en qué momento sucedió, pero Vegas lo había levantado del suelo y lo sentó en una de las mesas de trabajo situadas en la trastienda. Sus brazos anclados detrás de su cuello y ambas piernas envolviendo sus caderas y parte baja de la espalda. Le mordió los labios con suavidad, intensificando la excitación del otro.
—¿Puedo tomar esto como un sí? —susurró sin aliento.
Pete sonrió sobre su boca.
—... Puedes tomarlo como tú quieras.
Entre brusquedad afanosa y pasión carnal, logró desabrochar el botón de sus pantalones y tirar hacia abajo. Vegas hizo lo mismo, su cuerpo apretándose contra el de él con movimientos que lo hacían caer presa de delirios muy peligrosos.
—Entonces...
Pete cayó sobre la mesa, sintiendo la entrepierna del contrario rozando contra la suya. Dura y firme. Emocionada. Hambrienta. Arqueó sus caderas, buscando más y más. Las manos de Vegas se perdieron en el contacto con su piel. No hubo parte de su cuerpo que no tocara, y si la hubo, su lengua se encargó de no ignorarla.
—Lo tomaré como un "jódeme como si fuera nuestra luna de miel".
Otro destello; uno que le dio la oportunidad de ver a Vegas con claridad.
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We Don't Talk Anymore [VegasPete] [COMPLETA]
Narrativa generaleVegas y Pete han sido mejores amigos desde la infancia; ese tipo de mejores amigos que terminan enamorándose uno del otro sin el valor de confesarlo. La mayoría de las historias como esas nunca tienen un final feliz; los dos lo sabían muy bien. Pe...