—¿Cinco meses? —Pete no podía creerlo—. ¿En serio estuve inconsciente durante cinco meses?
—Casi cinco meses —lo corrigió el Dr. Top, quien seguía revisando la pupila izquierda del sureño con un plumín de inspección LED. Miró hacia la enfermera al otro extremo de la cama del hospital y asintió una sola vez. La mujer de blanco respondió el gesto y anotó un par de cosas en el expediente. El médico prosiguió con la pupila contraria antes de seguir hablando—. ¿Algún dolor en particular o migraña repentina que hayas sentido el día de hoy?
Pete se limitó a solo negar con la cabeza.
La pequeña luz se apagó de repente y la atención de Top viajó hacia la mano derecha del sureño.
—Mueve los dedos, por favor —le pidió—. ¿Duele? —Pete volvió a sacudir la cabeza con un no—. Ahora los de la mano izquierda.
La ya habitual revisión física duró un par de minutos; minutos en los que Vegas siguió cada uno de los movimientos de Pete desde el otro extremo de la habitación. Tintes de preocupación acaparaban su atractivo rostro.
—... ¿Y Porsche? —finalmente se atrevió a exteriorizar una de sus muchas dudas tras despertar—. ¿Se encuentra bien?
El Theerapanyakul asintió, acercándose tras notar cómo el sureño intentaba apoyarse contra la cabecera de la cama. Lo ayudó a posicionarse mejor, sujetándolo con mucho cuidado de la cintura y la espalda mientras que el otro lo tomaba de los hombros. Pete ya no llevaba el collarín y los analgésicos intravenosos hacían su trabajo la mayor parte del tiempo, pero todavía le costaba moverse en su totalidad.
—Se encuentra bien —respondió Vegas—. Ha venido a visitarte con mucha frecuencia.
Los ojos del sureño se abrieron más de lo normal.
—... ¿En serio?
—Él, Macao, Tankhun, tus abuelos, e incluso ese par de...—
—¿Arm y Pol? —lo detuvo antes de que pudiera darle voz a sus próximas palabras, intuyéndolas con extrema facilidad—. No les llames idiotas a mis amigos, Vegas.
El hombre solo resopló en un intento por no reír.
De repente, Top le pidió al sureño que intentara mover los dedos de su pierna izquierda parcialmente enyesada, y el semblante de Pete se contorsionó en una mueca de dolor y cierta impotencia. El doblez de sus dedos libres fue mínimo y apenas perceptible.
—...Con eso es suficiente —dijo el médico con tono amable, dedicándole una mirada comprensiva antes de voltear hacia la misma enfermera y tomar el expediente entre sus manos. Hizo un par de anotaciones propias mientras revisaba hoja tras hoja.
—Gracias —dijo con una leve sonrisa que Vegas no tardó en regresarle. Le acarició la mejilla con el dedo pulgar y le dio un pequeño beso en la frente.
—No te preocupes —respondió. Y, por alguna extraña razón, Pete sintió que no se refería únicamente al gesto de ayuda.
—Te haremos un par de pruebas más, ¿de acuerdo? —habló de nuevo Top, captando la atención embelesada de ambos—. Y cuando sea el momento apropiado —le echó un vistazo rápido a la pierna de Pete—. Comenzaremos con las sesiones de terapia y rehabilitación, ¿te parece bien?
Pete inspiró hondo y asintió, esperando que una pizca de coraje se infiltrara en todo el aire que hinchó sus pulmones mientras que la mano de Vegas no dejaba de acariciarle la espalda.
El Dr. Top fue muy franco desde el día que el sureño recuperó la consciencia.
Cumpliendo su deber como médico y siendo lo suficientemente objetivo sin perder el tacto, le había explicado la condición de su pierna: la cual, sinceramente, no era la mejor. La probabilidad de volver a caminar sin soporte adicional era muy baja; no obstante, el resultado de la cirugía de reconstrucción había sido relativamente bueno, así que no, Pete no se sintió atrapado en el fin del mundo cuando supo que necesitaría ayuda de una silla de ruedas, un par de muletas y un bastón durante mucho tiempo, pero era consciente de que no sería fácil. Y lo menos que deseaba era ser una molestia para los demás.
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We Don't Talk Anymore [VegasPete] [COMPLETA]
General FictionVegas y Pete han sido mejores amigos desde la infancia; ese tipo de mejores amigos que terminan enamorándose uno del otro sin el valor de confesarlo. La mayoría de las historias como esas nunca tienen un final feliz; los dos lo sabían muy bien. Pe...