A pesar de que la habitación de Vegas se encontraba a meros metros de la entrada principal del departamento, ambos terminaron sobre uno de los sofás más grandes en la sala de estar.
Vegas estaba sentado con Pete sobre su regazo, sujetándolo del cuello para evitar que escapara del frenesí en el que se encontraban sus labios todavía, chocando unos con otros en una pelea incesante por tomar el control y marcar el ritmo de lo que parecía una necesidad desmesurada; sus lenguas desesperadas por recorrer hasta el rincón más profundo de la boca del otro y perder la cordura.
Lejos de escapar como Vegas creía, Pete dejó que hiciera lo que quisiera con él; que tirara de sus labios para mordisquearlos tan fuerte como pudiera y que sus manos recorrieran todo rastro de piel desnuda como si se tratase de un escultor moldeando su próxima obra de arte.
—¿Tienes alguna idea de lo que provocas en mí? —le preguntó Vegas en un jadeo contra sus labios, provocando que un espasmo recorriera toda la espalda del contrario al romper momentáneamente el beso.
Pete aprovechó no solo para respirar a fondo, sino también para prestarle atención al enorme bulto que presionaba su entrepierna. Una media sonrisa traviesa contorsionó su enrojecido rostro.
—...Puedo imaginármelo —respondió agitado, plantándole un suave beso en la frente mientras sus manos se ponían a trabajar en la cremallera del pantalón del contrario.
Vegas tembló, su aliento chocando con las facciones ansiosas de Pete, quien no dejaba de frotar maliciosamente su entrepierna contra dicha erección palpitante.
—Pete...
—Levanta las caderas, precioso —pidió mientras intentaba bajarle los pantalones junto a un par de boxers manchados con líquido preseminal. No pudo evitar lamerse el labio superior tras contemplar aquella delicia venosa y dura a simple vista—. Quiero montarte.
"Precioso".
"Quiero montarte".
Mierda.
Todavía no se acostumbraba a que Pete lo llamara de esa manera, incluso menos a escucharlo hablar sucio.
Nunca imaginó que podría excitarse tanto por ello.
Pero le encantaba.
Joder.
Le fascinaba.
Las palabras de Pete hicieron que perdiera la poca paciencia que le quedaba, y sin poder resistir el impulso hambriento que terminó cegándolo por completo, tomó su suéter con fuerza para atraerlo hacia sí y volver a besarlo con ímpetu, sin importarle que su desesperación delatara sus pensamientos. Pete sonrió satisfecho entre sus labios, cayendo en cuenta de la reacción del otro.
—...¿Te gusta que te llame así? —adivinó con facilidad. Su voz recorrió todo el rostro de Vegas como un susurro tentador, llevando su boca hasta su cuello para dejar varios besos húmedos sobre su piel.
—Me gusta todo lo que tenga que ver contigo, Pete —contestó con prisa, sujetándolo de nuevo por el cuello para verlo directamente. Las pupilas de Pete estaban dilatadas y su mirada llena de fervor listo para explotar. Algo parecido a una corriente eléctrica recorrió todo el cuerpo de Vegas, haciéndolo estremecer conforme hablaba—. Todo me vuelve loco, tú me vuelves loco. Eres mi perdición, y a la vez, el único que puede salvarme de ella. Me tienes a tu completa merced, puedes hacer lo que quieras conmigo, incluso romperme, y créeme, siempre y cuando seas tú el que lo haga, no me importaría en lo absoluto. Estaré agradecido por ello —le plantó otro beso en los labios; lento, vibrante y seguro—. Te amo, Pete. Pero siento que esas dos palabras nunca serán suficientes para expresar lo que siento por ti. Eres el amor de mi vida, el único que tengo y el único que tendré.
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We Don't Talk Anymore [VegasPete] [COMPLETA]
General FictionVegas y Pete han sido mejores amigos desde la infancia; ese tipo de mejores amigos que terminan enamorándose uno del otro sin el valor de confesarlo. La mayoría de las historias como esas nunca tienen un final feliz; los dos lo sabían muy bien. Pe...