Capítulo 16.

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Había pasado mucho tiempo desde la última vez que el recuerdo de aquel día lo perseguía en sueños; sin embargo, el congojo con el que despertaba seguía siendo el mismo que cuando era un adolescente.

Con los ojos ligeramente húmedos, fue abandonando la somnolencia conforme su vista se acostumbraba a la imagen de su vieja habitación y, sobre todo, a la sensación cálida que llenaba su pecho tras advertir como Vegas seguía abrazándolo por la cintura. El aliento del contrario chocaba ligeramente con su nuca y la punta de su nariz le tocaba la piel. Un pecho firme y ancho hacia contacto directo con su espalda, dándole la oportunidad de apreciar cada uno de los latidos que parecían recordarle que finalmente había despertado de un muy mal sueño.

Vegas seguía dormido, así que, con mucho cuidado, Pete se giró lentamente para quedar cara a cara.

A diferencia de prácticamente todo lo que había en el departamento de Vegas, las comodidades en la casa de Pete eran muy pequeñas, incluyendo –obviamente– su cama, así que no tenían otra opción más que pegar sus cuerpos de una forma quizás no tan cómoda para otros, pero que, para ellos, podría ser lo más cercano a sentirse entre las nubes.

Contempló su rostro adormitado. Realmente lo contempló como nunca; encontró belleza en cada una de sus facciones extremadamente fácil. En cada una de sus pestañas, en el puente de su nariz, en el arco de Cupido de sus carnosos labios, Dios, en sus mismos labios, en la definición de sus pómulos, en cada uno de los contornos de su afinado rostro, en los poros casi inexistentes, en todo aquello ya conocía, pero que nunca se cansaría de admirar. En todo aquello que lo volvía loco, que lo hacía suspirar, que le robaba el aliento. Que finalmente podía llamar suyo.

Era suyo.

Vegas finalmente era suyo.

Pensamientos como esos pasaron por su mente: pero, aun así, una parte de Pete sentía no merecerlo. Ni a él, ni la felicidad que aquello significaba.

¿El querer ignorar esa vocecita que le recordaba constantemente lo que había hecho sería muy egoísta de su parte?

¿El karma se lo cobraría muy caro?

¿El tener que regresar a Inglaterra formaría parte de dicho cobro?

No.

No estaba muy seguro sobre las primeras dos incógnitas, pero su regreso a Inglaterra era más que indudable. Quizás el motivo por el cual comenzó el internado fue solo una excusa para irse, pero su objetivo por terminarlo no. A pocos meses de finalizar su proyecto de investigación que había captado el interés de otras universidades por basarse en la detección temprana de malfuncionamientos en transmisores de autos de alto impacto, sabía que el abandonarlo no era conveniente; ni para él, ni para el Pete de hace tres años que se esforzó tanto en ello y, de una alguna manera bastante irónica y lúgubre, tampoco lo era para Kinn, quien también había dedicado gran parte de su tiempo en ayudarlo.

Tenía que responsabilizarse de sus decisiones, así como de las consecuencias de estas. Y si seguir trabajando junto a Kinn era una de ellas, estaba dispuesto a aceptarla. Así como a respetar la posibilidad de que solicitara un cambio de tutorado. Estaba en todo su derecho de hacerlo.

Huir de Kinn no formaba parte de sus planes, pero tampoco lo obligaría a someterse a ellos.

Quién figuraba en sus planes era el hombre todavía dormido frente a él. No había uno que no lo incluyera, con la esperanza de que aceptara su parte en ellos.

De manera lenta y gentil, sus dedos peinaron hacia atrás un par de cabellos que caían sobre la frente de Vegas. Quiso acariciar la herida a casi nada de sanar por completo de su labio inferior, pero era consciente que al hacerlo lo despertaría, así que se contuvo de ello.

We Don't Talk Anymore [VegasPete] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora