afterglow ⸺ bruce wayne

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                Beth esperó a que el viejo ascensor se abriera para dirigirse al desordenado escritorio de Bruce con su taza de BB-8 llena de capuchino caliente en la mano. Había pasado una semana desde su boda privada y todo parecía ir bien, incluso la vida académica de Dick iba de maravilla. Pero eso no quería decir que estuviese tranquila. Cada que las cosas iban correctamente no tardaba en pasar algo que cambiara el rumbo, siempre le sucedía.

Probablemente fue por eso que ese día en específico no podía reconciliar el sueño. Generalmente tardaba en hacerlo y no descansaba del todo hasta sentir el peso de Bruce a su lado pero aquella vez ni cerró los ojos. Eran las cuatro de la mañana cuando se dio por vencida y decidió bajar.

El sonido de un auto acercándose haciendo eco en el túnel frente a ella le hizo pausar la serie que veía en uno de los monitores. Se levantó para caminar en dirección suya, cruzándose de brazos ante el frío que traspasaba su sudadera.

Bruce salió del Dodge, sin perder el tiempo pudo quitarse la capucha dejando al descubierto su cabello castaño desordenado. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro manchado por el maquillaje negro mientras se acercaba a ella quitándose los guantes y lanzándolos a la mesa más cercana. Eran unas de esas imágenes mentales que permanecerían por siempre en la cabeza de Beth.

Besó sus labios encorvándose un poco, sosteniendo su rostro con una mano, antes de alejarse lo suficiente para mirarle a los ojos. La castaña podía sentir su calidez a través de las vendas que cubrían sus nudillos.

—Sabes que adoro que me recibas pero tengo que preguntar. ¿Qué haces aquí abajo tan temprano...—miró por detrás de su hombro a la pantalla—y viendo Doctor Who?

—El internet en la baticomputadora es mil veces más rápido que arriba lo cual no tiene sentido considerando que estamos, literalmente, a cientos de pies bajo tierra. Eso y que tiene muy buena resolución. Puedo ver cada detalle del Doctor como si lo tuviera a mi lado.

Bruce soltó una risita.

—Me alegra que David Tennant te haya acompañado en mi ausencia pero no es por eso que estás aquí.

Se alejó de ella para ir hacia el escritorio y comenzar a quitar cada parte del traje. Beth se dio media vuelta siguiéndole para ayudar.

—Es sólo que...—comenzó mientras dejaba la armadura con el emblema en la mesa—tengo este sentimiento de que algo malo va a pasar. Se siente raro.

—No tendrá que ver con la junta de la editorial, ¿o si?

Permaneció en silencio. Le conocía tan bien que se daba cuenta de las cosas antes que ella misma. Días antes había enviado su borrador a una sola editorial en Gótica solo para probar suerte, sin esperar respuesta alguna pese a los ánimos de Dick y Bruce...tal fue su sorpresa cuando sucedió casi de manera inmediata. Se reuniría con un grupo de la empresa esa mañana.

—Iré contigo—dijo retirándose las vendas.

—No tienes que venir, sé que estás cansado y...

—Beth—le miró—te alcanzo en cinco minutos.

Con una sonrisa besó su mejilla poniéndose de puntillas, dejándole con la misma expresión mirándole ir al ascensor.

A eso de las nueve y tras dejar a Dick en la escuela, estaban en camino a la editorial en el corazón de la ciudad. Pese a que había tráfico, Beth ni siquiera lo sintió de esa manera al tener buena música y a Bruce a su lado hablando de lo que sea que tuvieran en mente.

—Así que prácticamente Yoda es el único de su especie en hablar así de ridículo—dijo ella.

—Entonces nos salvamos de escuchar a Baby Yoda hacer lo mismo—pudo sentir su mirada encima—disculpa, Grogu.

Beth asintió satisfecha ante la corrección lo que causó una pequeña risa de ternura por parte de Bruce. Misma que se desvaneció al mirar por el espejo retrovisor. Un auto algo viejo de color negro llevaba detrás suyo varias calles antes y que diese vuelta en la misma esquina que ellos por cuarta vez comprobaba sus sospechas.

—Quizá después de la junta podemos ir a pasear. Mi mamá recogerá a nuestra cría del colegio—le miró al no recibir respuesta—¿Bruce?

—Seguro—redujo la velocidad en búsqueda de un buen lugar en la acera.

Giró la cabeza sonriéndole. Fue lo suficiente para calmarla o al menos eso pensó cuando finalmente aparcó fuera del alto edificio. Estaba usando un conjunto que había arreglado con sumo cuidado para la ocasión: jeans negros, sus botas de tacón y un suéter del mismo color con un pequeño Grogu bordado (regalo de su madre) encima de una camisa blanca. Arregló su cabello en una coleta y acomodó su fleco por milésima vez en el reflejo del ascensor.

—Te ves hermosa—dijo Bruce con los ojos puestos en ella y manos en los bolsillos. Ella le devolvió la mirada por el espejo—y no lo digo sólo por ser...tu esposo.

Mentiría si dijese que no estaba esperando el momento para mencionar en voz alta ese par de palabras. Por suerte no llegaría a hacerlo porque ella lo sabía y se notaba en su rostro cuando se dio media vuelta. Sus ojos cafés tan brillantes, mejillas rosadas decoradas por pequeñas pecas y esa sonrisa que le causaba una corriente eléctrica por todo el cuerpo, recibiéndole. Fue entonces que decidió acomodar el cuello de la camisa que usaba, sin perder la oportunidad de hacer lo mismo con el dije plateado que prácticamente formaba parte suya al tenerlo muchísimo antes de conocerle. Algunas veces no necesitaban hablar para decirse las cosas. Ese pequeño gesto en silencio más la forma en que se miraban era suficiente.

La puerta se abrió dejando entrar la luz del pasillo iluminado. Como si fuera en automático se tomaron de las manos para salir de las cuatro angostas paredes.