Capítulo 12

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Una Solución

Tyler Donovan

Ya que estás acá y tuviste el tiempo de venir a visitarme... ¿Qué te parece si te cuento mi versión de los hechos? Oh... Sí... Cierto, puede que estés un poco cansado del largo viaje que has transcurrido hasta llegar a mi, toma asiento y pon atención a lo que te diré.

Lo recuerdo claramente, tenía un grillete aprisionando mi tobillo derecho, estaba unido con una cadena a una de las paredes de concreto de la casa de mi madre, sí... A esa señora le encantaba privar mi libertad. No me dejaba salir, parecía un pequeño niño esclavo, privado de todo beneficio humano, apartado del mundo en soledad casi absoluta. Teníamos un gallo, ese gallo era mi más preciado tesoro, mi mascota y mi amigo. Suena muy, muy raro esto... Pero, es verdad, al menos es mí verdad.

En las mañanas mi madre salía, no sé a dónde, no sé a qué. Quizás a buscar comida, quizás a hacer lo que se le viniese en gana. Me sentaba en el rincón más cercano y esperaba, no podía hacer otra cosa más que esperar a tener suerte que me dejase libre y salir corriendo junto con mi amigo el gallo, no sé a dónde ni en qué dirección, buscaba formas de quitarme ese... Maldito grillete que tanto me lastimaba, mientras mi madre no estaba en la choza que teníamos por casa.

Hubo un día que mi madre no llegó a casa, ese día no comí, ni al día siguiente. Comencé a llorar, al saber que quizás me había quedado realmente sin nada ni nadie, yo en ese momento tenía 8 años. El gallo parecía comprender mi soledad, claro... No quita el hecho de que parecía que estaba perdiendo la cordura. En esa noche y ese día el gallo no se separó de mí, no había otra fuente de calor más que él. Con sus plumas parecía que intentaba darme algo de calor, mientras yo lo abrazaba.

Al final del segundo día, ya estaba cayendo la noche, me estaba preparando para pasar otra noche fría, logré alcanzar una cobija que estaba cerca e iba a hacer una pequeña almohada con mi camisa, el gallo ya se acomodaba en un pequeño "Nido" que le había hecho yo mismo con la cobija entre mis piernas.
-Tranquilo amiguito, todo va a estar bien. (Le susurré al animal)

Minutos más tarde, las luces se encendieron encandilándome, mi madre entraba por la puerta, noté un poco de sangre en su rostro. Me sorprendí, de un brinco me levanté, el animal cayó agitando las alas hacia mi lado derecho.
-¿Mamá? ¿Qué pasó? (Pregunté algo preocupado)

Ella, me miró fijamente, hizo un gesto de confundida, levanto la mirada hacia el techo y luego me la devolvió. No lograba ocultar las lágrimas de mi rostro y por naturalidad salían desbordando rabia, tristeza y dolor.

-¿Qué haces aún con vida? ¡Pequeño parasito de dos patas! Al parecer las cosas no salen siempre como quieres ¿No? "Hijo" (Dijo furiosa)

-¿Por qué tardaste tanto madre? ¡Tengo hambre desde hace 2 días! ¿Dónde estabas? ¿Trajiste algo? ¿De verdad me dejaste aquí para que muriese?

-¿Tienes hambre querido hijito? (Dijo con algo de sarcasmo) Pues entonces ¿Por qué no te preparaste algo? ¿Acaso no eres lo suficientemente hombre como para hacerte algo tú mismo? ¡Mírate! (Dijo burlándose de mí) Ahí amarrado como un animal, te ves tan patético, tan insignificante, llorando como una niña ¿Sabes cómo debí llamarte? Teresa ¡Sí! ¡Así fue como debí de llamarte!

Se dirigió hacia su habitación, yo seguía teniendo miedo de lo que llegase a pasar, caí de rodillas aún llorando, no me di cuenta que entre tanto sollozo y lamentos. Mi madre ya estaba en frente de mí con un cuchillo de cocina en la mano. Me sorprendí, me fui hacia atrás hasta chocar mi espalda con la pared. Ella tomó al gallo y le rompió el cuello, yo grité, me sacudí y sin darme cuenta choqué la cabeza contra la pared.

A través de la obscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora