Para Lalisa, el trato era sencillo; una chica más para tener solo sexo sin ningún tipo de relación, un nombre más para agregar a su pequeño libro.
Un trato en el cual Jennie solo tenía que cumplir dos reglas:
No negarse.
No enamorarse.
De lo contrar...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Lisa
Era una jodida idiota. Lo había sabido toda mi vida. No nací de esa manera, pero el mundo a mi alrededor me moldeó en alguien que podría tomar mierda y repartir con la misma rapidez. Ser una cretina arrogante nunca me falló hasta ahora, hasta hoy. La mirada de dolor en sus ojos cuando le grité fue como una pistola eléctrica.
Ella no sabía lo jodida que me encontraba. No sabía que preguntar por mi familia era lo más doloroso que podía hacer. Me equivoqué al gritarle.
Había una gran diferencia entre autoridad sexual y gritar a una mujer. Pero sabía que una vez que me calmara, iba a hacer las paces con ella.
Eché humeante agua sobre mi cara y hombros. La ducha fue el primer lugar al que fui cuando regresé a casa. Había caminado a través del abarrotado club, ignorando las personas que pensaban que eran mis amigos, y fui directamente por las escaleras. Tendría que volver a bajar pronto y jugar a la propietaria del club, pero lo único que quería hacer era estar bajo el calor y dejarlo quemarme.
— ¿Quién cagó en tu filete? —preguntó Eunha cuando entré a la oficina.
Se hallaba sentada detrás de mi escritorio con los pies levantados como si fuera la dueña del lugar.
—Vete a la mierda. ¿Algo pasando abajo? —pregunté, hojeando papeles en mi escritorio.
—Ay. Eso quemó un poco. Qué bueno que me guste el dolor. —Dejó caer sus pesadas botas en el suelo y se levantó—. Nadie especial, pero aún deberías mostrar tu rostro.
Nuestra relación era tensa, sin duda lo había sido desde que puse los ojos en Holli. Era otra dificultad de la que no sentía ganas de ocuparme, pero en algún momento iba a tener que llegar al fondo de los problemas de Eunha.
Cerró de un golpe la puerta de la oficina en su salida y negué con irritación. Estaba a segundos de dar la vuelta, ir tras ella, e insultarla.
Pero entonces la puerta se abrió otra vez, dejando entrar la música fuerte de la planta baja.
— ¿Qué ocurre? ¿No terminaste de ser una perra? —pregunté de espaldas.
—En realidad, vine a disculparme.
La suave voz de Holli llenó el espacio detrás de mí, me impulsó a dar la vuelta y mirarla. Se había cambiado, y ahora usaba una sexy falda negra y una blusa rosa con un hombro descubierto. El típico rubor cubría sus mejillas y cuello. Mi polla creció con fuerza en los segundos desde su llegada.
— ¿Disculparte por qué? —pregunté.
No tenía ninguna razón para disculparse. Yo, por el contrario, debería haber pedido disculpas, pero eso no era algo que hacía. En cambio, le compraría algo lindo o le daría un orgasmo extra.
—No debería haber sido entrometida. No tenía derecho a fisgonear en tus asuntos o preguntar acerca de tu familia.
Podría haberme aprovechado totalmente de su posición, en su lugar, le tomé la mano y la atraje hacia mí. Enterrando mi cara en su cabello, dejando que su fresco aroma me llene.