Fukumori 3

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Aquella noche no había enemigos, no existían los conflictos, únicamente estaban ellos dos, juntos, bailando al ritmo de la música, pegando sus cuerpos en un hermoso vals.

Por un instante sus ojos se cruzaron, pero no tardaron en cerrarse al sentir la calidez que provocaba la cercanía de los labios ajenos, uniéndolos en un cálido beso, expresando lo que se habían extrañado el uno al otro.

La música terminó, pero se negaban a separarse, tiendo Mori la cabeza apoyada en el hombro de Fukuzawa. Quería volver a los viejos tiempos, pero no sabía como pedirlo, no sabía como volver a ser su pareja, pero algo tenía claro esa noche, no se dormiría sin volver a sentir a su amado.

Las manos del médico bajaron a los glúteos del albino, apretándolos con picardía.

- ¿Qué haces? – Mori solo rio – sabes que el pasivo eres tú.

- ¿Eh? – eso lo desconcertó, aunque razón no le faltaba.

- Además, lo haces mal – ahora eran sus grandes manos las que bajaron al trasero del pelinegro, apretándolo con fuerza, logrando arrancarle un par de jadeos.

- Hagamos lo de antaño, Fukuzawa.

No se dijo más, el peliblanco lo agarró de la mano y lo guio a la cama, en otras condiciones lo habría llevado en brazos, pero la edad no acompañaba.

Lo tumbo en la cama, posicionándose encima, comenzando a besar su cuello con delicadeza, sin embargo, sus manos comenzaron a quitar los pantalones del contrario con prisa. Y seguidamente quitaron los suyos.

Hacía años que no lo hacían, años que ambos soñaban con ese momento, años... muchos años. Pero ahora eso no importaba, y el peliblanco entró en el sin preparación previa, por lo que el médico dio un quejido.

- ¡Oe!

- No iba a ser delicado.

Y no lo fue, en ningún momento fue lento o flojo, todo era rudo. Mori se agarraba a sus ropajes, tratando de soportar aquello, le encantaba, no mentiría, tenerlo para el era un sueño, pero iba muy rudo para ser su primera vez en tanto tiempo.

No lo dejó para, aun así, aferrando sus piernas a la cadera ajena, gimiendo en su oído, incluso, en ocasiones, pidiéndole más.

- F-Fukuzawaahh...

- Hacía mucho que no escuchaba eso – gruñó el peliblanco – gime para mi

Y así pasó, Mori gimiendo su nombre mientras que el jefe de la agencia se aferraba a él, llegando todo lo profundo que se le permitía, acabando por terminar en su interior.

- Qué asco.

- No me dejabas salir.

- Pero haber avisado, así podrías haberte alejado y acabar en mi boca.

- Pero... ¡si te da asco!

- Pero está bueno.


Solo un diamante puede pulir a otro diamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora