Fukumori 4

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Al fin todo se había arreglado en aquel edificio y las tres parejas disfrutaban de un agradable momento romántico... a su manera, claro.

En la cama del apartamento, Fukuzawa besaba a Mori con intensidad, sometiéndole, comenzando a desvestirlo. Ambos estaban excitados y no habría nada que pudiese detenerlos.

- Meow – el peliblanco miró al ser del que emanó aquel sonido, Bicho acababa de entrar a la habitación, clamando por atención.

Ante las negativas del médico, Fukuzawa se levantó y se fue a acariciar al dichoso gato que, en estos momentos, tanto odiaba Mori.

El pelinegro en la cama semidesnudo y el jefe de la agencia sentado en el suelo con el animalejo, era algo que debía aprender... que debían aprender ambos. Mori que su chico no siempre estaría para él, y Fukuzawa que existen mejores cosas que los gatos... o no.

Siguiente día, segundo intento. El jefe de la mafia tumbó a Fukuzawa en la cama, colocándose sobre él mientras movía suavemente las caderas, tentándolo.

- Meow

No podía ser, otra vez no. El gato volvió a entrar al cuarto y, ante aquello, Fukuzawa volvió a hacer el ademán de levantarse, más esta vez lo pararon, indicándole que no era el momento.

Mori besaba su cuello con fuerza, sin delicadeza alguna, quería subir la temperatura lo más pronto posible o sería detenido de nuevo por Bicho.

Nada, otro fracaso, el peliblanco volvió a irse con el felino, dejando al pelinegro con el calentón.

Que más decir, Mori le regaló un cojín a Fukuzawa, el cual dejó en el sofá sin que este se diese cuenta. Al sentarse, el peliblanco miró el peluche por un rato hasta darse cuenta de lo que paso, donde lo abrazó mientras caía al suelo y rodaba por él.

Al verlo, el pelinegro no pudo evitar, con cara de sorpresa, sacar una foto, ya se burlaría de él después.


Solo un diamante puede pulir a otro diamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora