CAPÍTULO 9: PRÓXIMA PARADA, MI LIBERTAD

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Septiembre de 2014. Calatayud. En la actualidad...

Me desperté por un frenazo y, acto seguido, todos mis sentidos se agudizaron. Escuché que las ruedas rechinaban al frenar sobre el asfalto y un asqueroso olor a quemado enturbió el ambiente. Todo estaba oscuro y repleto de humo a mi alrededor. Me escocían los ojos y una tos amenazaba con tumbarme en el suelo. Escuché gritos y aullidos de dolor, pero no podía ver nada. Avancé a tientas por el pasillo, hasta que localicé a uno de los pasajeros tirado en el suelo. Tenía una herida de bala en la frente y la mirada perdida en la dirección que indicaba su brazo. Grité en busca de ayuda, pero los alaridos de los que me rodeaban se hicieron más fuertes. Entrecerré los ojos para distinguir algo entre la espesa niebla de humo, pero sólo conseguí que me dolieran más. Una fuerte tos me atacó de nuevo, sentía que me ahogaba a la misma velocidad escalofriante a la que se vaciaban mis pulmones. Me arrodillé junto al hombre tirado en el suelo para comprobar que no tenía pulso.

"Está muerto. Y tú lo estarás muy pronto si no sales de aquí" escuché una aterciopelada voz por los altavoces del autobús.

Un miedo irrefrenable se apoderó de mí y salté en la dirección que señalaba el brazo inerte del cadáver. Sentí un dolor agudo en la espalda al tropezar con lo que parecían unos escalones y me encogí en un ovillo hasta que dejé de rodar. Los vaqueros se me llenaron de polvo y pude sentir el suelo firme a mis pies. Cuando levanté la vista, la luz cegadora del sol me obligó a cerrar los ojos de nuevo. Me incorporé lentamente, ocultándome de la luz solar con mi brazo derecho. Y entonces lo vi. Un enorme cartel en forma de flecha señalaba una dirección. "Santander" alcancé a leer justo antes de que todo empezara a dar vueltas y desapareciera.

Solté un grito ahogado y abrí la boca en busca de aliento. Me incorporé de un salto y me di cuenta de que estaba en el autobús con destino a Barcelona. Me recosté de nuevo en el asiento y respiré profundamente. Sólo había sido una pesadilla.

«Está muerto. Y tú lo estarás muy pronto si no sales de aquí» ―recordé mentalmente las palabras de mi sueño. Todavía no me explicaba la naturaleza de aquellas pesadillas. La última había sido en el hospital y me pregunté si el accidente tendría algo que ver. También reflexioné sobre el cartel que ponía "Santander" tratando de buscarle sentido.

«Santander... ¿Qué tiene que ver con...?»

Las únicas personas que conocía relacionadas con esa ciudad eran Matilde y Damián. Al pensar en uno de los lugares a los que me gustaría pero no debía ir, aquel se me había pasado por la cabeza. Ellos eran los únicos que parecían no haberme dado la espalda, pero dirigirme hacia allí sería una locura. Podría ponerles en peligro y eso nunca me lo perdonaría. Definitivamente, aquellas pesadillas no tenían ningún sentido.

El autobús hizo su parada y desvié la mirada por la ventanilla mientras los pasajeros bajaban. De repente, escuché llegar a un coche de policía con las sirenas encendidas. Se detuvo cortándole el paso al autobús, que aún esperaba a que los pasajeros recogieran sus maletas. Un hombre robusto de cabello rubio platino y andares de arrogancia se bajó del vehículo, seguido de otros tres hombres más.

«No es posible. ¡Es que este hombre no se cansa de seguirme!» ―maldije para mis adentros y salté del asiento sin titubear. Me cargué la mochila a la espalda y me puse la capucha de mi sudadera roja.

Me escondí en las escaleras de la puerta trasera y esperé a que los cuatro policías subieran al autobús por la puerta delantera para escabullirme. Corrí lo más veloz que pude hasta abandonar la estación de autobuses de Calatayud y adentrarme en el centro del pueblo. En ese mismo instante me arrepentí de no haber escogido una sudadera algo más discreta. Todo el mundo me miraba, tal vez porque me tomaban por una delincuente o quizás porque se me notaba que era una forastera. Alcancé una gasolinera y me deslicé sin ser vista hasta los baños de la parte trasera. Arrojé la mochila al suelo y grité, dejando salir toda mi rabia contenida.

AL LÍMITE DE LA VERDAD. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora