CAPÍTULO 14: SORPRESAS INESPERADAS

14 4 0
                                    

Agosto de 2013. Guadarrama. Un año antes...

―Dime que no estás así por él. ―me exigió Maira. Era más una orden que una verdadera pregunta. Caminábamos por una calle contigua a la mía, bajo un cielo oscuro repleto de estrellas. Levanté la vista, tal vez esperando ver a Raúl en una de ellas. Fuera donde fuese que se hallara en ese mismo instante, deseaba que estuviera bien. Maira me reprendió con la mirada. Al parecer, mi silencio confirmaba sus sospechas―. Amanda, no merece la pena. Raúl era un tío demasiado complicado.

¿Era? Hablaba de él en pasado. Tal vez porque ella misma pensaba que jamás volveríamos a verle. Y tal vez fuera así. Sentí un repentino dolor en el estómago al imaginármelo. Había perdido a mi apoyo más fuerte; ahora tendría que enfrentarme a los problemas sin él. Aunque, pensándolo bien, llevaba todo un año apañándomelas sin su ayuda. Podría vivir sin él.

Sacudí la cabeza y me prometí a mí misma dejar de pensar en Raúl. Se había largado sin avisar y ahora él estaba fuera de mi vida. Estaba muerto para mí.

―No es solo por eso ―me excusé. Y en cierto modo era verdad. Después de los reclamos de Jairo, tenía unos molestos remordimientos acechando constantemente a mi estabilidad emocional. Maira me escuchó con sus ojos azules bien abiertos―. Hace un rato tuve una discusión con Jairo. Me dijo que le había roto el corazón. ―suspiré, deseando que todo el dolor se largara con aquel suspiro―. Han pasado dos años y aún me guarda rencor. Pero tiene razón, lo que me pasó con Damián fue mi culpa. Me gané a pulso que no me quisiera y que me utilizara. Ahora estoy pagando por mis errores del pasado.

―Eso no es cierto ―Maira me observaba con una expresión entre la compasión y la dureza―. Tú no eres mala persona. Quítate eso de la cabeza.

―¿No lo soy? ¿Estás segura? ―inquirí alzando ambas cejas―. Fingí querer a un tío cuando en realidad estaba enamorada de otro.

―Lo hiciste porque en el fondo tú misma querías convencerte de que lo que sentías por Jairo era algo más que cariño. No puedes culparte por eso.

―Maira...tú siempre piensas bien de todo el mundo ―le repliqué. Eso era lo que la convertía en una persona tan especial. Siempre conseguía sacar algo bueno de una mala acción. Siempre encontraba algún vestigio de bondad en el corazón más oscuro―. Me alegro de que vayas a ser doctora y no jueza. De lo contrario, tendríamos a media ciudad llena de delincuentes exculpados ―bromeé y le dediqué una sonrisa.

―Eso no es cierto. Sólo pienso bien de la gente que se lo merece. De hecho, ahora estoy pensando que Jairo ha sido un...inconsciente al echártelo en cara ―sonreí al verla titubear y después sustituir lo que en realidad estaba pensando por aquel adjetivo. Así era Maira, correcta y respetuosa por naturaleza. Jamás había escuchado salir un taco de su boca.

―Dilo, Maira. Ha sido un imbécil ―solté una carcajada al ver su rostro contraído por la vergüenza.

Me pasó el brazo por los hombros y me dio un beso en la mejilla.

―No seas tonta. Sabes que te quiero mucho, ¿verdad? Hagas lo que hagas, jamás me parecerá mal. Siempre estaré de tu lado.

Me conmoví ante la ternura con que pronunció aquellas palabras. Pero, como bien dice el dicho popular, "a las palabras se las lleva el viento" y me quedaba muy poco para comprobarlo. La traición estaba cerca; el final también.

El móvil de mi bolsillo comenzó a vibrar. Era Rebeca.

―¿Qué tal por Ámsterdam? ¿Es bonito? ―le pregunté nada más descolgar. Estaba ávida de respuestas. Necesitaba que alguien me distrajera de mi vida tan solo por un instante.

AL LÍMITE DE LA VERDAD. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora