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Te tragas el orgullo y te arrimas a la dependienta a hacer el pedido. Si Encarna estuviera aquí aun, te habría mirado con desagrado, y con razón. Johan se está comportando como un completo cretino y vas tú, encima le llevas café.

"Solo quiero mejorar el ambiente laboral entre él y yo." Sonríes a la dependienta mientras pasas tu tarjeta por el datáfono y se oye un pitido afirmativo. Ella pide que esperes un momento y te pregunta a nombre de quien será.

—Johan. —Respondes.

—¡Okay! —La chica asiente señalando un banquillo donde te puedas sentar.

Aunque el establecimiento no esté lleno, tu pedido ha tardado unos eternos siete minutos en hacerse. Lo sabes porque tienes el móvil en la mano derecha y lo ojeas a cada rato, y el vaso con tu café a medio tomar se enfría en la otra mano.

¿Estás mosqueada por la espera? Mucho. ¿Dirás algo al respecto? No, la verdad.

El camino de vuelta al bloque de oficinas es ameno. Entras por la puerta, sonríes a unos y otros, te paras a charlar con Encarna, que mira descaradamente al vaso de Caffè Latte que llevas en la mano, aunque, no hace ademán de preguntarte el porqué.

Además, como señal divina, el ascensor está en planta baja y a tu espera. ¿Ves? El día no puede ir tan mal.

Cuando llegas a la planta indicada, te encaminas a tu mesa para dejar la bolsa y vaso a medio beber, y no mucho después te diriges al despacho de Johan.

Entras sin picar la puerta porque sabes de antemano que a esta hora él no está. El aire acondicionado sigue estando a muy baja temperatura. El Latte habrá enfriado para cuando Johan vuelva, pero, que el infierno se congele antes que tu toque ese maldito termostato. No volverás a cometer el mismo error que antes. Estás hasta las narices de tantos disgustos, sobre todo los ocasionados por Johan.

—Bien, ya está. —Pones una servilleta bajo el vaso para que no moje la mesa de roble a modo de cortesía. —Y volver a trabajar se ha dicho...

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El tiempo pasa más lento de lo que quisieras. Te centras una vez más en hacer llamadas, añadir albaranes al sistema, revisar que en las facturas salgan los números de los albaranes correctos, etc.

Johan sale del ascensor en algún momento, y lo único que recibes de él es un ladeo de cabeza como bienvenida. Tú le observas de arriba abajo, no puedes evitarlo. Él lleva el pelo detrás de la oreja, con todos los mechones hacía atrás, ningún hilo rebelde merodeando en sus mejillas. No tiene pinta de que haya puesto laca en el pelo. Lo habrá echado hacia atrás con la palma de las manos. Incluso, puede que lo haya hecho sin darse cuenta, como quien se rasca los ojos cuando recién despierta.

La gabardina gris oscura que él lleva puesta le va más grande de lo que recuerdas. Él está más delgado de lo que te acuerdas también.

Antes que puedas echar un mejor vistazo en él, Johan ya ha cogido el pomo de la puerta y la ha abierto. La bisagra rechina cuando la puerta cierra tras él. Las luces se encienden entonces, y oyes como sus botines de color chocolate patinado resuenan contra el suelo impoluto con olor a desinfectante industrial. Desde la ventana, entre las rejillas, ves a Johan quitarse la gabardina, apoyarla detrás de la silla y sentarse.

Él no tarda mucho en darse cuenta del vaso de cartón con el Latte ya frio dentro. Te cuesta husmear del todo, la rejilla está bajada y apenas te da visibilidad. Sin embargo, con lo poco que ves, es suficiente para que te hiele la sangre. Él agarra el vaso con tanta fuerza que lo aplasta un poco, y líquido cae al suelo. Cuando Johan da media vuelta tu sabes perfectamente a donde él irá.

BOSS (Novela interactiva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora