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No, solo no.

Johan no te está tratando bien, ¿Y tú encimas le haces la pelota? Claro que no. Debería de ser él quien te la haga a ti. Con los marrones que tú le has quitado de encima infinidad de veces...

Pero alas, por desgracia Johan sigue siendo tu superior, y es él quien te paga el sueldo cada mes. La vida puede ser taaan cruel por momentos que, bueno, es lo que hay.

Sin embargo, eso no te convierte en su perrito faldero. ¿Johan quiere un Latte? Que se vaya él a comprar uno por sus propios pies. Y si él no puede ir por lo que sea, pues entonces que te lo pida por favor.

Ni más, ni menos.

Te levantas de la silla de plástico, recoges tu bolsa, metes el móvil en el bolsillo y tomas un trago de café.

Ugh, tibio. —Alejas el vaso de la boca con desagrado, pero al menos no está completamente frío.

El camino de vuelta al bloque de oficinas es ameno. Entras por la puerta, sonríes a unos y otros, te paras a charlar con Encarna y coges el periódico de hoy que hay en la mesilla de la entrada.

Además, como señal divina, el ascensor está en planta baja y a tu espera. ¿Ves? El día no puede ir tan mal.

Cuando llegas a la planta indicada, te encaminas a tu mesa para dejar la bolsa y vaso a medio beber. Te sientas encima de la mesa, echas un vistazo en el móvil y chismorrea las noticias de hoy en el periódico.

Johan no te dará la chapa por eso, ya que, gracias al cielo, a esta hora él nunca está en oficinas. Aunque, por si las moscas, miras hacia la ventana de cristal que separa el despacho de él y la planta, y efectivamente, tiene la persiana medio bajada. No hay luz, así que la bestia no está rondando por aquí.

Gracias al cielo.

El teléfono fijo suena, pero tú no coges la llamada. En pantalla aparece un número desconocido.

"Llamaré luego." Concluyes todavía en tu descanso.

⬧⬥⬖⬘⬗⬙⬥⬧

El tiempo pasa más lento de lo que quisieras. El periódico queda bajo la mesa, dentro del cajón que tienes libre, y te centras una vez más en hacer llamadas, añadir albaranes al sistema, revisar que en las facturas salgan los números de los albaranes correctos, etc.

Johan sale del ascensor en algún momento, y lo único que recibes de él es un ladeo de cabeza como bienvenida. Tú le observas de arriba abajo, no puedes evitarlo. Él lleva el pelo detrás de la oreja, con todos los mechones hacía atrás, ningún hilo rebelde merodeando en sus mejillas. No tiene pinta de que haya puesto laca en el pelo. Lo habrá echado hacia atrás con la palma de las manos. Incluso, puede que lo haya hecho sin darse cuenta, como quien se rasca los ojos cuando recién despierta.

La gabardina gris oscura que él lleva puesta le va más grande de lo que recuerdas. Él está más delgado de lo que te acuerdas también.

Antes que puedas echar un mejor vistazo en él, Johan ya ha cogido el pomo de la puerta y la ha abierto. La bisagra rechina cuando la puerta cierra tras él. Las luces se encienden entonces, y oyes como sus botines de color chocolate patinado resuenan contra el suelo impoluto con olor a desinfectante industrial. Desde la ventana, entre las rejillas, ves a Johan quitarse la gabardina, apoyarla detrás de la silla y sentarse.

Enciende el portátil con una expresión neutra mientras coge unos papeles de dentro del cajón. Un mechón se desliza en su frente, y él no se molesta en quitarlo, como si no hubiese notado siquiera el cambio.

Luego de un tiempo, te fuerzas a apartar la vista de él, recayendo ahora en tu vaso medio vacío, con un culillo de café dentro que dejaste sin beber.

"Un brindis a lo que fue y ya no será." Coges el vaso, echas un vistazo dentro, y sin pena ni gloria lo dejas caer en el bol de la basura. Gotas del café salpican los papeles que yacen allí, dándoles un tono marrón. Haciéndolos pegajosos y desagradables al tacto.

Inservibles para utilizar, al igual que el resto de la humanidad es para Johan si Helena no hace parte de ella.

Dios, ahora estás siendo rencorosa, pero, ¿Por qué es tú la que tienes que pagar por los cristales rotos? Tu mesa rebosa con cosas por hacer, y hagas lo que hagas, Johan siempre te reprocha de alguna manera.

Tú tienes que caminar con pies de plomo a su alrededor, y eso no está bien. Que Johan es tu jefe, y no una criatura del mismísimo averno.

Suspiras con resignación y ubicas el bol de basura más a la izquierda antes de volver a lo tuyo.

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Entre papeleo por aquí, y albaranes por allá notas algo extraño. En una factura desglosada hay cosas que no deberían de estar allí. Una ingente cantidad de bebidas, y pagos a hoteles con la tarjeta de la empresa.

El número total de los gastos sobrepasan los tres dígitos. Además, no te suena que los trabajadores hayan tenido que ir de viaje para trámites que lo requieran. Johan tampoco tiene pendiente ninguno, según tu calendario virtual.

—¿Qué está pasando aquí? —Revisas la dirección postal de la factura y no te suena para nada. Más abajo, hay tres asteriscos acompañados de los tres dígitos finales de la tarjeta que ha sido utilizada para hacer los pagos.

Podrías investigar más sobre ello, pero, perderías mucho tiempo, casi toda la jornada laboral en entrar de manera individual en los apartados personales de cada empleado, y comprobar el número de la tarjeta a ver si cuadra.

Otra solución mucho más rápida es, ir directamente a Johan y pedir que él lo compruebe con apenas un clic, ya que él tiene acceso al sistema informático como Administrador. Además, así tú podrás comunicárselo en persona sobre problema en cuestión.

La cosa es, que Johan hoy no quiere que lo molesten.

¿Qué harás a continuación?

a)Ir a informar de ello a Johan. (Ir a 2.b.10)

b)Investigarlo por tu cuenta. (Solo en Patreon)

BOSS (Novela interactiva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora