Chapter eighteen

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Capítulo dieciocho:

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La mandíbula de Jimin estaba apretada, su cerebro procesaba las posibles acusaciones que Park Jihoon le haría a la velocidad de la luz, pero a su vez, también tenía muy presente que ese hombre no era nadie al lado suyo, lo que le preocupaba era que Jihoon era capaz de golpear a Rosé de nuevo si no escuchaba lo que quería.

—¿Qué haces en mi casa? Hace tiempo que tú y yo cortamos lazos, me parece que dejé muy claro que no quería volver a verte.

—¿Y crees que yo si quiero?—cuestionó burlón—Por supuesto que no. Pero estoy aquí nada más para decirte que no te quiero cerca de mi hija. No soy idiota Park Jimin, se que te quieres entrometer en la relación de ella y Kim.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Por dios, yo lo sé todo, no hace falta ocultarlo más.

—Jihoon, tengo una propuesta para tí—Jimin se cruzó de brazos y se arrecostó al umbral de la puerta. Jihoon elevó una ceja haciéndole entender que lo escucharía, aunque no le interesaba mucho realmente—Yo me alejaré de Rosé, nos olvidaremos de las tutorías y dejaré de trabajar en su colegio, pero con una sola condición: No la obligarás a estar con alguien a quien no ama.

—Eso jamás pasará—negó de inmediato—¿Qué ganaría yo? No ganaría absolutamente nada. Es más, ahora que lo pienso, aunque tú estés rondando a mi hija y llenándole la cabecita de puras estupideces, igualmente va a casarse con Taehyung, y eso no podrás evitarlo.

Jimin gruñó ante lo escuchado.

—Eres tan patético—musitó, poniéndose firme ante el mayor—Lo único que te mueve es el dinero, por tus venas no corre más que avaricia. Por eso Dios te castigó, dándote a una hija que no te quiere y a otra que ha sido usada como juguete sexual por medio país—soltó finalmente, Jihoon abrió la boca sin saber que decir, porque ni siquiera entendía las palabras de Jimin—Sí, tu hija, tu angelito, la humilde y amable Park Sana, es solo una promiscua más, que por si no lo sabias, trabajó en mi bar y se prostituyó por desición propia. Esa es la gran hija que tú tenías en un pedestal.

Jihoon frunció el ceño, sin creerlo.

Era Sana.

Era un pan de Dios, por supuesto que jamás creería tal bajeza de su parte, porque ella no sería capaz.

—No sabes lo mucho que disfruté acostarme con ella, porque eso es, solo el revolcón más de todo hombre.

Y sin dejarlo procesar la información, le cerró la puerta en la cara, dejándolo helado, con escalofríos y con la sangre hirviendo.

Jihoon pateó la puerta, con furia, salió del edificio y empezó a caminar apresuradamente hasta el lugar donde había dejado su auto.

Se encontró con una mujer que estaba de espaldas, arreglándose el cabello mientras se miraba en los vidrios de la ventana de su auto.

—Permiso señora, voy a entrar—la mujer se volteó, dejando ver su expresivo rostro.

—Oh, Park Jihoon, ¿O me equivoco?

El hombre frunció el ceño con confusión, pero terminó asintiendo.

—Oh, estás tan viejo y acabado, apuesto a que ni siquiera me recuerdas.

Little By Little // JiRoséDonde viven las historias. Descúbrelo ahora