Cerys estaba preocupada. A pesar de estar prácticamente sola en la oscuridad de la noche, tan solo iluminada por los restos de una hoguera, no le preocupaban ni los monstruos ni los seres humanos. Temía por Eve y sobre todo por su hermano.
Sabía que Hjalmar tenía un conflicto interno que él no comprendía. Se trataba de una dura decisión; Eve o el trono. Eve o Skellige. Si Cerys hubiera tenido que elegir entre Ciri y Skellige, hubiese preferido a Skellige, pero su hermano era muy distinto a ella. Quería gobernar el mundo entero y quería someter incluso al Imperio de Nilfgaard. ¿Iba a detenerse en el amor? Cerys sabía que no. Él quería ganar todas sus batallas.
Cerys tenía su propio conflicto interno. Sabía que una relación con Eve solo podría traerles problemas a ambos, incluso aunque no durase demasiado. El mar de Skellige susurra y la gente le responde. Aún así, quería que su hermano tuviera la oportunidad de ser feliz. Un impulso egoísta le decía que también olvidaría a Ciri del todo y un pensamiento todavía más profundo le hablaba de conseguir el trono. Cerys tenía sus ideales. Sabía que ser la reina de Skellige era su única forma de vida si no quería depender de Hjalmar el resto de su vida. O peor, de un marido que quisiera de ella cosas que no estaba dispuesta a darle. Ella quería ser libre y el trono era una de las pocas cosas que lograrían liberarle del deber de tener descendencia. Pero eso Hjalmar no podía entender. Él ya era libre.
¿Pero lo era Eve? Cerys no sabía mucho más de ella aparte de lo que Hjalmar le había contado. Un prometido que igual ya no lo era tanto, del que Eve hablaba sin ni siquiera un ápice de cariño. También las cosas que había oído en el muelle y que esperó que ella no hubiera entendido. Y su actitud.
Cerys se había fijado en que al inicio de la expediciónhabía rehuido a Hjalmar hasta el punto que este había empezado a pensar demasiado. Luego, él la había rehuido a ella. Sin embargo, la cabeza de Eve era un misterio para Cerys. No sabía si estaba triste, enfadada o enamorada. Quizá daba igual. Cada vez tenía más claro que las habladurías le afectaban mucho más que a la mayoría de la gente.
Como si la estuviera invocando, Eve salió de su tienda y se sentó contra el fuego. Ni siquiera miró a Cerys, pero ella creyó que le vendría bien algo de compañía, sobre todo de alguien que también sufría mucho las costumbres de Skellige por ser mujer. Algo que Thormund, Knutt y Hjalmar nunca comprenderían. Por todo esto se sentó a su lado.
—Estoy... preocupada. Estás muy desanimada. —Eve suspiró.
—Sé que debería estar contenta, yo he pedido esto.
—No, no deberías. Está claro que algo ronda tu cabeza. ¿Quizá pueda adivinar que sea? —La miró sorprendida. —Hjalmar. —Cerys estaba tanteando el terreno pero la cara que puso Eve le dio muchas respuestas—. Y lo que dicen de vosotros.
—¿Tan lejos han llegado los rumores?
—Para alguien que sabe escuchar sí. Hjalmar solamente te ha visto enfadada con él.
—Igual no debería haberlo ignorado durante todo el viaje, pero estoy asustada. Mi nombre ya es demasiado conocido aquí y ni siquiera han pasado dos meses. La gente piensa que... ¿quiero robarle el trono?
—La gente dice muchas cosas absurdas. Lo importante es que tengas claro lo que quieres.
—Recuperar mi vida, volver a casa, abrazar a mis hermanos... O simplemente encajar aquí. Todo es tan cerrado. —Eve se dio cuenta de sus palabras. —Perdón, no quería insultarte.
—¿A mí? Yo también sufro mucho por las tradiciones de Skellige. También soy una mujer, aunque por suerte no una extranjera.
—No puedo dejar de pensar en lo que me dijiste, ¿sabes? Al final tuviste razón. No sé si debería apartarme de tu hermano.
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Tormentas de Skellige (The Witcher 3)
Fiksi PenggemarÚrsula von Everec es una noble de Redania que de la noche a la mañana perdió toda su vida. Ahora tiene que hacerse un hueco sin su fortuna en un mundo asediado por la guerra. Su camino la lleva a trabajar para el rey de Skellige como alquimista y cu...