Capítulo 2

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Un hombre pelirrojo y con el rostro enfurecido huía de la mansión Vegelbud sin mirar atrás. Los presentes se apartaban de su camino con temor. Como si aquel hombre misterioso pudiera aún tener algún poder sobre ellos. A su paso se oían murmullos.

¿Qué harán ahora los von Everec? Se lo tiene merecido. Una auténtica pena. Iris Bilewitz. Dicen que ya no están prometidos. ¿Y Úrsula? Pronto irán a por ella los cazadores.

A Geralt de Rivia no le interesaban demasiado las intrigas entre nobles, pero ese hombre había acaparado toda su atención. Se preguntó qué le había sucedido para estar tan enfadado y por qué tenía la cara al descubierto en un baile de máscaras. Le dedicó un breve pensamiento tras el cual volvió a concentrarse en su misión: salvar a los magos de Novigrado.

Cuando Geralt había llegado hacía apenas unas semanas a Novigrado, se había encontrado con un escenario macabro y cruel. En la ciudad neutral a la guerra dominaba una fuerza todavía más temible. La caza de brujas había quemado ya un par de decenas de magos en piras, en la plaza del pueblo. A Geralt eso le atemorizaba, pero no porque él corriera peligro, sino por su vieja amiga Triss Merigold.

La pelirroja bebía vino mientras pasaba la vista por los presentes distraída. Estaban en ese lugar porque Ingrid Vegelburd quería que le hicieran un favor personal a cambio de haber financiado todo el plan de escape a Kovir. Su misión era sencilla; encontrar a Albert, meterlo en el barco como el resto y escapar, o lo hubiera sido si Ingrid Vegelburd no llevará media hora desaparecida.

Geralt hizo un gruñido al comprobar que la luna estaba empezando a caer en el horizonte.

—Rélajate. Aparecerá en cualquier momento. —Intentó tranquilizarle Triss.

—Espero que tenga un buen motivo para hacer esperar a cincuenta personas en las alcantarillas.

—No hables tan alto. —Algunos de los presentes se giraron a mirar al brujo. Triss le cogió del brazo para que se acercara más a ella. —Se trata de su hijo —susurró—. Esto le importa más a ella que a nosotros.

—Le doy 20 minutos más, si no...

—Perdonad la tardanza —dijo una voz detrás de ellos—. La compradora de truchas supongo. —Triss asintió con la cabeza y Geralt captó de inmediato que era alguna clase de código. —Acompañadme. Así podemos hablar en un lugar privado.

Ingrid Vegelburd iba atraviada con un vestido de color púrpura y una máscara de pájaro que solo dejaba ver su boca. Mientras les acompañaba a un lugar apartado, justo al inicio del laberinto de hierba, no abrió la boca ni una sola vez. Parecía que estaba absorta en sus pensamientos.

—Necesito que salvéis a mi hijo. Pero también necesito preguntaros una cosa, ¿a dónde lo llevaréis?

—Es mejor que su madre no lo sepa. Podría ser peligroso tanto para ti como para él —dijo Geralt con su voz ronca. Ingrid suspiró.

—Cuidad de Albert, ¿vale? Tengo miedo de que alguien intente raptarlo. Hasta ahora he conseguido mantener a los cazadores contentos con mi sobornos y además la familia von Everec... —Miró al suelo—. Cuidadlo mucho. Es un culo inquieto como su padre. Lo mató un arachas.

—¿Un arachas? ¿Tanto viajó? —preguntó Geralt.

—Los criaba en el jardín trasero. Albert ha sacado su interés por la alquimia, su curiosidad y su imprudencia... sobre todo su imprudencia. Veréis él tiene una... una amiga, con la que me da miedo que se fugue. Mantenedlo vigilado.

—Soy un brujo, no un casamentero.

—Cuidaré de él lo mejor que pueda. También en Kovir —dijo Triss con seguridad.

Tormentas de Skellige (The Witcher 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora