Capítulo 29

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Geralt de Rivia se sentía un poco mareado por culpa del barco. Había tenido que cumplir un par de contratos más después del katakan para pagar lo que el capitán del Átropos le exigía. Era el único marinero con suficientes agallas para hacer la ruta de Novigrado-Skallige sin una tripulación procedente de las islas. Al parecer tenía un trato con el clan an Craite.

El barco se detuvo junto a una pequeña playa en la que Geralt no había estado en su vida. Se giró para preguntarle al capitán donde estaban.

—Muy cerca de Kaer Trolde. No tenemos permiso para atracar en el muelle, pero tienes que ir hacia el norte y luego al oeste.

El brujo no replicó. Bajó del barco de un salto dispuesto a comprobar si el capitán le mentía y a volver para reclamar su dinero si lo hacía. Le parecía muy extraño que las casas con las que se topaba estuvieran vacías. Enseguida vio economía en la enorme montaña en la que Kaer Trolde estaba. Definitivamente, estaba en Ard Skellige, pero algo nada habitual parecía estar pasando.

Una muchedumbre abarrotaba la aldea. A lo lejos vio a Armiño, que lo saludó con la cabeza. Geralt no pisaba la isla desde que Ciri era una niña, pero parecía que todavía recordaban al brujo. Parecía que nada había cambiado.

Un aroma a lila y grosellas hizo que se fijara en la mujer de cabellos negros que observaba a Armiño subir por una escleras de madera que llevaban a una plataforma. Llevaba una camisa negra que se ajustaba a su cuerpo y unos pantalones negros que siempre solía poner en ocasiones especiales. A Geralt se le iluminó el rostro por la alegría de volver a verla. El tiempo que pasaron juntos en Wyzima se le había hecho demasiado corto.

Se acercó a ella por la espalda. Cuando Yennefer lo vio, su rostro era severo. Parecía que todavía estaba enfadada por lo de Triss. Sin embargo, en seguida suavizó la mirada. Eso le dio cierta esperanza a Geralt.

—Han pasado dos años...—Ella intentó disimular una sonrisa.

—Geralt, estamos en el funeral del rey.

El brujo vio cómo varios hombres llevaban en los hombros una tabla con el cadáver del Rey Bran. Su rostro estaba calmado, pero parecía severo y respetado. Durante las pocas semanas que había pasado en Skellige hacía años, había conocido a su familia. Su arrogante esposa, su pequeño hijo asustado y él mismo.

—Tengo entendido que era muy respetado —dijo Geralt.

—Sí, pero no su esposa. Ha tenido ciertos problemas con Crach an Craite.

El jarl estaba en la plataforma, cerca de Armiño, juntó con dos mujeres. Una de pelo negro y labios fruncidos, que no se inmutó cuando subieron el cuerpo del rey al barco. Una muchacha pelirroja lloraba desconsolada. Se dio la vuelta dispuesta a subirse al barco fúnebre. Armiño la detuvo.

—No tienes por qué hacerlo —dijo el druida.

—Pero quiero.

Geralt pudo ver que ni Crach, ni Armiño y ni siquiera Yennefer estaban de acuerdo con esa decisión. La mujer que debía ser Birna contempló como esa joven abrazada el cadáver de su marido mientras las flechas de fuego hundía el barco de madera. En un par de segundos ya no quedaba nada.

***

Un brujo solo se sentía cómodo con un jugón y la ropa llena de polvo. Por órdenes de Yenenfer, Geralt había tomado un baño y se había puesto un conjunto típico de Skellige para contentarla.

Le costó bastante esfuerzo encontrar el ascensor para subir a lo alto de la fortaleza. El movimiento de uan tabla de madera sujeta por dos cuerdas le recordó demasiado a la sensación de atravesar un portal. A pesar de todo consiguió llegar a lo alto de la fortaleza.

Tormentas de Skellige (The Witcher 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora