Capítulo 30

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Vlodimir von Everec fue enterrado sin ni siquiera una lápida que llevara su nombre. Entre cientos de rostros que reflejaban el horror de la guerra, el suyo mostraba el miedo de alguien que no había podido enfrentarse a su propio demonio. Olgierd von Everec llevaba una hora escuchando los motivos por los que su hermano se merecía una sepultura mejor. Lo sabía, lo sabía perfectamente. Igual que se merecía un funeral en el que estuvieron su hermana, y Eve una carta digna en la que recibir la noticia. Olgierd no podía darles a sus hermanos la vida que siempre se habían merecido.

Vlod debería haber sido enterrado en la cripta de la mansión von Everec, junto con todos sus ancestros, no una triste roca. La tercera columna por la derecha de la undécima fila empezando por la más cerca del río. No sabía cómo ni cuándo, pero pensaba recuperar lo que les pertenecía. La subasta era en dos semanas y Olgierd estaría allí, aunque dentro de unas horas tuviera una batalla que librar.

Con lágrimas recorriendo el rostro, Olgierd se agachó para dejar una margarita silvestre sobre la tumba de su hermano. Le prometió que no tardaría en llevarle flores de mejor calidad. Se secó las lágrimas y dio media vuelta para continuar su camino entre murmullos.

—Ya te has cobrado el precio, Gaunter O'Dim. Es hora de que cumplas con tu parte del trato.

***

Eve se sentía fuera de lugar en el barco con unos 30 skelligers. Había más mujeres, pero ninguna de ella provenía de otro lugar. Hablaban en la lengua antigua y nadie se dignaba a mirarla dos veces. Tormund se quedó a su lado mientras embarcaban, pero no dejaba de saludar a personas lejanas. Aunque Eve agradecía el esfuerzo, le dijo que se marchara a hablar con los suyos. En aquella misión no era su guardaespaldas. Eso significaba que su supervivencia dependía exclusivamente de ella.

Eve acarició su cinturón mientras se dirigía a la parte más alejada de la popa. Allí Hjalmar soltaba carcajadas con otros dos hombres. El muchacho se había reencontrado con antiguos amigos que no veía desde hacía meses, a pesar de vivir en la misma isla, así que había decidido darle el mismo espacio que a Tormund. Ante la posibilidad de quedarse sola, se acercó a ellos. Fue la primera vez que echó de menos a Cerys.

—¡Eve! Te presento a estos dos bandidos apestosos. Vigi el Chalado y Leif el rojo —dijo Hjalmar.

Los dos muchachos le dirigieron un saludo sin prestarle demasiado atención. Ambos eran casi tan altos cómo Hjalmar y eso hacía que Eve se sintiera incómoda. A penas podía ver el mar por las cabezas de todos los que la rodeaban. Era cómo un insecto diminuto que tan solo tenía cómo arma un picotazo cargado de veneno. No tendría nada que hacer con las horribles sirenas.

—El timonel está muerto de miedo. ¡Se ha puesto cera en los oídos para ahuyentar a las sienras! —Leif soltó una carcajada y los demás lo siguieron. —An Craite, ¿cómo piensas derrotar a esas bestias? —Hjalmar alzó un cuerno con la mano derecha.

—Huyen cómo cobardes —dijo.

—Y si no le daré con mis cuernos —bromeó Vigi señalando su casco.

—Los que te puso Agda, bastardo asqueroso.

Los tres empezaron a reírse sin ningún motivo aparente. Ni siquiera Hjalmar parecía dispuesto a contarle la historia de Agda y por qué a Vigi le hacía tanta gracia. Se empezaba a agobiar en una cubierta tan pequeña y en una conversación tan cerrada. Por eso Eve se alejó para acercarse a la cubierta.

Vio como Ard Skellig se iba haciendo más pequeña a cada ola que rompía contra el casco. Nunca había estado en Undvik y las leyendas que corrían sobre la isla no le tranquilizaba. Después de todos los años en los que el clan Tordarroch había estado desterrado, nadie nunca antes se había atrevido a plantarle cara al gigante. Seguro que habría un buen motivo que a Hjalmar no le había parecido demasiado relevante decirle. Cada vez estaba más segura de que acompañarle había sido una opción.

Tormentas de Skellige (The Witcher 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora