Capítulo 36

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A Eve se le hacía extraño volver a estar en el salón principal de Kaer Trolde después de lo que había pasado. Las mesas estaban abarrotadas por los jarls que comían y bebían en honor a Cerys. Aquello que habían perdido a un hijo a veces miraban las manchas de sangre con semblante serio antes de volver a la jovialidad que requería de la ocasión. Eve no sabía si esas expresiones eran falsas o los skelligers eran muy distintos a los suyos.

Sin embargo, había un joven que no sonreía. Hjalmar, sentado al lado de su hermana, no era capaz de levantar la vista del plato y alzó sus mano con desgana en cada brindis por la corona que alguien proponía.

Eve ya no sabía cómo ayudarle. Llevaba tres días abrazándolo por la noches hasta que sus sollozos cesaban y él se dormía. La nueva preocupación de Hjalmar era que ella no se marchase de su lado e incluso con el rostro lleno de tristeza la buscaba por el salón para asegurarse de que siguiera ahí.

Aunque Eve no se sentía cómoda con la situación, tenía la esperanza de que pronto surgiera un nuevo reto para Hjalmar y volviera a ser el mismo. Eve había conseguido que entrenaran juntos unas horas antes del banquete y había vuelto a ver una pequeña chispa de alegría en su mirada. El muchacho al que tanto quería estaba ahí, solo necesitaba tiempo.

Cuando los jarls estuvieron lo suficientemente borrachos, Hjalmar se dirigió hacia la puerta sin siquiera mirar a Eve. Esperó a que volviera mientras veía una pelea absurda entre dos antiguo guerreros demasiado viejos para alcanzar a su adversario.

Hjalmar seguía sin regresar y Eve se dio cuenta de que no tenía sentido que ella siguiera allí, observando su alrededor, sin que él estuviera. Los skelligers se habían acostumbrado a su presencia y ya ni siquiera le lanzaban miradas incómodas. Yennefer y Geralt se habían marchado tras encontrar por fin una pista sobre Ciri. La única persona con la que Eve podría tener un tema de conversación era Armiño y estaba demasiado cansada para una clase teórica de alquimia.

Eve empezó a caminar hacia el portón. Knutt se dio cuenta y le tocó el brazo a Tormund, que estaba demasiado ocupado viendo la pelea de viejas glorias para hablar sobre su tema de conversación favorito; la muerte. Cuando la vieron marcharse, su atención fue a parar a ella y la siguieron hasta las escaleras que llevaban a su habitación.

—Podéis seguir disfrutando del banquete —dijo ella. Knutt negó con la cabeza.

—No fallaré a mi deber de mercenario. Es fácil matar a alguien mientras duerme plácidamente en su cama.

—No voy a mi habitación —mintió Eve. Tormund volvió a su semblante serio pero no dijo nada más. Después de tantos meses, los mercenarios se habían dado cuenta de lo que pasaba entre ellos, pero habían preferido no nombrar nada al respecto. Los dos seguían protegiendo la puerta de la habitación de Eve por las noches.

—Espera —dijo Knutt mientras le extendía un sobre.

Eve cogió la carta de la mano temblorosa de Knutt. El sello de la familia Von Everec era perfectamente reconocible y la firma de su hermano adornaba la solapa del sobre. Eve suspiró. La última vez que Olgierd le había escrito solo había traído malas noticias.

—Bien, podéis venir conmigo. No tengo intención de ver a Hjalmar esta noche.

Eve estaba asustada y temía lo peor. No sabía que motivo podía llevarle a Olgierd a volver a ponerse en contacto con ella, lo cual la inquietaba. Necesitaba estar preparada para cualquier sorpresa que pudiera depararle el destino.

Eve cerró la puerta de su habitación detrás de ella, dejando a los mercenarios con unas instrucciones claras: "qué nadie me moleste". Después, miró por la ventana y tuvo la tentación de dejar la carta sobre el escritorio y colarse en la habitación de Hjalmar.

Tormentas de Skellige (The Witcher 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora