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Tendido en la cama, junto a Yibo, Xiao Zhan no era capaz de recordar otras dos semanas más maravillosas e intensas que las últimas. Estaban siendo como una auténtica luna de miel.

Por el día, ambos trabajaban duramente; Yibo, en su empeño de sacar adelante la empresa y él, escribiendo lo que prometía ser su mejor historia de amor.

Pero, por la noche, sólo estaban ellos dos; sin problemas financieros ni tragedias personales. Tan solo una tórrida aventura, repleta de pasión y seducción, y una buena dosis de largas conversaciones acerca de política, sexo, guerra o cualquier otro tema que les hiciera enfrentarse lingüísticamente.

Yibo lo hacía sentirse bien. Al menos, durante las horas en que disfrutaba de su compañía, lograba evadirse de la terrible espiral de pesadillas por las que estaba atravesando su vida.

—¿Sabes? Creo que podría acostumbrarme a esta casa y a tu compañía —le confesó Zhan, bromeando.

—Ya te dije que te resultaría fácil acostumbrarte a la casa.

—Pero te olvidaste de advertirme que también podría acostumbrarme a ti.

—Confiaba en que eso lo descubrieras por ti mismo.

Yibo lo besó en los labios.

—Pues será mejor que vayas buscando un buen pretexto para echarme de tu lado si no quieres que me instale aquí para siempre. Es fácil vivir rodeado de comodidades y sin responsabilidades —murmuró jocoso, acariciándole el pelo.

—Tranquilo, sé cómo despacharte. Si no recuerdo mal te aterran los compromisos. Bastaría con pedirte que te casaras conmigo y no tardarías ni un minuto en hacer tus maletas y largarte.

Zhan tomó una gran bocanada de aire. Tenía la sensación de estar asfixiándose.

—Para empezar, ya estamos casados. No obstante, eso que has dicho es cruel y malvado.

—Sólo bromeaba.

—Sabes, a mi madre le gustaban las aventuras desinteresadas y extraconyugales: sexo sin compromiso y con hombres de grandes fortunas, con los que disfrutar de todos los placeres que no le estaban permitidos en su vida cotidiana.

—Pero tu padre contaba con un gran patrimonio y una economía más que saneada.

—Sí, pero era un hombre sencillo. El dinero nunca significó mucho para él.

—Ya.

—No necesitaba demasiado para ser feliz. Le bastaba con pasar una agradable tarde en familia... y eso, precisamente, no podía comprarlo con dinero.

Yibo lo abrazó con ternura. Podía imaginar el sufrimiento que este tema generaba en su esposo.

—¡Tendrías que haberla conocido!

—¿A tu madre?

—¡Era una mujer tan bella y elegante! Los hombres caían como moscas ante sus encantos. Chuyue y yo fingíamos no darnos cuenta de sus infidelidades, pero era imposible ignorar el sufrimiento y la desesperación de mi padre, enamorado, entregado... y rechazado por la mujer amada.

Era la primera vez que Zhan compartía esta historia con alguien que no fueran Huizi  o Chuyue. Pero con Yibo sentía la necesidad de hablar y hacerle partícipe de sus miedos y temores. Él sabía escuchar y, además, tenía la enorme virtud de hacer o decir lo que él esperaba.

—Zhan, no tienes por qué hablar de esto si no quieres.

Yibo se acurrucó junto a él en la cama. Había tocado un tema escabroso. Ahora comprendía la actitud de Zhan frente al amor: esa ferviente obsesión por huir de él.

Apuesta Peligrosa - Yizhan 🐇 🦁 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora