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  Zhan había insistido tanto, que a Yibo no le quedó más remedio que acceder a su petición.

Los viernes era el único día en que se admitían visitas en la residencia en la cual se encontraban alojados Chuyue y Huizi, y el pelinegro no quería, ni podía, dejar pasar la ocasión de ir a verlos. Necesitaba ver con sus propios ojos los avances de su hermano, además deseaba mostrarle su incondicional apoyo.

Chuyue era lo único que le quedaba de su reducida familia y ahora que un milagro se lo había devuelto, sentía que debía estar a su lado. Si bien lo adoraba y lo quería con locura, hasta ahora no había sido consciente de cuánto lo necesitaba. Sus absorbentes y dispares trabajos habían impedido que se viesen más a menudo, pero ahora tenía el firme propósito de solucionar aquello. Al igual que siempre encontraba un hueco en su apretada agenda para salir con sus amigos, también lo haría para Chuyue.

A pesar de los motivos que Yibo expuso para convencerlo de que salir de casa no era una buena idea, principalmente porque se expondrían a un nuevo ataque, Zhan se salió con la suya alegando que, de no acudir, su hermano sospecharía que algo no marchaba bien. Yibo tuvo que admitir que estaba en lo cierto y cuando quiso darse cuenta, ya estaban de camino a la residencia. Era inútil luchar contra los caprichos de una persona tan testaruda y, más aún, si éste le tenía completamente hechizado.

—Me parece un milagro verte andando. Es increíble —dijo Zhan, gratamente sorprendido por la evidente mejoría de Chuyue, que ya daba sus primeros pasos sin la ayuda de muletas.

Estaba visiblemente más delgado que cuando cayó enfermo pero, sin embargo, desprendía salud por todos los poros de la piel. Zhan podía estar tranquilo, Chuyue estaba logrando en muy poco tiempo lo que a otros les hubiera costado toda una vida. Era fuerte y decidido, dos rasgos imprescindibles para una rápida recuperación. Además contaba con el apoyo incondicional de Huizi, que destacaba por su carácter positivo y generoso.

—¡Mi esfuerzo me está costando! —repuso Chuyue—. Me tienen día y noche practicando ejercicios de rehabilitación —gruñó, como un niño pequeño al que acaban de quitar su juguete favorito—. No veo el momento de volver a casa.

—No refunfuñes tanto —le increpó Huizi—. Este sitio es fabuloso. La gente es muy amable y disponemos de los mejores especialistas. No le hagas caso, Zhan, que está encantado de ser el centro de atención.

—¿Y qué dices que te ha pasado en el tobillo? —le preguntó Chuyue a Yibo, que se ayudaba de unas muletas para andar.

—Nada serio, es sólo un esguince. Jugando al pádel —le aclaró, mintiendo y sin dar pie a más preguntas.

Hasta ahora, Chuyue y Huizi eran ajenos a todas las desgracias que les acechaban últimamente y así debía de seguir siendo. Cuanto menos supiesen de todo este asunto, mejor.

—Tal vez debería quedarme aquí unos días. Me ha parecido ver a alguna enfermera que no está nada mal —bromeó Yibo.

—¡Yibo! —le recriminó Xiao Zhan.

—Ten cuidado, chico, por menos han dejado plantado al novio en el altar.

Chuyue parecía estar de buen humor. En cambio, la expresión de Huizi pasó de alegría a preocupación.

Lo cierto es que todo este asunto de su falso noviazgo le inquietaba terriblemente. A pesar de que Zhan le había informado telefónicamente de que habían decidido darse una segunda oportunidad y disfrutar, por fin, del matrimonio que les había unido inexorablemente, temía el día en que le comunicasen a Chuyue que estaban realmente casados.

—Por cierto, ¿para cuándo es la boda? Si yo fuera tú, Yibo, me daría prisa. Mejor será que no le dejes demasiado tiempo para pensar a mi hermanito o se arrepentirá —sentenció Chuyue, en tono pícaro.

Apuesta Peligrosa - Yizhan 🐇 🦁 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora