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Liu quería cerciorarse de la autenticidad de la muerte de Gu Ling, por lo que solicitó un certificado de defunción al organismo pertinente, aunque no lo recibiría hasta pasados unos días. Detestaba la lentitud y la burocracia que acarreaba cualquier trámite que tuviese que ver con la Administración Pública.

Decidió que no estaría de más hacer una breve visita al cementerio para comprobar que, efectivamente, su tumba estaba allí. Quería tener todos los cabos bien atados y confió en que aquella visita pudiera proporcionarle alguna otra pista que le permitiese avanzar en sus sospechas.

No le costó ningún trabajo localizarla. En ella había unas flores, todavía frescas, que reflejaban el amor con el que habían sido ofrecidas a tenor del primor con el que estaban colocadas junto a la leyenda de la lápida: «De tu hermano que no te olvida», concienzudamente grabada en la misma.

—Disculpe —llamó a un hombre que vestía un mono azul y pertenecía al servicio de limpieza del lugar—, ¿trabaja usted aquí?

—Sí, señor —respondió el hombre, de tez quemada por el sol y edad avanzada—. ¿Quería usted algo?

—¿Sabría decirme quién ha depositado estas flores? —Le señaló el ramo. El anciano pareció extrañarse ante aquella indiscreta pregunta—. Por favor, me sería de gran ayuda —le aclaró, animándolo a hablar.

—No sabría decirle exactamente. Se trata de un hombre joven, de pelo castaño, bien parecido, que suele venir habitualmente los domingos... aunque también se deja caer alguna que otra tarde. Se pasa las horas muertas sentado junto a la tumba, como esperando un milagro. Lo cierto es que en este trabajo se ven historias realmente dramáticas. Somos afortunados sólo de estar vivos —reflexionó, apenado, mientras se alejaba y continuaba con su tarea.

«Entonces, sólo es cuestión de tiempo. Daré con él», se dijo el investigador, recobrando la esperanza. Acudiría todos los días al cementerio y esperaría, agazapado, hasta que viniera ese tipo. Entonces descubriría la verdad. Por fin iba a ponerle cara al individuo que le había estado esquivando durante meses.

Sin duda, este caso era uno de los más absurdos de toda su trayectoria profesional, no tanto por su complejidad sino por la ausencia total de pistas de partida y la inexistencia de un móvil; móvil que, al fin, parecía haber encontrado. Ahora ya disponía de un motivo y un nombre, y eso era una buena señal. Era irónico pensar que gracias a la pista de Peng, su primer sospechoso en este caso, hubiera hallado el punto de partida.

Lo cierto era que le había costado un mundo llegar hasta allí y todavía no tenía nada claro que el asunto estuviese llegando a término. Lástima que sólo estuviesen a martes... hasta el domingo las horas se le iban a hacer interminables pero, al menos, ya veía el final del túnel. Confiaba en resolver el enigma pronto.

¿Sería el culpable ese hermano que con tanto amor había hecho grabar su cariñosa dedicatoria en la lápida?

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Zhan colocó de nuevo su vieja laptop sobre el escritorio, mientras Yibo lo miraba con expresión de satisfacción.

Todavía no podía creer que la relación con él fuera al fin real, un auténtico matrimonio basado en el amor. Era la culminación de un sueño.

Cuando años atrás sufrió la gran decepción de verse rechazado por Sungjoo, y a pesar de que no lo quiso ni una cuarta parte de lo que amaba a Zhan, optó por renunciar a formar una familia. Las personas se le insinuaban allá donde fuera, pero ninguna de ellos poseía cualidades suficientes que lo motivasen a iniciar una nueva relación. A lo más que le llevaban aquellos escarceos era a una o dos noches de pasión para satisfacer la necesidad física que inexorablemente le invadía a veces. Pero, a la mañana siguiente, miraba a la persona que yacía junto a él y no sentía nada. Hasta que apareció él, Zhan.

Apuesta Peligrosa - Yizhan 🐇 🦁 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora