La princesa y la reina.

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Una inesperada interrupción por parte de una de las doncellas de Marcaderiva hizo que sus manos se alejaran rápidamente.

Tras la interrupción, tanto Rhaenys como Visenya parecieron olvidar que se disponían a dormir. Ambas continuaron hablando de nuevo mientras se servían una copa tras otra. De algún modo u otro comenzaron a contar anécdotas graciosas, tristes y de todo tipo, de sus no tan comunes infancias mientras ambas reían.
—Ni si quiera sé por qué me río —dijo Rhaenys.
—Bueno, dicen que las penas con vino y buena compañía son menos penas —rió la reina esta vez.
—¿Quién lo dice? —rió Rhaenys.
—Ahora mismo no os lo puedo asegurar pero seguro que fue alguien importante —dijo Visenya haciendo que ambas rieran aún más.

Las ocurrencias de ambas las hacían reír mas y más.
Es como si solo por esa noche, solo por esas horas. Ambas volvieran a ser niñas. A tener esperanzas antes de asumir una vida de poder que las convertiría en lo que eran ahora.
Es como si durante un rato hubieran vuelto a esos tiempos de infancia en los que todo era distinto.

—Seguro que mis guardias nos escuchan desde Rocadragón.
—Con las voces que estamos dando que no os sorprenda.
—Sería algo que me recordarían mil veces, sin duda...

Los ojos de ambas, que parecían no querer apartar la mirada de los de la otra en toda la noche, volvieron a encontrarse haciendo que se quedaran en silencio.

—Os lo agradezco —dijo Rhaenys sincera.
—¿El qué?
—Esta noche... Hacía años que no lo pasaba tan bien.
—Lo mismo os digo. Espero... espero que podamos repetirlo algún día. Además a mí dragona le ha caído bien la vuestra.
—Ya lo veo —dijo mirando hacia la ventana que daba a la colina —Veo que el sentimiento es mutuo.
—Se dice que... Los dragones no hacen buenas migas entre ellos a no ser que sus dueños sean sumamente cercanos, como hermanos o un matrimonio... Pero en mi familia siempre ha habido otra creencia... Se dice que... cuando dos dragones desconocidos con jinetes independientes congenian tan bien... Es porque ambos tienen su destino ligado...
—¿Creéis que nuestro destino está ligado?
—¿Lo creéis vos?

Rhaenys tomó un sorbo mientras miraba fijamente a Visenya.
—Me observáis —dijo esta última.
—Vos también a mí.
—Lo sé... Hay algo en vos que no consigo descifrar... Es extraño.
—Me pasa lo mismo con vos. Contadme sobre vuestra historia.
—Mi historia no tiene nada interesante. Soy la última descendiente viva de mi familia. Mi linaje murió, todos murieron... Mis antepasados lucharon fervientemente por defender nuestras tierras de vuestro apellido y fallaron. A si que decidieron quedarse donde estaban. Mi madre me crió para liderar y eso hago.
—Pero tenéis un corazón noble... —interrumpió Rhaenys.
—¿Eso creéis?
—Puedo verlo en vos...

Visenya la miró de arriba a abajo, tratando de mantener la compostura. No entendía qué llegaba a pasarle con aquella mujer. Pero sabía que había forjado una conexión que no había logrado con nadie antes.
Quizá era la energía de aquella mujer, la seguridad que emanaba o la pizca de soberbia mezclada con dulzura lo que resultaba una innegable atracción para la reina, pero lo que era verdaderamente innegable, es que Sand tenía razón. Estaba prendada de sus profundos ojos.

—No me estáis escuchando... —dijo Rhaenys sacando a Visenya de sus pensamientos de manera abrupta.
—No, lo lamento. Me perdí en mis pensamientos... ¿Qué me decíais?
—Que casi ha amanecido...
—Oh por los dioses... ¿Hemos charlado toda la noche?
—Eso parece, sí.
—No creí ser tan interesante. —bromeó.
—Vuestro ego os delata —rió Rhaenys.
—Ha sido un placer.
—El placer ha sido mío. Estáis invitada.
—Lo mismo os digo, la próxima vez pasaremos la velada en Rocadragón. Es lo justo.
—Os tomo la palabra.

Tras dedicarle una cariñosa sonrisa, Visenya salió y se encontró con su dragona ya despierta. Subió a ella y volvió a casa, donde Sand, ya despierta, la esperaba.
Pudo observar cómo terminaba de amanecer desde Hydra mientras sobrevolaban el mar hasta llegar a la isla. El paisaje era precioso.

Al llegar, Sand se encontraba en la puerta.
—Buenos días —le dijo.
—Buenos días ¿habéis dormido bien? —preguntó la reina.
—Ajá, ¿vos?
—No he dormido en absoluto —dijo riendo. —Hemos charlado y reído toda la noche...
—Veo que habéis hecho buenas migas...
—Es una mujer encantadora...
—Seguro que solo es eso...
—¿Qué más sería si no?
—¿Estáis segura de que no tiene que ver con que os atraiga ciegamente el misterio y la energía que emana?
—No digáis bobadas...
—Ajá... ¿Volveréis a verla?
—Eso espero, sería una pena no hacerlo...

Casi un mes más tarde, Visenya y Rhaenys se habían acostumbrado a volar juntas en sus respectivas dragonas varias veces a la semana y terminar con una copa de vino que generalmente compartían en Rocadragón.
Pero a Corlys no tardaron en llegarle los rumores de que durante las noches, la dragona de su esposa sobrevolaba la fortaleza de aquella reina...

—Rhaenys —dijo Corlys mientras ella se disponía a salir de su fortaleza pillándola por sorpresa —Es tarde ¿a dónde os dirigís esposa mía?
—Daré un paseo con Meleys —dijo con naturalidad.
—¿A la isla vecina?
—¿Qué queréis decir? ¿Desde cuando os doy explicaciones esposo mío?
—Llevan noches viendo a Meleys en Rocadragón. ¿Tenéis algo que contarme?
—Estoy forjando alianzas con esa nueva reina.
—Ajá...
—No sé qué insinuáis... Pero tampoco creo que me interese.
—Lo sabéis perfectamente. Resulta extraño a ojos de los demás.
—¿Desde cuando os importa lo que los demás crean?
—Desde que susurran cosas sobre mi matrimonio.
—¿Creéis que me acuesto con la reina? —dijo Rhaenys riendo.
—Las malas lenguas dicen que tenéis un amante en la fortaleza de la reina.
—Y vos las creéis...
—No lo hago. Pero no es de mi agrado. Nuestro hijo se casará con Rhaenyra, no es momento de que la casa Velaryon se debilite. Debéis cesar vuestras visitas. Terminarlas incluso.
—¿Me estáis diciendo que...? No podéis hablar en serio.
—Lo hago. —El tono severo y serio de Corlys hizo cabrear a Rhaenys. Nunca había osado darle órdenes y no podía creer que comenzara a hacerlo ahora.

Lo miró rodando los ojos y cambió su rumbo volviendo a entrar en el lugar y marchándose de su vista.
Por otra parte, Visenya esperaba junto a Hydra ver despegar a Meleys, pero esa noche no pasó. Supuso que le habría surgido algún inconveniente y entró en su fortaleza encontrándose con Sand.
—¿No ha venido, alteza?
—Tendría algún problema...
—¿Estáis bien?
—Claro que lo estoy, Sand. Solo es una amiga... Seguro que le ha surgido algo. ¿Os apetece vino?

La reina y Sand tomaron una copa y se despidieron para ir a dormir. A la mañana siguiente, la reina tendría que atender varios asuntos y quería tener la cabeza despejada para ello.

EL OTRO REINO (Rhaenys Targaryen) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora