De su lado.

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Rhaenys salió del lugar y se dirigió a otra habitación. Pudo ver a Hydra volar sobre Rocadragón y el mar que separaba ambas islas.
Pasó parte de la noche dando vueltas en la cama de un lado para otro, hasta que la resignación pudo con ella y se levantó para escribir junto a una copa de vino.

En aquella carta puso lo que jamás admitiría en voz alta. Lo más profundo que era capaz de sentir. Su plan era guardarla por si algo llegara a pasarle. Buscaría el modo de que en el momento necesario, fuera entregada a Visenya.

Tras plasmar en ese papel todo lo que reprimía, envolvió el papel y colocó al rededor uno de sus anillos, al fin, parece que el sueño le dio tregua y pudo dormir unas horas.

La ventana abierta y los deseos de los dioses hicieron que un cuervo nocturno se sintiera atraído por un brillo especial proveniente de la habitación de Rhaenys. Un brillo producido por el anillo que sostenía aquel papel.
El cuervo. Amaestrado para llevar objetos entre aquellas islas cercanas. Tomó la carta y voló en dirección a Rocadragón.

—¿Quién manda un cuervo a esta hora? Es de madrugada... —dijo Visenya a lomos de Hydra e indicó a su dragona que siguiera al ave.
Cuando estaba lo suficientemente cerca pudo tomar al pájaro con sus manos y coger la carta sostenida por aquel anillo, para después volver a soltar el ave.

Visenya no tardó en percatarse de que se trataba del anillo de Rhaenys. Por lo que hizo q su dragona descender y bajó de ella para ver de qué se trataba.

Retiró el anillo con cuidado y lo colocó en su colgante para no perderlo. Estiró el papel y comenzó a leer. A medida que sus ojos divagaban por esas letras el corazón se le iba encogiendo, es por eso que leerlo le llevó más tiempo de lo normal. Una única lágrima rodó por su mejilla cuando leyó el remitente de ese escrito.
—¿Visenya? —escuchó.
—Sand, creí que todos dormían.
—No podía hacerlo...
—Veo que no soy la única.
—¿Estáis bien?
—Tengo una carta suya. Pero dudo que la haya enviado adrede. El cuervo debió de tomarla...
—No os preguntaré que dice pero por vuestra cara lo deduzco.
—Cosas que hubiera deseado que me dijera antes de crearme todas estas dudas...
—Estoy segura de que ella también duda alteza...
—Lo sé. Iré a verla por la mañana... Vamos.

Ambas entraron y se despidieron para dirigirse a sus respectivas habitaciones.
A la mañana siguiente, Luke y Jace se presentarían voluntarios para ir a tomar la palabra de los señores que juraron lealtad al rey Viserys.

Se hallaba la reina en uno de los balcones cuando Luke apareció en este.
—Luke, ¿te sientes bien? —preguntó Visenya. Este asintió cabizbajo. —¿Tienes miedo?
—No... Alteza... Es que...
—Puedes llamarme Visenya, Luke. No estamos ante la corte.
—No quiero ser el señor de las mareas —dijo El Niño de forma atropellada. —No quiero que los abuelos mueran...
—Luke...
—Todos a los que queremos mueren... No quiero que les pase nada...
—Lo sé. Yo tampoco quiero que las personas que me rodean se vayan.
—¿Lo dices por la abuela? He escuchado a Daemon hablar con mi madre... Tranquila... Será nuestro secreto —le dijo el pequeño con una sonrisa.
—No solo por ella Luke... También por vosotros. Lo creáis o no, sois parte de mi familia... No es como si tuviera otra...
—Para nosotros también eres parte de la familia alte... Visenya.
—Te prometo que haré lo que esté en mi mano para que nada malo pase a los que queremos.

El niño abrazó a Visenya con fuerza. Esta le devolvió el abrazo y permitió que se fuera a buscar a su madre.

Tras ser enviados por Rhaenyra, Visenya abandonó su fortaleza y voló a Marcaderiva.
Entró sigilosa y se encontró a Baela. Quien había pasado la noche allí.

—Buenos días alteza.
—Buenos días Baela.
—¿Noticas de Rhaena y Alynae?
—Aún no. Pero si mis cálculos no fallan ya deberían haber llegado. Por lo que en unos días las tendremos de vuelta.
—Espero que todo salga bien alteza.
—Y yo, Baela.
—¿Has venido? —dijo Rhaenys entrando a la sala confundida al ver a Visenya.
—Me llamaste... —dijo la reina mostrando la carta.

Baela entendió que debía dejar solas a las dos mujeres y salió de la sala.
—Oh la he buscado toda la mañana...
—La tomó un cuervo... Tenía que hablar contigo... ¿Por qué no me dijiste todo lo que escribiste aquí?
—¿Qué hubiera cambiado?
—Mi suplicio. El que he pasado creando ideas horribles en mi cabeza...
—Lo lamento... Si te soy sincera no pretendía que la leyeras...
—No lo lamentes... No puedo seguir así Rhaenys... Me voy a volver loca... Estoy a punto de entrar en una guerra y lo único que me importa es a quién tienes en tu corazón...
—Te tengo a ti Visenya... Solo a ti. He hablado con Corlys.
—¿Has hablado con Corlys?
—Le he contado... Esto...
—¡¿Le has contado qué?!
—Va a partir y dejar Marcaderiva en manos de Luke...
—Necesito sentarme.
—Se ha negado a ayudar a Rhaenyra o a ti y a meterse en una guerra con su flota... Ha dicho que...
—Rhaenys para, ¿cómo que le has contado esto?
—No nos delatará... Él tampoco me ama y sabe que tengo razón...
—¿Estás bien?
—Sí. Necesitaba sincerarme, Visenya. Ha sido mi marido por muchos años...
—Lo entiendo.
—No creo que quiera verte aquí... Tampoco a mí.
—Rhaenyra ha mandado esta mañana a Luke y a Jace en busca de sus aliados...
—Vamos a Rocadragón.
—Creí que no te posicionarías.
—Del único lado que estoy es del tuyo.

Ambas mujeres volaron en sus respectivos dragones a Rocadragón. En ella se hallaban aún quitando los restos adheridos de Otto y sus guardias que habían sido completamente calcinados.
—¿Vendrá Corlys a declararnos lealtad? —preguntó Daemon al verlas entrar.
—No lo hará —se limitó a decir Rhaenys. —No comprometerá su flota.
—Me preguntó por qué...
—Eso no importa Daemon. Haré que mis hombres tracen el plan que habíamos pensado.

Ambas mujeres pasaron la mitad del día trazando rutas y planeando cómo llevar todo a cabo para cuando los verdes se enteraran del asesinato de Otto.
Ciertamente, indistintamente de lo que pudiera haber entre ellas, el equipo que formaban ambas era poderoso e inteligente. La manera en la que se complementaban no podía ser otra que la de dos grandes monarcas que sabían cómo actuar para llevar las cosas a su convenio.

Mientras descansaban junto a una copa en el salón, fueron llamadas por un guardia para que acudieran de nuevo a la sala del consejo. Al llegar, se encontraban Sand y Baela en ella. Ambas con un rostro algo angustiado.

La reina se preocupó al instante y se precipitó a tratar de entender qué pasaba.

—¿Ha sucedido algo? —dijo Visenya entrando.
—Estoy preocupada... —dijo Baela.
—Nos han llegado noticias, creen que Aemond ha sido enviado a Bastión de tormentas...
—¿Dónde está Rhaenyra?
—No lo sabemos.
—¿Daemon?
—Tampoco alteza...
—Por los dioses... Aemond quiere venganza... Debo ir a buscar a Luke.
—Te acompaño —se apresuró a decir Rhaenys.
—No. Te necesito aquí. En mi ausencia tú darás las órdenes.
—Visenya ten cuidado. No actúes bajo la ira.

La reina asintió y se apresuró a subir a Hydra sin siquiera ponerse una armadura.

EL OTRO REINO (Rhaenys Targaryen) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora