Desdichas.

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Las dos mujeres salieron de la habitación de las niñas y se quedaron cara a cara en el pasillo.
Rhaenys observó que no hubiera nadie y dio un suave y corto beso a Visenya.
—Descansa, te veré mañana.
—Descansa también...

Tras un rápido beso cada una se marchó por su camino.
La reina se dirigió a dar un paseo nocturno que le ocupó casi una hora.
—¿No podéis dormir? —dijo Sand al verla entrar.
—Sand, casi me matáis de un susto...
—No he podido evitar veros salir... ¿Una mala noche?
—Movida, cuánto menos...
—¿Va todo bien con la princesa?
—De maravilla...
—Sé que Rhaenys os quiere, pero no os veo a vos tan segura.

La reina le hizo un gesto y ambas se dirigieron a su habitación. Al llegar, se sentó en el tocador mientras Sand comenzaba a peinarle el pelo.
—Sé que me quiere... A su manera... Pero eso no me basta, Sand.
—¿A qué os referís?
—A que... Es él, Corlys, quien duerme con ella al final del día. Llevamos años así y la quiero. Pero a veces me gustaría que todo fuera distinto. Que no estuviera casada y que fuéramos libres...
—No creí que fuérais celosa... —rió Sand para amenizar la situación.
—Oh, callaos —río la reina esta vez. —No son celos, es solo que... Me gustaría que todo fuera de otro modo... Me gustaría volver a casa... que volviera conmigo a casa...
—¿Se lo habéis dicho?
—Hace años conversamos sobre ello...
—La princesa teme que os pase algo o a su familia...
—Lo sé, no puedo culparla... ¿Os imagináis qué harían si se enteraran? Sería un escándalo...
—A vuestro pueblo no le importan vuestras preferencias.
—Pero a de desembarco del rey sí... Al igual que a los habitantes de Marcaderiva... Es difícil amar a una mujer en los tiempos que corren...
—Lo sé, alteza...
—Este mundo odia a las mujeres. Les teme y las rechaza a partes iguales...
—Tenéis razón...

A la mañana siguiente, el rey y su esposa se marcharon de Marcaderiva junto a sus hijos. Rhaenyra y Daemon se quedaron pues ella debía quedarse con su esposo Laenor y Daemon y ella habían arreglado un plan para, tras tanto años. Poder estar juntos.

Noches más tarde, Rhaenys se encontraba durmiendo cuando los guardias los alertaron a ella y a Corlys.
Para ese momento Rhaenyra y sus hijos se habían marchado, al igual que Daemon o Visenya. Baela y Rhaena, en cambio, se quedaron con sus abuelos.

La reina se encontraba sobre Hydra cuando observó a Meleys alterarse desde la distancia.
Hizo a Hydra dirigirse a Marcaderiva rápidamente sabiendo que algo había pasado.

Al llegar entró rápidamente y vio a Rhaenys en el salón sobre un cadáver calcinado.
—Rhaenys... —dijo corriendo hasta ella y arrodillándose a su lado. Esta al verla, la abrazó con fuerza.
—Alteza —dijo Corlys.
—He visto a vuestros dragones muy alterados, supuse que había pasado algo.
—Mi hijo... —sollozaba Rhaenys.
—¿Qué ha pasado? —preguntó a Corlys que parecía menos afectado que Rhaenys.
—Le han mandado a matar... —dijo Corlys observando la escena. —¡En mi propia casa! ¡¿Cómo es eso posible?!
—Rhaenyra... —murmuró Rhaenys entre lágrimas. —Nunca lo amó. Mañana mismo volverá a prometerse...

En ese momento y viendo el dolor de esa mujer a la que tanto amaba. Visenya se disculpó de antemano por marcharse y se fue a toda prisa. Subió a Hydra y se dirigió a la fortaleza donde ahora residía Rhaenyra.
—¡Rhaenyra! —dijo entrando.
—¿Visenya? ¿Qué su...
—¡Decidme que no habéis ordenado el asesinato de Laenor Velaryon! ¡Decídmelo!
—No lo he hecho. ¿Qué ha sucedido?
—¿Y por qué estaba calcinado?
—Alteza no sé de qué habláis...
—Laenor ha muerto...
—¿Habláis en serio? —fingió Rhaenyra.
—Lo hago.
—Debo avisar a los niños...
—Haced lo que debáis. Espero de corazón Rhaenyra que lo que decís sea cierto y no hayáis ordenado el asesinato de Laenor. Habéis sido como una hija para mí pero eso... eso no podría perdonároslo...

La reina se marchó y volvió a Marcaderiva. Rhaenys se encontraba sola sentada en una silla frente a la chimenea.
—¿Y Corlys?
—En los peldaños de piedra. O dirigiéndose ahí. Qué sabré yo... —dijo quitándose uno de sus anillos y poniéndolo con fuerza en una pequeña mesa redonda que había frente a ellas para después cubrirse la cara con sus manos.
—¿Te ha dejado sola ahora?
—Dice que es su manera de llevar el luto...Abandonar a su esposa que acaba de perder a sus dos hijos y está cuidando sola a sus nietas...

En ese momento, ambas escucharon un fuerte rugido. Visenya notó enseguida que se trataba de Saphire. La dragona de su hija.
Alynae no tardó en entrar rápidamente.
—Me he enterado... —dijo la niña y corrió a abrazar a Rhaenys. —Lo siento mucho tía Rhaenys.

Los ojos de Rhaenys se cristalizaron de nuevo. Abrazó con fuerza a esa niña a la que desde el primer día había amado, cuidado y criado como suya. Porque aunque no fuera de sangre y la situación se diera de manera confusa. Tanto Rhaenys como Visenya sabían que esa niña era de ambas.

—Gracias, está bien... —dijo Rhaenys.
—¿Puedo quedarme con Rhaena y Baela mamá?
—No es a mí a quien tienes que pedirme permiso, cariño —dijo mirando a Rhaneys.
—Claro que puedes. Están arriba. Su abuelo se despidió de ellas antes de irse. Seguro que siguen despiertas.

Visenya miró a Rhaenys a sabiendas de que no podría eliminar su dolor, pero que al menos podría brindarle todo el apoyo y amor que necesitara.
—Me quedo contigo, si te parece bien —le dijo.
—Por favor... —le dijo Rhaenys mirándola a los ojos.
—Vamos, vamos a dormir.

Ambas se dirigieron a la habitación en la que se quedaba Visenya cuando residía en Marcaderiva. La reina se acostó tras Rhaenys y la abrazó por la espalda.

Tras un largo rato y un par de lágrimas que trató de ocultar. Rhaenys consiguió dormir. Y Visenya pasó la noche en vela, con su mente de aquí para allá.

Cuando Rhaenys despertó, la reina no estaba. Al bajar, encontró en el salón a las tres niñas.
—Mamá salió —dijo Alynae a Rhaenys.
—¿A dónde?
—Me dijo que tenía que solucionar un asunto en Rocadragón y que no le llevaría más de una hora.
—¿Queréis que la esperemos para desayunar? —las niñas asintieron y Rhaenys se sentó junto a ellas para tratar de despejarse.

Mientras tanto, en Rocadragón, Visenya informaba a Sand sobre el suceso que le quitaba el sueño.

—Lo lamento, alteza —dijo Sand.
—Ha perdido a dos hijos... Con Laena pensó que era una maldición de los dioses... Temo que...
—Rhaenys sabe que vuestro amor no es el causante de los males que acechan a su familia. Ciertamente han sido dos desgracias inmensas. Pero no es culpa de ninguna de las dos...
—Tenéis razón... Aunque es duro...

Tras pasar una larga charla con Sand que ciertamente necesitaba, la reina volvió a Marcaderiva.
—Visenya, te esperábamos para desayunar —dijo Rhaenys dirigiéndose al comedor.
—Claro, vamos —Dijo la reina.

Las dos mujeres y las tres niñas desayunaron tratando de distraer a Rhaenys, sobre todo las niñas. Estás le decían las ganas que tenían de volar con ella y de retar a una carrera a Meleys.
Cuando terminaron el desayuno, las niñas salieron y la reina se quedó con Rhaenys.

—¿Qué pasa? Te noto extraña desde ayer... —dijo Rhaenys.
—No es nada cariño...
—No quiero que me tengas lástima por esto que ha pasado, Visenya. No quiero que me endulces la cosas.
—He hablado con Rhaenyra, jura no ser ella la responsable de lo que le ha pasado a tu hijo...
—No la creo. Y no quiero hablar de ello ahora...
—Lo entiendo... Las niñas... ¿se quedarán aquí?
—Eso parece. Su padre no parece tener intención de crialas en soledad...
—Te ayudaré... Son encantadoras, lo haremos juntas... —dijo Visenya tomando la mano de Rhaenys y sacándole a esta una pequeña sonrisa.

Terminaron de desayunar y Rhaenys acudió con las niñas.
Subió a Meleys y estuvo durante unas horas junto a sus nietas y Alynae volando de aquí para allá. Por el contrario, la reina se quedó en el balcón de Marcaderiva observándolas desde la distancia.

EL OTRO REINO (Rhaenys Targaryen) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora