SEIS.

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Matt precioso Allen.

Estoy viendo a Matt precioso Allen.

— ¡Oh, por Dios! —escuché mi propio chillido, mientras mi corazón galopaba como loco en mi pecho —. ¡Es...!

Él dio dos pasos largos hasta mí, y realmente pensé que en algún momento me había quedado dormida cuando se acercó tanto a mí como para que no haya distancia entre nuestros cuerpos. Puso una mano sobre mi boca y pude escuchar como la puerta se cerraba detrás de él, a la vez que llegaba a mi nariz el olor del verano y la playa que aún me parecían tan nuevos. Su propio aroma, el olor del mar.

Mamá, creo que me enamoré.

— ¡Sh! —me silenció y si no hubiese sido porque está cubriendo mi boca, se me hubiera escapado un suspiro. —Nadie puede saber que estoy aquí.

Me quedé paralizada viéndolo aunque quería chillar como loca. Estaba viendo sus ojos, sintiendo su piel y oliendo su aroma, me sentía en el bendito paraíso.

¿Qué pensaría si le digo que le hice un altar en mi habitación? ¿Creerá que soy muy rara?

—No digas nada sobre mi presencia aquí, por favor —rogó, mirando cada parte de mi cara con esos hermosos ojos suyos.

Si hubiera podido, le habría dicho que haría todo lo que me pidiera, pero eso sí sería muy extraño. Solo me limité a asentir y él frunció su ceño.

—Está bien que dije que no hablaras pero, ¿Acaso te comieron la lengua los ratones? —musitó luego de un par de segundos.

Intenté sonreír debajo de su mano por ese comentario despistado y señalé su mano con la mía. Por sus ojos se cruzó la comprensión.

—Uy, lo siento —murmuró, soltándome.

Un carraspeo detrás mío me hizo salir de la burbuja en la que estaba, y al darme vuelta, Avril estaba mirándonos con los brazos cruzados debajo de su pecho, como analizando la situación. Jenna seguía haciendo su trabajo como si le importara en lo más mínimo que el mismísimo Matt Allen estuviera en nuestra misma habitación. Los demás se veían tan anonadados como yo.

Anonadados, no enamorados. Porque no hay nadie más enamorado de Matt Allen que yo.

— ¿Que se supone que haces aquí, Matthew? —preguntó Avril intentando sonar seria, pero sin dejar de sonreír. —No puedes estar aquí.

Los hombros del amor de mi vida se cuadraron.

—Te estaba buscando, Avril, ¿Qué más voy a hacer? —musitó, con un tono de voz que intentaba sonar indiferente. —No me has dicho que quieres que haga.

Avril rodó sus ojos y negó con su cabeza.

—Tranquila A, vete en paz con tu artista dependiente, yo me encargo de que tengan una entrada maravillosa —dijo Jenna despreocupada, tratando de retocar el maquillaje de Amber.

— ¡Oye, a quién le dices dependiente! —se quejó Matt, ofendido.

Jenna se volteó en nuestra dirección, y le sonrió con burla.

—Pues a ti, Allen, a quien más sino —contestó obvia.

Matt abrió su boca, completamente indignado.

—Jenna, tú... —sin dejarlo terminar de hablar, Avril se acercó hasta él, y dedicándole una mirada de advertencia, lo tomó del brazo.

— ¡Bueno, Jen, los dejo en tus manos! —exclamó Avril. —Recuerda que son mi tesoro.

Y lo arrastró fuera antes de que pudiera responderle a Jenna, cerrando la puerta detrás de ellos. Aún podía escucharse el timbre de la voz profunda de Matt quejándose cuando se fueron.

Carry On: Sigue adelante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora