DIEZ.

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Confío en que podrás hacerlo.

Esas palabras no se fueron de mi cabeza en ningún momento. Algo en ellas hacía que mi corazón se desbocara y una pequeña calidez se asentara en mi pecho. No es que nunca haya confiado nadie en mí, pero estoy acostumbrada a que mi familia me de esa confianza, no alguien que no conozco y que para colmo veo como alguien grande en la industria musical.

Ignoremos el hecho de que el hombre tiene una belleza de otro mundo, gracias.

Mientras me ocupaba de verificar que mi guitarra estuviera bien afinada y de ejercitar mis dedos por un momento, podía escuchar como Amber, Hannah, Clary y Elliot calentaban sus voces junto a Allen y Luke.

Si, maldita sea. Eso estaba pasando. Matt Allen y Luke Smith están calentando sus voces con nosotros.

Los ejercicios de vocalización me parecieron siempre de lo más divertidos y relajantes, así que por lo bajo imité a los chicos cuando Allen los guió a todos a provocar un sonido que parecía una M con la boca cerrada. Aunque la posición sentada con la espalda encorvada en la que estaba era incómoda, lo seguí intentando.

—Ally —me llamó Allen. Alcé mis ojos y cejas en su dirección—. Si quieres puedes acompañarnos con los ejercicios.

Mis músculos entraron en tensión y mis ojos se abrieron más. Mi pulso se disparó al pensar en esa posibilidad.

No tengo problema en hacer coros a veces, pero desde que llegamos acá, cuando pienso en hacerlo, me invade el pánico.

—Paso, gracias —contesté tratando de sonar normal. Volví la vista a la guitarra y permanecí en silencio.

—¿Segura? —inquirió Luke esta vez—. Tenemos espacio para alguien más y tampoco vendría mal una voz más para el domingo...

Dejé la guitarra en su soporte y me levanté, procurando sonreír de la forma más convincente posible.

—Muy segura —aseguré, apretando mis labios—. Voy por agua, ¿Alguno quiere?

Caminé hacia la escalera del sótano, tratando de no verme temblorosa como me sentía. Todos parecían negarse a mi petición, pero Allen pidió que trajera una jarra de agua natural asegurando que la necesitarían luego.

En cuanto llegué a la planta baja, dejé escapar el aire de mis pulmones y cerré mis ojos.

Ya está, corazón. No subiremos a cantar a ningún escenario. Puedes tranquilizarte.

—¿Viste un fantasma? —la voz de Brad me hizo dar un brinco.

—Dios santo —puse una mano en mi pecho, cuando volví a verlo.

Mi amigo estaba en la puerta de la cocina. Tenía una botella pequeña de agua fresca en su mano y estaba vestido con unos pantalones de deporte negros y una musculosa negra. Los mechones de su cabello castaño se veían mojados y sobre su frente había gotas pequeñas de sudor. Sus mejillas se veían levemente sonrosadas.

—Hombre, casi me matas de un susto —me quejé, frunciendo mi ceño en su dirección y acercándome hasta la cocina.

Brad sonrió divertido cuando pasé a su lado.

—Ya parecías asustada cuando te vi —contestó, siguiendo mi paso por la cocina.

—No estaba asustada... —murmuré, buscando una jarra vacía en los muebles bajos de la cocina.

—Ajá —dijo con ironía en su voz. No me hizo falta voltearme para saber que estaba detrás mío—. Y yo me chupo el dedo, ¿No?

Me levanté con la jarra vacía y una sonrisa maliciosa se puso sobre mis labios. Me di vuelta, batiendo mis pestañas de forma inocente.

Carry On: Sigue adelante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora