CUATRO.

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El cielo nocturno se pasaba a través de la ventana del avión. Pasó casi un mes desde que hicimos la audición y ahora nos tocaba viajar hasta Los Ángeles para el concurso. A mi lado, se encontraba mi querido amigo Brad, entretenido leyendo un cómic. Me quedé observando su perfil, la luz tenue del avión mezclada con la de la lámpara que él usaba para leer suavizaba sus facciones. Su cabello castaño oscuro caía en unos rizos sobre su frente y anteojos de lectura por la posición en la que estaba, con sus ojos marrones sobre la revista y el ceño levemente fruncido.

—¿Por qué me miras tanto? ¿Acaso ya te enamoraste de mí? Ya te habías tardado —murmuró mojando su dedo índice para luego pasar de página, sin dejar de ver el cómic.

Arrugue mi nariz y fruncí el ceño.

—Ugh, no —respondí acomodándome en el asiento con incomodidad.

— ¿Entonces por qué sigues mirándome? —preguntó curioso.

Me encogí de hombros.

—Es que todavía sigo sin entender por qué vienes conmigo a Los Ángeles, estás dejando tu vida...

Brad suspiró y cerró el cómic.

—Ya te lo dije, si no voy contigo, ¿Cómo se supone que vas a mantenerme cuando seas rica? —inquirió sin mirarme a los ojos. Aunque sé que quería decirlo en chiste, su voz no tenía nada de gracia, es más, sonaba seria—. Matemáticas, hija.

Torcí mi boca, algo insegura.

— ¿Seguro que es eso? —pregunté. Él asintió y acomodó sus brazos detrás de su nuca.

— ¿Cuál otra razón habría? —murmuró por lo bajo.

No le respondí porque la verdad es que no estaba segura. Aunque nuestra relación siempre fue de entera confianza, últimamente sentía que había algo que estaba ocultando, y sabía que con lo cabezota que Brad era preguntarle no serviría de nada. Preferí no decir nada más, esperando que en algún momento él sea capaz de decirme que le sucedía.

Todavía quedaba un rato para el aterrizaje, porque hicimos una escala, y quedaba también un tiempo considerablemente largo para que amaneciera. Estaba muy emocionada por ver qué es lo que nos depararía esta nueva ciudad, pero también estaba algo ansiosa por el concurso.

Horas después ya estábamos en camino a la casa temporal que la productora nos había brindado mientras grabábamos el programa. Era una casa mucho más lujosa que mi casa en Rhode Island, pero no era una casa de ricachones. Tenía una enorme sala con un desnivel, en el que se encontraba un sofá con forma de L bordo y un sillón individual negro junto con el televisor y una mesa de café. La sala estaba conectada a su vez con la cocina, y a la izquierda de la sala había una escalera que conectaba a las habitaciones y con el sótano. Las habitaciones eran tres, dos habitaciones con varias camas y una con una cama matrimonial. Las chicas compartiríamos habitación y los chicos estarían en otra, junto con Aaron.

Cuando nos instalamos en nuestra habitación, me quedé asombrada al ver que era bastante espaciosa y a su vez aliviada, porque tenía un ventanal grande que conectaba con un balcón. Podría ir allí si a Clary se le daba por hablar sin parar, cosa que se le daba muy seguido. Las paredes estaban pintadas de un color marfil, y había cuatro camas individuales, una en cada esquina de la habitación. En medio de un par de camas, habia una puerta que daba al vestidor que tendríamos que compartir. Tenía el presentimiento que tendríamos problemas con el espacio ahí.

Elegí una de las camas que estaba cerca del ventanal antes de que alguna de las chicas se me adelantara, y dejé mis cosas al rededor. El sol del amanecer se hacía cada vez más fuerte con el pasar de los minutos, algo bastante esperable para ser casi las seis de la mañana, pero a pesar de haber dormido una siesta en el vuelo, me sentía cansada. De mi equipaje saqué un juego de sábanas, armé la cama, y sin darle importancia a las quejas de Clary porque ella no pudo elegir una cama, me tiré a dormir por unas horas más.

Carry On: Sigue adelante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora