El segundo asalto tardó un par de semanas en llegar. Por exigencia de Maite, me había visto obligada a abandonar en la primera batalla, pero supe que la guerra no había acabado cuando las tres jugadoras volvieron a aparecer, esta vez acompañadas por Mariona.
En la hora de cierre de la semana anterior, me había dedicado con mucha pasión a decir la forma más despectiva y a la vez suficientemente respetuosa a mi jefa, que había arruinado mi única oportunidad de compartir un par de frases con tres de las mejores jugadoras del mundo. Me miró perpleja y en silencio mientras gesticulaba y exageraba muecas de desagrado.
Fernando, el dueño del local y un señor al que rara vez veía limpiando una mesa, sacando la basura o haciendo cualquier otra clase de trabajo que no fuera el revisar la caja y las cámaras de seguridad, había decidido que teníamos poca clientela en comparación con el resto de bares de la calle y que el local se encontrara en una especie de rincón oscuro de la avenida, no debía ser motivo de ello.
Y su increíble solución fue establecer las noches temáticas. Un día de disfraces, un día de karaoke, una noche ochentera, pirata... Simpático, quizás. Desde luego no para los empleados. Y por suerte, ninguna de esas noches coincidía con la de ese día, que a su vez e irónicamente se había convertido de todas formas en una noche temática, la noche en la que volví a verla.
Cuando abrieron la puerta, se me atragantó el oxígeno en los bronquios. Maite y yo cruzamos nuestros ojos. Habían decidido regresar, por lo que el servicio había sido agradable para ellas. Quizás eso era precisamente lo que querían, un lugar donde no sentirse llamativas.
Cualquiera de ellas me habría producido emoción, pero Alexia había vuelto. Era digno de estudio a qué nivel podía resultarme hipnótica. Esa noche había escogido llevar el pelo recogido, un jersey oscuro con mangas anchas y hombros caídos, unos vaqueros negros y unos pendientes largos. Nada en sí mismo podría catalogarse como algo que llamara la atención y, aún así no podía apartar los ojos de ella.
Me puse nerviosa al instante ante la idea de que pudiera girarse y descubrirme, como si tuviera algo que ocultar en una mirada que no había podido apartar, sin ser mi deseo o intención y siendo por ello lo más inocente.
Maite las miraba también, ahora era consciente de a quién había atendido la otra vez. Había hecho un par de búsquedas en internet, había alucinado con los números y después se había arrepentido de no pedir una foto para enseñarle a su marido, aficionado acérrimo del FC. Barcelona desde que había nacido.
—Han vuelto... —dijo la pelirroja finalmente en voz alta, evidenciando que compartíamos el mismo pensamiento.
¿Compartiría ella la misma sensación que yo? ¿Se habría visto atrapada de igual forma por la figura de la rubia? Era algo que debía pasarle a todo el mundo, era imposible para mí concebir que no ocurriese. Entonces, un pensamiento fugaz cruzó mi cabeza y abrí mucho los ojos antes de agarrar el brazo de mi jefa con fuerza.
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Sería capaz de renunciar a todo - Alexia Putellas
RomansaEs difícil encontrar la forma en la que todo encaja en su lugar una vez está roto, incluso si un cirujano te da un primer empujón bastante notable. La recuperación de Alexia avanza con esperanza. Su rodilla está respondiendo muy bien a la rehabilita...