El error

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Volver a la rutina no fue tan complicado, dormir con la tranquila pose de Lucia replegada en mi pecho cuando estábamos enamorados o con el frio y esquivo roce de su espalda cuando estaba molesta.

Por el momento disfrutaba de abrazarla, sentir su calor, su aroma; aunque era hermoso, sentirla por completo, ya íbamos mucho tiempo sin intimar, ya no recordaba cómo se sentía estar con ella, al pensar en eso el primer recuerdo que se me venía a la mente era la sonrisa de Margarita, ni yo entendía el porqué, pero por varios días esa sonrisa impidió que viera a Lucia con deseo, la seguía viendo como la mujer frágil que necesitaba mi compañía, mi apoyo. Lucia tampoco intentaba nada, un simple beso y a dormir. Me sentía algo frustrado, pensé que el deseo debería aparecer mágicamente, sentir ese desenfreno como cuando solía rozar la piel de Margarita. Y de nuevo pensaba en ella, me estaba hartando esa situación. Yo de verdad quería poder disfrutar en todos los sentidos de Lucia, pero no respondía a ningún estimulo de parte de ella, en algunos momentos pensé que por mi edad, o tal vez por el casi divorcio. Por lo que fuera, me estaba odiando por no poder corresponder a Lucia de una manera más íntima.

Unos días antes de volver a la fábrica, intenté con desespero hablar con Margarita una y otra vez, el teléfono daba tono de marcado, pero ella nunca respondió.  Parecía haber desapareció, esa esa la sensación que me daba su rechazo a contestar. Ella solo se esfumó, sin responder mi ultimo mensaje, sin interrogar porque la dejaba, sin llorar o renegar en mi presencia. Me resignaba al saber que la vería en unos días, pensaba en hablar con ella y explicarle en persona o ocurrido, estaba seguro que si una disculpa acompañara mi explicación, habría la oportunidad de ser amigos, llevar una relación como la dos personas que se quisieron mucho, pero que no funcionó.

Mientras mi mente divagaba en una falsa conversación con todas las posibles respuestas a las dudas de Margarita, notaba de vez en cuando a Lucia extraña, incluso molesta. Y como no estarlo, si yo no correspondía a sus carias, ella se esmeraba, y yo, solo no podía, estaba sumido en un desencanto extraño, era como si mi cuerpo reclamara el amor de alguien ajeno a Lucia. Y ese alguien sin duda era Margarita.

La noche antes de volver al trabajo tenía varias cosas en la cabeza y todas se debían a Margarita, ¿Cómo se vera ahora? ¿El brillo de sus ojos se habrá apagado? ¿Su sonrisa seguirá siendo un peligro, para este hombre que le negó el amor?  Esa noche no quería intentarlo, en mi mente estaba el rostro triste de Margarita, sus ojos llorosos, sus manos cálidas sosteniendo la mía y soltándola al decirme "¡Poco hombre!" No podía dejar de imaginar que había llorado por mí, lo mal que debía sentirse y lo duro que sería para ambos el volver a vernos y no volver a sentir los los labios del otro, pero aun así quería intentar hablar con ella, darle esa paz a mi corazón, esa resignación de un perdón.

Amaneció, me prepare para ir al trabajo, el café que normalmente me despertaba ese día solo hizo que recuerde el color de su cabello. Lucia hablaba, pero yo no dejaba de pensar en cuál sería la reacción de Margarita al volver a verme, no puse atención a nada de lo que Lucia decía, lo único que alcance a escuchar fue "tu novia", la miré fijamente como queriendo descifrar lo que había dicho, dije no con mi cabeza, con una mirada que confundiría a cualquiera. Lucia volvió a insistir "¡vas a ver a tu novia!", pero ahora asegurándolo, dejé mi taza de café y me levanté de la mesa algo incomodo, le di un beso en la mejilla y me despedí. Sin respuestas de nuevo, pensé en cómo era posible que las mujeres siempre hagan las preguntas correctas, ¿Por qué yo nunca tenía una respuesta? Decir no, hubiera hecho que Lucia se quede tranquila, ¿Por qué no podía mentir? ¿Por qué siempre prefería callar?

Todo el camino hasta la fábrica estuve pensando en la mejor manera de confrontarla, como decía en mi correo yo quería ser su amigo, aunque al repetírmelo varias veces en mi cabeza, logré entender lo absurdo del ofrecimiento. Dudé un poco antes de bajar del auto, un grupo de muchachas pasaron a lado mío y me saludaron muy amables, me sentía tenso, temblaba, volví a dudar de entrar a la fábrica. Era miedo lo que sentía, era muy posible que al verla yo volviera sentir esa emoción, ¿Y Lucia? Tenía mucho miedo de verla, antes de visitar cada módulo y saber las novedades titubee mientras caminaba por toda la oficina, la encargada de mi puesto tocó la puerta, llegó con el informe y por unas horas el trabajo me hizo olvidar del lio emocional que llevaba encima.

Al terminar fuimos a los módulos, uno a uno fue repitiendo los problemas por lo que habían pasado, al llegar al módulo de Margarita, ella mencionó que una de las chicas renuncio y que su reemplazo se ha acoplado muy bien, alcé la vista en busca de Margarita, mi corazón se paralizo, mi respiración se volvió débil, mis ojos se llenaron de lágrimas, me estaba costando contenerme, un ¿está bien? De parte de la encargada hizo que me diera cuenta de donde estaba. Sin dar explicaciones me retire a mi oficina, marqué mil veces al número de Margarita, le mande más de 10 correos con la misma pregunta ¿Estas bien?, no le pregunte porque lo hizo, aunque yo cuestione sus decisiones, ¿Por qué desaparecer así? ¿Por que no se despidió?

Al darme cuenta que no tendría respuestas de ella desistí, mis ganas de comer o beber algo desparecieron, no quería contestar el teléfono, Lucia llamó a la hora de mi almuerzo varias veces, pero yo simplemente no podía contestarle. No pude trabajar, tenía que contarle a alguien como me sentía, a pesar de que ni yo entendí ese sentimiento de abandono, sentía que no le importaba, sentía que ella me saco de su vida así de fácil, como si como yo hubieran muchos, entre reproches que ella nunca escucharía, me preguntaba dónde estará ella ahora. Llamé a mi madre, pero estaba seguro que ella no me entendería, llame a mi papá colgué enseguida, el me tomaría por un loco infiel, que es incapaz de aceptar su derrota. Intentaba entender la razón de su comportamiento, llegando a la conclusión que todo era mi culpa, le hice tanto daño que ella no soporto saber que íbamos a volver a vernos y prefirió alejarse para siempre, sin su número ¿Cómo la encontraría?

Cuando llegué a mi casa, la mirada enjuiciadora de Lucia me recibió, al primer grito yo tuve ganas de volver a la calle, parecía que la única palabra que salía de la boca de Lucia era novia, recordé lo mucho que me molestaba que ella siempre crea tener la razón, sus palabras acusándome de algo que así hubiera querido hacer, no podía, porque ya no sabía nada de Margarita. Su tono sarcástico para dar sermones era tan fastidioso. No podía hacer nada más que escuchar todo hasta que se desahogue, lo que fuera que dijera para hacerla cambiar de opinión, solo lo haría coincidir para seguir diciendo que no se equivocaba. Las miles de preguntas que hizo con respecto a mí supuesta novia. Los gritos llenos de ira cuestionando mi comportamiento. Sentía como mi animó ya despedazado estaba por dejar salir todo lo que yo reprimía. ¡Basta! Le grite y abandone la sala. Esa noche fuimos a dormir enojados, su espalda contra la mía, esa noche extrañe mi fría pero tranquila cama.

Había algo en mi, algo que extrañaba con desespero a Margarita. ¿Por qué me pasaba esto a mí? Cuando pensé que todo estaba claro y me aseguré que solo fue una aventura, su ausencia me dio un golpe tan fuerte que sentía nuevamente que mi vida no tenía sentido.

Los días fueron pasando, Lucia por lo menos una vez al día me preguntaba por mi novia de manera despectiva, estaba seguro que no le gustaría saber que el no verla me había hecho entender lo mucho que me hacía falta. Todos los días una pelea nueva por alguien que ya no estaba en mi vida, pero no sentía rabia, la reacción e inseguridad de Lucia tenían fundamentos, no podía fingir que Margarita no existía, no podía exigirle que la olvide si yo a pesar de no verla no lo había hecho. A solo unos meses de volver con Lucia la idea del divorcio paso por mi cabeza de nuevo.

Esa mañana me levanté como de costumbre, encendí la computadora, un nuevo correo llamó mi atención. Margarita por fin había respondido, de manera cortante y abrupta, pero después de meses, tener una respuesta de ella me contentaba.

"todo va bien en mi vida, en mi nuevo trabajo me siento a gusto, hay muchas cosas interesantes que me han pasado, una de ellas es que entre a estudiar, sé que muchas veces dije que el inglés era aburrido y difícil, pero estudiar me ayuda mucho a no pensar en cómo estas tú. Se por tus correos que estabas preocupado, mi intención no era ignorarte, pero no me sentía de buen animó para contestar, supongo que tu vida conyugal va mejor que nunca, me alegro haber sido el error que te hizo recapacitar"

¿Cómo podría seguir después de esas palabras? mi corazón hecho un nudo, mi voz entrecortada quería gritar su nombre por todos lados, hasta que ella me respondiera con su dulce, tierna y ahora frágil voz casi apagada por el desengaño que yo provoque. Margarita... como en tan solo unos meses habías logrado que sintiera que mi vida sin ti no tenía sentido. Podría irrumpir con la tranquilidad que yo suponía que sentías yendo a buscarte en tu casa o solo dejarte ir, yo había tomado una decisión por ambos hace meses, y no me quedaba de otra que aceptar que no tendría su sonrisa para alegrar mis días, que su mirada no me perseguiría por todo el módulo admirándome, su aliento jamás volverá a ser uno con el mío y tu piel, esa suave y seductora piel, jamás la podría volver a acariciar.

Que despedida tan inútil, porque mi corazón te quería cerca y yo estaba seguro que el tuyo también.

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