El destino

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Esa noche trate de hacerle entender a Margarita que era necesario esperar un poco más, según el abogado, en 3 o 4 meses el trámite estaría terminado. La rapidez con la que su gesto cambio de radiante alegría a desencanto fruncido, anunciaba que no estaba muy feliz con la prorroga de mi estado. Resignados, nos envolvimos en un cálido abrazo, jurando que resistiríamos el nuevo obstáculo que se nos interponía, estar juntos era la meta y ni Margarita ni yo, estábamos dispuestos a rendirnos. No la veía muy convencida, aunque me alentaba a estar sereno, tenia claro que cada día que pasábamos separados algo de manera diminuta se rompía, no puedo explicar que era, pero sabia que haría lo que sea para hacerla sentir segura de nuestro amor de todas las maneras posibles.

Los días fueron pasando y cada vez veía a Margarita más inconforme por mi situación que se prolongaba de semana en semana, de mes en mes. Intentaba ponerme en su lugar, la verdad eso me resultaba difícil, no por falta de empatía, mas bien por que sabia que estando en su lugar no habría durado ni dos semanas en el suplicio de la incertidumbre. Hice mi mayor esfuerzo por entender cómo se sentía, no la hubiera culpado si ella se alejaba de mi, harta de la situación. En las pocas ocasiones que su desespero se convertía en intriga y la intriga en preguntas, de manera casual, casi como insinuaciones, soltaba una de sus dudas en forma de palabras, suaves, pero concisas. Yo me limitaba a responder cada duda lo más claro posible, evadiendo el tema emocional que rodeaba toda la situación con Lucia, así ella no pidiera explicaciones mas allá de su pregunta inicial, yo trataba de detallar todo para despejar cualquier inquietud.

Debido al gasto que generaba el abogado y los tramites del divorcio, estuve corto de dinero por mucho tiempo, en un principio pensé que Margarita se incomodaría al no poder ir a los sitios a donde antes la invitaba, pero ella siempre lograba sorprenderme en todos los sentidos, empezamos a ir solo a parques a caminar, muchas veces nos detuvimos en pequeños puestos callejeros que ella conocía muy bien y disfrutábamos de una comida sencilla y una compañía perfecta. Para mi era más notorio que ella me quería de una manera desinteresada y yo... pues yo solo deseaba hacerla feliz el resto de nuestras vidas. Ambos compartíamos una complicidad de neta alegría.

Uno de mis miedos era que en la fábrica se den cuenta de nuestra relación, ya que si bien estaba separado y próximo a divorciarme las personas de la fábrica no lo sabían, tampoco creía que debía dar explicaciones. En varias ocasiones Margarita salía muy seria del taller, ella jamás me comentó lo que algunas compañeras de ella rumoraban del posible amorío entre nosotros. El punto de quiebre fue cuando escuché a algunos empleados hablar de eso, afirmando de manera inequívoca el romance. Asumo que nuestras miradas coquetas habían delatado nuestra relación, porque no creo que alguien nos hubiera visto por fuera de la fábrica o tal vez sí, de todas maneras era imposible averiguarlo.

Tratamos de ser más cautelosos, dejamos de lado las miradas cómplices en el trabajo, pero era imposible para mi verla y no dejar que una sonrisa se dibuje en mi rostro. La recogía a dos cuadras de la fábrica para evitar que nos vieran, que más podíamos hacer para que las personas que no tenían idea de mi situación no se metan en nuestra relación. Margarita estaba sufriendo desplantes por parte de algunas compañeras y comentarios inapropiados por sus compañeros. Ella nunca se quejó por nada de eso, como sino quisiera que me entere de lo que le estaba pasando por mi culpa. Los rumores solo crecían. Yo no podía defenderla, así quisiera dar explicaciones no era lo mejor. Me fastidiaba que las personas hablen de lo que no les interesa y mas aun que se atrevan a comentar o juzgar.

Margarita era admirable, sabía muy bien separar las cosas; el trabajo, su casa, nuestra relación, jamás mezclaba temas, de vez en cuando preguntaba cómo iba el trámite, para eso ya habían pasado dos meses, en los cuales Lucía y yo no nos poníamos de acuerdo en la repartición de bienes, nuestro comportamiento era algo irracional, si yo cedía en algo ella cambiaba de opinión. Unos días se me mostraba tranquila como si no le importara que llegara tarde o no llegara, pero otros días me inundaba con preguntas, parecía que le interesaba mucho como llevaba mi relación actual. Entendía en cierto modo su manera de comportarse, su apego a una relación de tantos años, entendía que era difícil porque a mí también me costó tomar esa decisión, este proceso saco lo peor de ambos, continuamos peleando, gritando y sacándonos en cara lo malos que resultamos el uno para el otro.

Mi consuelo era Margarita, bastaba con su compañía para calmar mi desespero, eso me recuerda que fueron muy pocas las veces que discutí con ella, no nos costaba trabajo ponernos de acuerdo, siempre me pregunté porque no se molestaba cuando yo estaba molesto, debo decir que mi personalidad es muy tranquila, pero cuando me siento ofuscado por el trabajo o por Lucia mi carácter cambia mucho, simplemente soy algo obstinado, no llego a ser grosero, pero suelo ser algo distante hasta que se pase mi mal humor, mi voz se alza de manera precoz cuando explico algo si estoy molesto, pero Margarita jamás se molestó por mi actitud, aunque en muchas ocasiones para acallar mi voz, repetía; "no me grites" con su delicada voz, mirándome fijamente. Esas palabras hacían que enseguida empiece a murmurar, luego de algunas sonrisas, ella solo me abrazaba y tomaba mi mano, solo con su cálida presencia lograba calmarme, era mágico e inexplicable para mí, ¿Por qué no se molestaba? A veces la veía tensa por el trabajo o por que sus padres no coincidían con sus decisiones, su frase era "me das cinco minutos para desahogarme" la primera vez que lo dijo no entendía a que se refería, al decirle que sí, empezó a quejarse de todo; hasta de nuestro estado, el frío del invierno, como su madre preparaba solo lo que le gustaba comer a su hermano, lo terco que era su padre... Cuando quise responder, ella me explicó que en ocasiones cuando siente que no pude más solo necesita decir esas cosas negativas para sentirse mejor. También me dijo que no era necesario decir nada, que ella se sentía bien solo con ser escuchada, entendía que la mayoría de cosas de las que se quejaba eran de alguna manera insignificantes, pero al mismo tiempo la abrumaban al punto de sentir que debía gritar esas cosas para volver a sonreír. No voy a negar que fue extraño, era como si no pudiera estar enojada con nadie. Durante todo nuestro tiempo juntos solo lo hizo tres o cuatro veces. La queja que mas retumbo en mis oídos y en mi razón, fue cuando se quejó de Lucia, de como le molestaba el privilegio de tenerme en la misma casa y aun así atreverse a tener el ceño fruncido. 

Al cabo de otro mes, después de la última conciliación, Lucia recibió una llamada de su hermana, su madre que vivía en España hace más de una década estaba muy enferma, los doctores no le daban más que un mes de vida, esto causo que Lucia se quebrara por completo, ella aun no le decía a su madre de nuestra separación, creo que en el fondo esperaba que solo fuera una crisis como una de las tantas anteriores. Enseguida pidió una licencia en su trabajo para viajar y compartir los últimos momentos con su madre.

La despedí con un fuerte abrazo, le pedí que me dijera cuando su mamá fallezca para poder acompañarla en ese momento, sus ojos no derramaron ni una sola lagrima, de la manera mas tranquila se monto en el taxi. Por ese motivo el divorcio quedo suspendido hasta que Lucia volviera, de cierto modo Margarita estuvo más tranquila durante la ausencia de Lucia, a pesar de que ambos estábamos desesperados por mi separación.

Así paso un mes y Lucia seguía con su madre en España, no eran muy frecuentes sus llamadas, la mayoría eran solo para contarme como iba su madre, como la diabetes estaba acabando poco a poco con ella. Yo percibía la fragilidad de Lucia en varias ocasiones, estuve a punto de ir a verla, pero sabía que esto molestaría a Margarita.

Lucía paso 4 meses más junto a su madre, la enfermedad la iba apagando de apoco, las llamadas de Lucía se volvieron frecuentes y en ocasiones yo la llamaba, en su voz podía distinguir desespero y tristeza, estaba tentado en tomar un vuelo e ir a consolarla. Estaba seguro que Lucia me necesitaba más que nunca, el estado complicado de su madre nos había unido. Nunca hablé a profundidad de esto con Margarita, tenía miedo de que ella mal intérprete mi interés por Lucia. Aunque si soy sincero esto me hiso pensar mucho en si estaba haciendo lo correcto al separarme de Lucia, las dudas volvieron y con mas intensidad.

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